Apología de la lentitud

Es una época veloz, vertiginosa. Hay una especie de bombardeo de estímulos, continuo y minucioso, sobre los sentidos del individuo, una cantidad que tiende a saturar la percepción, el pensamiento, las ideas. Todo es rápido, todo es inmediato, todo es urgente. La información es tan perenne que nace antigua, la realidad se vuelve inasible. Es una época fugaz.
Me acuerdo que un amigo de Mendoza decidió un día dejar de acompañarnos a los boliches. Le gustaba levantarse temprano los domingos para leer todo el diario, él decía que así aprovechaba mejor su día libre. Estudiaba periodismo y quería estar informado. Se levantaba, iba al kiosco, compraba un ejemplar de Los Andes y se pasaba toda la mañana leyéndolo, se tragaba todo, hasta los avisos fúnebres, eso lo hacía sentirse bien, informado, eficiente. Han pasado casi 15 años, hoy comprar un diario y pasarse el domingo leyéndolo podría considerarse casi absurdo. Hay miles de diarios en internet, actualizados a cada rato. Una actualización eficiente y completa requeriría, según ciertos estándares implícitos en esta modernidad vertiginosa, leer varios diarios a cada rato, saturarse de noticias. Hay información inútil brotando continuamente de este agujero infecto en el que hemos convertido el mundo, de alguna manera hay que usarla.
Pero el tiempo es una limitación inquebrantable, no tenemos horas ni energías suficientes para recolectar, clasificar y seleccionar toda esa información, mucho menos para procesarla, entonces la información se comprime, se simplifica, se resume. Se ofrecen las ideas ya digeridas, productos sintéticos, como alimento balanceado. Este proceso de síntesis vuelve todo superficial casi hasta la frivolidad. Ejemplos: twitter reemplaza a los posts de los blogs, una frase supuestamente ingeniosa desplaza a una buena crónica, el cuento corto a la novela, el copete de una noticia se convierte en la noticia. El producto se adapta a las necesidades del consumidor. Todo debe ser cortito. Se ofrecen resúmenes, esquemas, cuadros sinópticos de la realidad.
Así estamos, todo es tan veloz como estúpido. Se hace imposible distinguir entre ideas propias y ajenas. Esta velocidad y multiplicidad absurdas, lejos de enriquecer al sujeto, lo saturan, lo frustran, porque así no sirven para diseñar una realidad más o menos interesante. La ansiedad termina bloqueando la razón.

Ok, quizás estoy exagerando, ya se, solamente quería lograr un efecto de contraste. En realidad no creo que este mundo sea tan malo, no soy uno de esos nostálgicos que piensan en términos del famoso “antes estas cosas no pasaban”. Al contrario, me parece genial la apertura, la multiplicidad, internet y todos los dispositivos y herramientas de circulación cultural. Pero sí creo que, para que la experiencia resulte interesante, de vez en cuando tenemos que parar, bajarnos del tren, volver a la dimensión analógica y desacelerar. Digo, para poder ver, para alcanzar cierta perspectiva y, sobre todo, para no perder de vista el objetivo (cualquiera sea éste).
Entonces te propongo que te escapes un rato de ese vértigo alucinante, aunque sea un sólo día a la semana, o al mes, o al menos cada un par de meses. Tomate ese día para ver. Andate a pasear por los barrios de tu ciudad, perdete sin rumbo en sus calles. Andá hasta el obelisco y después caminá hasta el Abasto. Tomate el tren hasta Moreno, almorzá ahí y volvé. Andate a la Plaza de Mayo y ponete a seguir con la mirada a una paloma, a ver qué hace, después de un rato de mirar fijamente un objeto éste empieza a destilar su esencia oculta y misteriosa. Pasate una tarde entera en el bar con tus amigos, o sólo, mirando por la ventana y dejando que la mente divague, a ver hasta dónde te lleva. Volvé a escribir a mano en cuadernos a rayas, despacio, tranquilo, con paciencia. Dejá por unos días esas microficciones, la novelita previsible de Aguinis que estás leyendo o ese libro finito que se lee de un tirón en el subte y agarrá Los Hermanos Karamázov, El Quijote, El Conde de Montecristo, La Montaña Mágica o En busca del Tiempo perdido, o si te parecen demasiado viejos probá con 2666 de Bolaño; leelo hasta el final, aunque te lleve seis meses, no importa, nadie te apura. Paseá a tu perro vos en lugar de pagarle al pibe de las mil correas. Quedate mirando qué hace una hormiga o cómo cambian las nubes, como cuando eras pibe. Bajá un cambio, por lo menos un día.

18 Comentarios

  1. Sí. Comparto tu elogio de la lentitud. Lo complicado, frente a tanta información vomitada ininterrumpidamente, es encontrar «el filtro». Fantaseo con un reader que realmente me compile cosas interesantes. Y sí, también extensas.
    ¿Cuánto hace que no leo un post como este?.
    Ojo, también me quiero separar del pesimista nostálgico: a la larga termino leyendo en la web a unos pocos (que considero interesantes) y siempre tengo un ladrillo de más de 700 páginas en la lista de lecturas…
    Un abrazo. Me sumo a tu logia.

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  2. Es increíble lo que escribiste, Maguila. La verdad que está muy bueno y sirve más que un té de tilo, más que cualquier sedante. Terminé de leerlo y quedé más tranquilo de lo que estaba.

    A riesgo de parecer aburrido, no sé si conscientemente o no, pero yo hago siempre estas cosas. A veces me cuelgo 10 minutos mirando una paloma, el movimiento de su cabeza, cómo come lo que encuentra en el piso o cómo vuela. A veces en vacaciones me quedo media hora solo escuchando el sonido del río en Mina Clavero (Córdoba) y durante el resto del año hago lo mismo con la pequeña fuente que tiene mi vieja en el living, que mueve permanentemente no más de medio litro de agua. A veces estoy en el colectivo y me quedo escuchando una conversación entre dos personas, qué dicen, cómo dicen cada expresión, por qué la dicen así. De esta forma a pesar de tener unos flamantes 27 años, te aseguro que sigo aprendiendo mucho de todo. La lectura es una materia pendiente pero yo creo que @UglyPixel me va a sacar bueno (jaja) y si hay alguien a quien él siempre nombra en este sentido, ése sos vos…

    En fin, creo que no puedo aportar con mucho, simplemente me pareció un post excelente y tenía que decirlo. Gracias por nombrarme pero mucho más por considerar y leer las cosas que escribo, cosas que, como digo siempre, en general pienso que a nadie le interesan… De todos modos (y lo digo MUY LEJOS de pensar que soy un ejemplo) si bien siempre pienso que el tema no le interesa a nadie, creo que la forma de escribir no la voy a cambiar nunca… no sólo porque me gusta, sino porque es como me sale.

    Gracias de nuevo y felicitaciones…

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  3. Muy sabias palabras, así estamos por no saber frenar la pelota cada tanto: todos estresados, nerviosos y con problemas de atención, entre muchas otras calamidades…

    Saludos!!

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  4. Vivir la vida, esta vida que no es la única certeza que tenemos de la misma. Una vida en 140 caracteres es muy triste, pobre hasta mediocre; quizás. ¿A donde queremos llegar con tanta rapidez, prontitud y ansiedad?. ¿A la muerte?.
    Me gustó tu post. Reflexión.
    Un guiño para En busca del tiempo perdido y Los Hermanos Karamázov.
    Saludos.

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    1. Más triste es que surja una categoría llamada «twitstar» Miguel.
      Debí incluir entre los libros el Ulises de Joyce y «La vida, instrucciones de uso» de Perec, hermosas novelas ideales para ejercitar la paciencia, para dejar de correr detrás de un final feliz.
      Abrazo

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  5. Fe de erratas: en la primera oración en lugar de: …esta vida que no es la única certeza… por esta vida que la única certeza. Ahora si puedo dormir en paz jajaja.
    Saludos.

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  6. Vengo de lo de Estrella que comenta lo mismo, desenchufarse, bajar un cambio, parar un poco la pelota. Hace tiempo que estoy tratando de hacerlo, un poco lo logré, menos tele, mucho menos internet, poco mail, algo de blogs, casi nada del mío, pero en el tema libros soy un devorador. Ahora estoy disfrutando mucho La montaña mágica (¡gracias angelelectrico!) mechado con otras lecturas cortas. Saludos, muy buen post.

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    1. Lindo ladrillo de Mann, a mí no me gustó mucho, recomiendo «el ruido y la furia» de faulkner, un libro hermoso, no muy largo pero que requiere paciencia y relectura.

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    1. Casi todos los libros de Faulkner ameritan una segunda lectura, inmediata a la primera, pero «El ruido y la furia» creo que la requiere, otra forma es, quizás, leerlo empezando por el cap. 3 o por el apéndice final que agregó Faulkner unos años después.

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  7. Bueno, yo leí «El hombre sin atributos», volumen por volumen, viajando a mi laburo en el 109 (de vuelta no, porque duermo irremesiblemente). Por otro lado, escribo mis sms con todas las letras, comas y acentos. Es más fuerte que yo, lo abreviado me es ilegible o una falta de respeto, como esos saludos que se hacen a la distancia, mientras se camina presuroso a otro lado, levantando la mano. Y no se sabe si fue saludo o que te mandaron a la mierda.
    Tomarse el tiempo es buenísimo pero también es caro. Por eso leo en el colectivo.

    Un abrazo

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