La obra de César Aira, compuesta quién sabe por cuántas decenas de novelas, está lejos de ser un corpus único y coherente, más bien parecen haber distintos Airas que escriben libros totalmente distintos entre sí. Está el Aira de Váramo y de Cumpleaños, el Aira de La Guerra de los Gimnasios y de El Mármol, y el primer Aira, el de Ema La Cautiva, La luz Argentina o Una novela China. Este último es el que más me gusta a mí.
Había leído este libro hace bastantes años, cuando todavía se conseguía fácilmente en cualquier librería y sólo me quedaba de su lectura el recuerdo borroso de haberme aburrido un poco. Esta segunda lectura confirma que el lector, como Aira, no es siempre el mismo: esta vez la novela me gustó mucho, “se me terminó rápido”.
Una novela china es una novela de personaje, sigue a Lu Hsin durante un tramo de su vida, que coincide con el periodo histórico de China que va desde la Larga Marcha a la Revolución Cultural. Este individuo, habitante de una aldea campesina, es una especie de sabio enciclopedista, que, a la manera de Bouvard y Pecuchet, ensaya a lo largo de su vida diferentes disciplinas: filósofo, escritor, agricultor, óptico, pintor, periodista, ingeniero hídrico, artesano, etc. Pero su búsqueda principal, al menos en la que se centra la novela es la búsqueda del amor, aunque por caminos poco ortodoxos ligados más a lo racional que a lo emocional.

Y eso es todo, sólo el comienzo, pero no hay mucho más que decir de la trama. Si lo que el lector potencial de este libro busca es intensidad, intriga, tensión y pasión no lo va a encontrar aquí. Es, como muchos libros de Aira, un libro de estilo, reflexivo, ecléctico y muy inteligente. Está escrito con la elegancia y la belleza que sólo se consigue con mucho oficio. Por sus páginas desfilan un sinnúmero de ideas y reflexiones inteligentes y originales sobre los más diversos temas y está representada, de algún modo, la historia del desarrollo de la República China del siglo XX. Y también hay humor, un humor sutil y mucho más contenido que en las novelas posteriores de Aira. Pero a pesar de esa sutileza, esa falta de intensidad, ese tono monocorde y elegante, se trata de un texto inquietante. Es inquietante desde el título: ¿realmente quiso escribir Aira una novela china? ¿qué hay de chino en la novela? Está narrada (aparentemente) por un chino, se desarrolla en China, sus personajes son chinos y hay una pátina de lo que podríamos considerar, desde occidente, cultura china. ¿Pero logró escribir una novela china? ¿O es una parodia? ¿O lo que Aira supone que debería ser una novela china? La lectura, lo anticipo, no responderá estas preguntas, y realmente dejan de importar cuando se entra en el relato.
Sin embargo la novelita deja esa sensación que dejan mucho de los libros de Aira al terminarlos: que faltó un remate, un final, la sensación de ser un libro inconcluso. Un final abrupto, inesperado. Claro que tal vez esto no sea un defecto si no una característica propia del procedimiento que Aira suele, según sus palabras, seguir: “una paginita por día, sin saber a dónde va a parar la historia”. Pero lo menos importante en Aira, claro, es la historia. Es el primer Aira, pero no deja de ser Aira.
Alguien me dijo alguna vez que si Borges hubiese querido escribir una novela, habría escrito este libro, por algo Borges no tomó el riesgo de ir más allá del cuento y terminó siendo Borges, le dejó las novelas a César Aira. Con todo no es un mal texto.
Buenos Aires, Junio de 2012