Lecturas: ¡Corre Conejo!

Empiezo con una advertencia: si les gustan los libros “que se leen de un tirón”, no lean esta novela, no les va a gustar, se van a aburrir. Alguna vez me dijeron que con el mismo relato con el que Borges podía hacer un cuento de 3 páginas, Saer podía escribir una novela de 400. Algo de esto hay aquí, “¡Corre Conejo!” es un argumento simple y limpio, tal vez Carver o Cheever hubiesen hecho un gran relato con esta historia simple, realista y lineal, pero Updike escribió una novela de 300 páginas. Es un texto viscoso, lerdo, ríspido, no difícil, pero sí lento. No es que sea complejo, pero está plagado de descripciones, metáforas y digresiones que no contribuyen a la agilidad de la lectura. A veces, inclusive hay excesos descriptivos y metáforas que se superponen, el texto se empantana, se desordena un poco, pero aun así, de ese ripio surge una narración singular, monstruosa, trágica e hilarante a la vez. Una buena novela.

La historia, como dije, es simple: Harry “Conejo” Amstrong es un hombre de 26 años que supo conocer cierta fama años antes por ser la estrella del equipo de básquet de la escuela, pero el tiempo ha pasado y esa fama se diluyó junto con todos sus sueños, ahora es un modesto vendedor de pelapapas casado con una mujer un poco alcohólica y un poco tonta que se dedica básicamente a mirar televisión y tomar whisky. El matrimonio tiene un hijo de dos años y está esperando otro bebé, viven en los suburbios de Brewer, una pequeña ciudad imaginaria de Pensilvania. Un día cualquiera de la primavera de 1959 Conejo sale a buscar a su hijo, se sube al auto y, sin haberlo planeado, sin saber bien porqué, empieza a alejarse, a manejar por la ruta sin rumbo, a huir, a correr. Sale de su casa y no vuelve, corre. Dicen que de esta novela sale el viejo mito del hombre que va a comprar cigarrillos y nunca más aparece, no sé si es cierto, pero más o menos es lo que pasa en la novela. A partir de ahí todo se complica, Conejo no desaparece del todo, vuelve a la ciudad, pero no a su casa, al menos no de inmediato. Se va a vivir con una amante, empiezan a aparecer personajes interesantes: un pastor protestante, un viejo entrenador de básquet, un ex compañero de equipo, la misma Jannice (la esposa de Conejo), todas personas imperfectas, contradictorias y fracasadas, como Conejo. Hay idas y vueltas, Updike no se conforma con simplificar las cosas, al contrario, las cosas se complican y terminan mal, por eso es una novela realista. Y aquí está el primer gran logro de este texto, en no simplificar la realidad. El segundo logro, sin duda, es la construcción de los personajes, no hay héroes, tampoco anti-héroes, son personajes frágiles y confundidos.

La prosa abigarrada, el narrador omnisciente en tercera persona, el uso del tiempo presente y el exceso de detalle en las descripciones materiales y psicológicas contribuyen a crear un clima angustioso del que Conejo intenta escapar. Las celosas descripciones siempre se enfocan sobre lo feo: la grasa en la barbilla de alguna persona, las paredes despintadas, la basura en las calles, las luces de neón, la comida aceitosa, la suciedad en el cuello de una camisa, cosas así. Brewer es una ciudad demasiado chica, de casas bajas, de personas que no son campesinos, pero tampoco cosmopolitas (las pequeñas ciudades de la “América Profunda”, religiosos, conservadores y republicanos), la conjunción de estos elementos, la imperfección de los personajes y la pobreza de sus ambiciones crean un ámbito de mediocridad, una sensación de fracaso en la que parecen flotar todos los protagonistas. De eso intenta huir Conejo, pero no puede, no hay salida.

Por momentos irónico, por momentos triste, por momentos hilarante y por momentos trágico, este relato puede leerse como una crítica a la sociedad americana de la posguerra, de algún modo muestra el “lado B” del “American Dream”, lo que había tras esa fachada de prosperidad y progreso de las décadas del 50’ y 60’, o más bien el costo de ese supuesto progreso material: la alienación individual, el sinsentido, el fracaso, la angustia de la clase media baja americana que nunca podría cumplir ese dudoso sueños americano. También puede leerse “¡Corre Conejo!” como un texto sobre el matrimonio, sobre el fracaso y sobre la pérdida de la ilusión.

Esta novela es, además, la que sentó las bases para una saga de cuatro novelas que Updike escribió utilizando al mismo personaje, dos de las cuales le dieron el Pulitzer. Claramente no es la mejor de la saga, pero es la primera y a pesar de algunas torpezas narrativas y de algunos excesos, la historia se termina imponiendo y causa el efecto deseado. Vale la pena leerla.

Mendoza, Enero de 2014

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