Atardecer de domingo, el momento preciso en que la vida es una mierda a pesar de que esté a punto de debutar Argentina en el Mundial. Me asomo a la ventana, prendo un cigarrillo y me cebo un mate. Desde mi ventana se ve la intersección de San Juan y Morón. Para mi sorpresa la cruzan un montón de autos, algunos rápido (los que llegan tarde a ver el partido), otros lento, como paseando (esos otros, a quienes el fútbol no les interesa, esos que llaman por teléfono a los 35′ del segundo tiempo en una semifinal para ver cómo estás). Desde la cocina escucho el himno en su nueva versión tarareada. Me acomodo en el sillón, el mate se ha lavado un poco pero puede aguantar el primer tiempo. Empieza. Argentina toquetea un poco, foul de Bosnia, centro de Messi al montón, rebote accidental en el 5 de Bosnia, 1 a 0. Supongo que con la tranquilidad del gol tempranero el equipo va a tocar arriba y a golear. Pero no, el partido entra en un pozo, Argentina no encuentra a Messi ni a Agüero, Bosnia obliga a Di María a correr la cancha de costado para neutralizar su precisión, los únicos pases posibles son a Mascherano, a Rojo o a Zabaleta que distan mucho de ser laterales brasileros. El rival logra impedir que Argentina alcance profundidad, sorpresa y cambio de ritmo pero no se anima mucho a atacarnos, por suerte. Si no fuese por la ansiedad con que uno vive los partidos de Argentina se podría decir que se trata del primer tiempo más aburrido en lo que va del Mundial. Bosnia tiene jugadores altos y educados, muchos de ellos usan botines de color amarillo, son precisos pero lentos y en este estadio no hay publicidad de Garoto. Cuando los otros se empiezan a avivar de que el único defensor en condiciones de jugar un mundial que tenemos es Garay termina el primer tiempo. La suerte está de nuestro lado, podemos salir campeones.
Fumo, vuelvo a mirar por la ventana, ya es de noche, domingo de noche, la puta madre, cómo me joden los domingos a la noche, me gustaría estar en Brasil, o en New York, o en Buenos Aires, en cualquier lado menos acá. Empieza el segundo tiempo, entran Gago e Higuaín, salen Maxi Rodriguez y Campagnaro; es evidente que Sabella está reconociendo el error que cometió al jugar el primer tiempo con linea de 5, nuestros laterales distan de ser brasileros y son irrelevantes cuando suben, mejor que se queden atrás, ya bastante les cuesta defender como para ponerlos a atacar. Es lo que hay, peor hubiese sido tener que llevar a Mercado. Me gustan los cambios, pero durante los primeros minutos del segundo tiempo el partido sigue jugándose entre dos equipos inexpresivos, lo que me da tiempo para limpiarle los mocos a mi hijo, para reflexionar sobre el parecido entre Kafka y Di María, y para pensar en que muchos de esos jugadores que enfrentan a nuestra selección quizás se criaron en Sarajevo con los bombardeos de la década del 90′, quizás no, boludeces. Pero se pone mejor, Argentina empieza a hilvanar algunas lindas jugadas y a dominar el trámite. Latorre (que ameniza los relatos de mierda de Vignolo) insiste con que el repunte se debe a la entrada de Gago, pero aa mí me da la impresión de que esto se debe a que Bosnia se empieza a animar y eso deja espacios. Como quiera que sea la cosa a los 20′ del segundo tiempo Messi se olvida de que no está jugando en el Barcelona y, tras una buena devolución de Higuaín, hace una jugada que le vimos muchas veces en el equipo catalán: se abre con la pelota dominada y en velocidad, encuentra el hueco y le pega, la pone al lado del palo y todo parece liquidado. El 2 a 0 me da tranquilidad, le vuelvo a limpiar los mocos a mi hijo y le cambio la yerba al mate. El partido vuelve a caer, de a poco, en un pozo. Federico Fernández, cuyo único mérito aparente para estar en la selección es compartir el apellido con la presidenta, comete un par de errores que le recuerdan a Bosnia el flan que tenemos por defensa, se animan un poco, tiran un pase a espaldas de alguien y el 9, que había entrado en el segundo tiempo, se la mete a Romero entre las piernas. 2 a 1, a sufrir de nuevo, por suerte queda poco tiempo. Entra Biglia por Agüero, se me acaba el agua del termo, termina el partido, respiro, me vuelvo a acordar que es domingo a la noche y la depresión disipa rápidamente la alegría por el triunfo, fumo en la ventana otra vez, la puta madre, pienso, la puta madre.
A veces me gustaría ser millonario para twitear así:
Más tarde miro un programa en donde el boludo de Toti Pasman tira mala onda. No pasa nada. Es el primer partido, el rival era el más difícil del grupo. Ganamos, nos sacamos de encima al único europeo del grupo, Messi que venía de no hacer ningún gol en el 2010, la metió (la habían metido Neymar, Robben, Gutierrez, Balotelli, Benzema, él no podía ser menos, ahora esperemos que CR7 no pueda embocarla), y Sabella se dio cuenta a tiempo que no tiene a Dani Alves ni a Blind si no a Rojo y Zabaleta. El sábado contra los terroristas de Irán el equipo jugará más suelto sin los nervios del debut y, sobre todo, sin la depresión del domingo a la noche.