Los octavos de final empezaron sin sorpresas: pasaron a cuartos los dos equipos más fuertes, los dos equipos de camiseta amarilla, Brasil y Colombia que se tendrán que enfrentar entre sí el viernes, día en que renovaremos nuestras esperanzas de ver eliminado y humillado al anfitrión. Pero vamos por partes.
Mendoza, enero de 2002, acabábamos de pasar la famosa semana de los 5 presidentes, todo parecía derrumbarse. Yo acababa de cobrar mi sueldo en LECOPS y había ido al kiosco de un amigo que me los cambiaba 1 a 1 por pesos. El calor era agobiante y habíamos abierto una cerveza cuando entró al kiosco un tipo alto y ridículo, teñido de rubio, con unos lentes oscuros a modo de vincha y ataviado con la camiseta de la Universidad Católica de Chile. Compró un paquete de cigarrillos y mi amigo no tenía cambio chico, por lo que le ofreció completar 20 centavos con caramelos. Nunca voy a olvidar la respuesta del chileno: «Oie guón, déjatelos, si ustedes se están muriendo de hambre en Argentina, pus«. No dijimos nada, mi amigo le dio el vuelto y se fue. Desde ese día quiero que Chile pierda en cualquier guerra y competición deportiva que deba enfrentar.
Me senté a ver el partido listo para disfrutar de una goleada humillante de Brasil. Hizo el gol David Luiz, no lo festejé, tampoco soy boludo, pero debo haber sonreído. Todo iba bien. Más o menos en el minuto 25′ del primer tiempo, cuando todavía estaban 1-0, la cámara enfocó a Neymar que se acercó para hacer un lateral y mientras pedía la pelota hizo el clásico gesto demagogo levantando los brazos para pedirle al público que gritara, algo que siempre me pareció reprobable. Entonces desplacé mis preferencias y, por primera vez en más de 12 años, quise que Chile ganara un partido de fútbol. Por supuesto que fue cuestión de minutos hasta que Alexis Sánchez empatara el partido. Chile salió a jugarlo bien, tuvo mala suerte en el gol, no merecía estar perdiendo, por eso festejé el empate. En el segundo tiempo los chilenos fueron unos leones, presionaron en toda la cancha y le sacaron la pelota a Brasil, pudieron ganarlo, pero no tuvieron suerte y se quedaron sin piernas para el alargue. En el tiempo suplementario sólo tenían resto para defenderse, aunque pudo ganarlo si entraba esa pelota que pegó en el travesaño. Por un momento, que no duró más de 5 minutos, volví a cambiar de opinión y quise que Brasil dejara afuera a Chile, pero fue sólo un rato, apenas empezó la tanda de penales quise, otra vez, que ganara Chile. Los penales son una lotería, le tocó al anfitrión, lástima. El ganador fue lógico, el trámite del partido seguramente no. Chile hizo un digno mundial, de ahora en más pienso apoyarlos en algunos partidos.
Uruguay llegó al partido contra Colombia supuestamente diezmado desde el punto de vista anímico por la suspensión de su goleador Luis Suarez. Y, por supuesto perdió. Y perdió bien, creo que con Suarez en la cancha hubiese sido lo mismo. Colombia tiene un excelente equipo y, sobre todo, un gran técnico: José Pekerman, el último entrenador digno que tuvo la selección argentina. Por supuesto que la ausencia de Suárez le viene muy bien a Uruguay para explicar porqué están fuera del mundial, excusa que eludió el políticamente correcto Tabárez, pero de la que no se privaron periodistas, ex-jugadores, twiteros y aficionados uruguayos. Los dos goles colombianos los hizo James Rodríguez que, a pesar de su ridículo nombre, es un excelente jugador. Con estas dos anotaciones, además, superó a Messi en el ranking de goleadores mundialistas. Este fue un partido que vi tranquilo, quería que Colombia eliminase a los uruguayos y sabía que eso pasaría. La superioridad colombiana fue muy clara y persistente, por lo que pude relajarme después de los nervios que pasé en los penales del partido anterior.
Con estos resultados además de la participación de un equipo sudamericano, se asegura también la de un equipo de camiseta amarilla en semifinales.