- Terminaron los octavos de final. El 75% de los equipos está afuera, viéndolo por TV o facturando como comentaristas de programas mundialistas.
- Los 8 equipos que quedaron son los ganadores de sus grupos. Además están todos invictos.
- 5 de esos 8 equipos fueron cabezas de serie (candidatos oficiales) y 6 de los 8 eran los principales candidatos en las apuestas.
- 7 de los 8 equipos perdieron aceite en algún momento del torneo. Fueron cuestionados. Salvo Colombia, que todavía no jugó contra nadie.
- 5 de los 8 partidos de octavos fueron a alargue. 2 fueron a penales y otros 2 estuvieron a punto de definirse por penales. Uno se ganó sobre la hora.
- Uno solo ganó bien y claramente en los 90′: Colombia, que todavía no jugó con nadie.
- Francia sufrió. Menos que Holanda, pero sufrió.
- Argentina también, sufrió. Sufrimos.
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Ahora las jornadas futbolísticas serán, quizás, más emocionantes pero más espaciadas. Hasta el viernes no habrá fútbol, en lugar de eso se multiplicarán los programas pretendiendo intelectualizar un juego que carece de dimensión intelectual y montar dispositivos analíticos sobre temas banales e irelevantes. Es que hay que justificar todo ese ejército de mediocres alojados desde hace 15 días en distintos hoteles 5 estrellas de Brasil, hay que hacerlos laburar. Aunque sea explicando porqué Orión y Enzo Pérez toman el mate con yerba sin palo. Hay que recuperar lo invertido.
Por eso sugiero no ver nada hasta el viernes, no leer noticias deportivas, no opinar en twitter con ningún hashtag marketinero y, sobre todo, evitar los programas mundialistas. Que les baje el rating y la facturación. Y que para el 2018 piensen dos veces antes de mandar a Rusia a Toti Pasman y a Luli Fernandez.
No es fácil, yo traté. Cuando terminó Bélgica – USA puse un canal de series americanas. Después quise retomar la sobredosis de Boudou y Griesa, pero el tema en el programa de Santos Biasati era La diferencia entre Basanta y Rojo. Caí, como siempre, en Tinelli. Va a ser difícil abstraerse durante estos días, el síndrome de abstinencia futbolística también juega su papel.
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Hoy vi que en distintos lugares salió gente a festejar. Siempre pasa en octavos, es inevitable, porque las ganas de salir a la calle a cantar boludeces son irreprimibles; sobre todo en aquellos pibes de menos de 30 años, que no vivieron el 86′ o, en su defecto, el 90′. Pero no son sólo ellos. A partir de octavos la mayor parte de la sociedad empieza a supurar cantidades crecientes de nacionalismo barato, chauvinismo volátil y falsa cohesión. Es un clima. La necesidad de ser parte de algo que nos excede y nos cobija. La ilusión de que existe algo que nos une, que nos iguala, un lugar en el que convergemos. La identificación espuria con el pasado y los sueños de esos millonarios que juegan en Europa desde hace muchos años. La fantasía de que esos muchachos nos representan; de que, en algún punto, son como nosotros; de que les importamos y nos conocen. La búsqueda de ese momento fugaz en que creemos que un cachito de esa gloria nos pertenece. El himno tarareado. Las banderas en las ventanas. La camiseta trucha. Los abrazos con extraños. Lágrimas. Todo muy emotivo. Los creativos publicitarios no son tan creativos después de todo. Pero son tópicos sociológicos, taras psicológicas de un país enfermo. Son cuestiones que exceden al fútbol, el mundial sólo sirve para ponerlas de manifiesto cada 4 años y la proliferación de medios, campañas publicitarias y redes sociales hacen que la trampa sea inevitable. Juguemos, entonces, a este juego de creer que los que le ganaron a Suiza fuimos, también, nosotros. Aunque sea un ratito. Vamos Carajo!