Lunes: ¿De qué hablamos cuando hablamos de «El Relato«? Evitemos la ingenuidad de limitar su definición a lo enunciado en las clases públicas que semanalmente organiza La Presidenta para autohomenajearse, al guión del seisieteochismo pago y al al discurso estereotipado de los trolls kirchneristas en las redes sociales. «El Relato» es mucho más que eso.
El kirchnerismo, es de necios negarlo, produjo ciertas transformaciones, muchos de ellas, como la AUH, la inclusión jubilatoria, la estatización de las AFJP y ciertos programas de inclusión social, constituyeron avances valiosos para el país. Otros son triunfos simbólicos como la Ley de Medios, que en la práctica se limitó a un cambio en la grilla, que le reportaron réditos políticos en términos de adhesiones indispensables para mantenerse en el poder. Pero sin dudas su obra más lograda es «El Relato«, del cuál los discurso son sólo una parte. «El Relato» es un sistema complejo, un conjunto de lo que podríamos llamar dispositivos estéticos, destinados a narrar un país imaginario. Este sistema incorpora elementos culturales ingeniosos como el grupo de autoayuda denominado «Carta Abierta», el uso intensivo de la Cadena Nacional, inauguraciones simuladas de la misma obra cuatro o cinco veces, estadísticas falsas, biografías apócrifas escritas por ghostwriters, etc. Se trata de un sistema difícil de implementar y gestionar, y funcionó muy bien hasta hace relativamente poco tiempo (el 54% lo corrobora). El gran problema es que el gobierno se hizo demasiado relato-dependiente y «El Relato» entró en una etapa de deterioro y obsolescencia, dejó de funcionar, pierde aceite. De ahí las idas y venidas, las contradicciones, los errores políticos y la mala gestión de temas importantes.
Martes: Compré un ejemplar usado de Postales de Invierno en el Parque Rivadavia hace unos cuatro años, me lo llevé de relleno, para redondear una cifra y conseguir una rebaja en un paquete de cuatro o cinco libros. Desde entonces ha permanecido, sin pena ni gloria, en mi biblioteca. De su autora, Ann Beattie, había leído algunos relatos en The New Yorker y otro en la fabulosa Antología del cuento Norteamericano compilada por Richard Ford. Pero hasta que, un par de días atrás, empecé a leerla, no sabía que Postales de Invierno era una de las grandes novelas americanas del siglo XX. Supongo que los años que pasaron entre su publicación en 1976 y su traducción en 2008, contribuyeron al desconocimiento y la escasa reputación de la novela entre lectores hispanoparlantes. Pero basta con googlear reseñas en inglés y con una lectura superficial de los primeros capítulos para darnos cuenta de que estamos ante una obra de la magnitud de En el camino de Kerouac o El Guardián entre el centeno de Salinger: una gran novela generacional (como bien la define Fresán en el prólogo) que ha trascendido su época y mantiene intacta su vigencia y potencia narrativa.
Creo que fue Borges el que alguna vez dijo que el cuento es el género ideal para narrar hechos y la novela para narrar personajes. Novelas como El guardián entre el centeno, La Conjura de los necios, Una oración por Owen y Postales de Invierno parecen corroborar esta hipótesis algo arbitraria y dudosa. El protagonista de la novela de Beattie, Charles, es una especie de Holden Cauffield de 30 años, está enamorado de una mujer casada que lo acaba de dejar y le cuesta bastante entablar relaciones más allá de su amigo Sam y su hermana menor Susan; tiene un empleo aburrido en alguna gris oficina estatal, le cuesta mucho decir que no y siempre piensa que cualquier circunstancia puede desatar una catástrofe. La novela sigue a Charles durante el crudo invierno de 1975 y consigue reflejar esa etapa que va del fin del espejismo hippie al nihilismo de la Generación X. La tercera persona en tiempo presente instala entre el lector y el personaje la distancia exacta para apreciarlo en todo su esplendor y el estilo llano, de frases cortas y mucho diálogo, propicia una lectura relajada que permite disfrutar del humor corrosivo y desesperanzado presente en toda la novela (apelando al lugar común: no nos reímos DE Charles, nos reímos CON Charles).
Resumiendo: Postales de Invierno es una de las grandes novelas americanas, aquel que disfrutó de El Guardián entre el centeno, sin dudas va encontrar en este libro grandes satisfacciones.
Miércoles: Un ataque al hígado me mantiene todo el día doblado en un sillón viendo televisión y leyendo. Veo un partido amistoso de la selección argentina contra la alemana, una especie de remake de la final con algunos suplentes (es absurdo llamarle revancha, porque no le podemos arrebatar el título). Argentina gana 4 a 2, resulta inevitable volver a lamentarme por no haber podido ganar este mismo partido en Brasil. Ya fue.
Después Cadena Nacional, al pedo como siempre, pero entretenida. La Presidenta, que evidentemente nos considera a todos retardados mentales, explica con detalle qué es un auto de alta gama. Después habla de Netflix, recomienda películas, series, dice que lee los mensajes que le llegan por Twitter y por Facebook, y que hay gente acaparando automóviles. Sí automóviles. Fin de la cadena. Qué se le va a hacer.
Día de mierda.
Jueves: La muerte oficial de Gustavo Cerati acapara la mayoría de las noticias, programas de TV, conversaciones y comentarios en redes sociales. Tengo que confesar, con algo de vergüenza, que nunca me imaginé que fuese un artista tan popular, desde la muerte de Rodrigo que no veía tanta consternación general por la desaparición de un músico. Atribuyo mi confusión a la indiferencia que mantuve durante casi toda mi adolescencia y juventud por la música de Soda Stereo. Durante el apogeo del trío yo escuchaba a Los Redondos, a Charly García, a Sumo y a todo ese canon del rock argentino post-dictadura. Los prejuicios juveniles, seguramente adquiridos, me mantenían a una prudencial distancia de lo que se consideraba como rock para chetos, demasiado pop, demasiado reñido con lo visceral, estupideces de adolescente, qué se yo. Por eso me siento ajeno a esa nostalgia que todos declaran sentir cuando escuchan un tema de Soda Stereo, esos sonidos, esas canciones, a mí no me transportan a ninguna época remota, porque yo empecé a disfrutar de Cerati con algunos de sus discos solistas, y recién después de eso empecé a escuchar con atención y sin prejuicios los viejos discos de Soda, hace un par de años, a las 8 de la mañana, en mi mp3, mientras viajaba al trabajo cuando ya vivía en Buenos Aires. Para mí Soda Stereo y Cerati son placeres relativamente recientes, los asocio con viajes en subte. Por eso es poco lo que puedo decir, a pesar de que lamento la desaparición de uno de los grandes músicos argentinos. Solamente puedo recomendar este texto de Helena y este de Martín Zariello, que fueron lo mejor que leí sobre Cerati entre todos los textos plagados de lugares comunes que se estuvieron escribiendo durante las últimas horas.
Viernes: Son días recargados de noticias: los homenajes a Cerati, el médano en el que vivía Boudou, sus documentos truchos, el gendarme que se tira arriba de un auto, el retiro de la Policía Federal de la Ciudad de Buenos Aires, etc. La consecuencia de esta avalancha de novedades es la desaparición en los titulares de diarios y televisión de cierto tipo de noticias. ¿Se dieron cuenta de que la cantidad de baleados, entraderas, robos, secuestros y asesinatos cubiertos por los medios disminuyó drásticamente desde el martes a hoy? No voy a suscribir a la hipótesis grotesca de la inseguridad como sensación, pero es evidente que la agenda de los medios condiciona un poco nuestra cuota de paranoia cotidiana.
Sábado: Me parece bien que le saquen la Policía Federal a la Ciudad de Buenos Aires. No es porque viva en el interior, cuando vivía allá también apoyé el traspaso del Subte a la órbita administrativa de la Ciudad. Es cierto que se deberían dejar de lado las chicanas, los oportunismos y las mezquindades políticas para hacer los traspasos de responsabilidades en forma gradual y ordenada, pero creo que la Ciudad debe tener las mismas responsabilidades que el resto de los distritos que, dicho sea de paso, tienen menos recursos. Más aún teniendo en cuenta que crece el consenso para que deje de ser la capital administrativa del el país. No tiene lógica que parte del IVA que pagan en el arroz los habitantes más pobres de Tucumán vayan a subsidiar el transporte público y la seguridad de los vecinos de Barrio Norte.
Los que me preocupa es la actitud infantil y caprichosa de Macri al reclamar las responsabilidades PERO con los recursos, o sea que quiere hacerse cargo de administrar la Policía y el Subte, pero quiere que la Nación, o sea el resto del país, se los siga financiando. Me preocupa porque es un tipo que puede llegar a ser Presidente de la Nación. Ese caprichito de «no aceptar» el Subte o la Policía sin sus recursos, de poner condiciones para hacerse cargo de las responsabilidades que la Constitución del 94′ le delega, no le va a funcionar si termina en la Casa Rosada. Porque utilizando el mismo criterio, va a querer devolverle Formosa a Paraguay porque se la pasaron en condiciones de pobreza y sin los recursos o cosas de ese tipo.
Domingo: River sigue jugando bien. Boca continúa con su recuperación post Bianchi. Racing pasó de candidato a cabaret. Independiente zafa y San Lorenzo sigue borracho de champagne por la Libertadores. La fecha no deja nada que me merezca una reflexión.
Lanata perdió potencia, hasta Majul hace programas más interesantes a esta altura, debe ser el famoso fin de ciclo, no sé. No pasa nada interesante, es un domingo aburrido, un domingo de mierda.
Anoto: Domingo 7 de setiembre de 2014, el día que oficialmente decidí irme otra vez de Mendoza. Volví a vivir acá hace casi dos años, pero no me pude re-adaptar social ni laboralmente. Esperé un tiempo que considero prudencial, rechacé ofrecimientos de Buenos Aires y de Tucumán, pensé que todo mejoraría. No fue así, no logré volver a ser parte de este lugar, seguramente por circunstancias y limitaciones personales. Esta semana empiezo la «operación exilio 2» (o 3, ya no sé).
Nada más.
Buena semana.