Lecturas: Los Detectives Salvajes

Hace unos meses en un especial de literatura chilena, alguien leyó algunos textos de Bolaño y me dieron ganas de volver a leerlo. Por lo tanto hice una de las decenas de relecturas que vengo debiéndome desde hace unos cuantos años: Los Detectives Salvajes. Junto con 2666, son las novelas de Bolaño que no sólo admiten, si no que reclaman relectura. Se ha escrito y hablado tanto de esta novela que cualquier cosa que se diga resultaría un poco redundante; en efecto, sólo hace falta teclear el título en Google para encontrar miles y miles de reseñas de todas las extensiones y tenores posibles, miles y miles de lecturas distintas, imposibles de resumir, lo cual, en principio, habla bien del libro.

Me llama la atención que, desde la contratapa misma del libro hasta las pequeñas reseñas personales en blogs literarios, se enfatice en el carácter de “experimental” de LDS, emparentándola a Rayuela, Paradiso e, incluso, al Ulises de Joyce. No entiendo en dónde reside lo “experimental”, porque si bien la estructura formal rompe un poco con la temporalidad de la novela, no deja de haber una linealidad narrativa clásica fácil de reconstruir para el lector. También es cierto que se trata de una narración polifónica, coral que elude hábilmente la primera persona en un mismo personaje y el narrador omnisciente. Pero ni siquiera esta ruptura con las formas más tradicionales de la novelística constituye una novedad, ambos procedimientos venían siendo utilizados mucho antes de LDS. Con esto queda allanado el camino a los lectores de narrativa tradicional, no se trata de una novela para nada experimental ni presenta dificultades formales para quien esté acostumbrado a la novela decimonónica. Aclarado esto hay que decir que Los Detectives Salvajes es una grandiosa novela, potente, divertida, profunda y ambiciosa, sobre todo (siempre rescato esto porque la literatura hispanoamericana ha perdido la ambición) ambiciosa. Como se mencionó antes se trata de una novela polifónica y coral, narrada por múltiples personajes que entran en la novela para relatar su relación con los protagonistas y vuelven a salir. El cambio de estilos que requiere una narración de este tipo sólo puede llevarse a cabo con lecturas, oficio y fiebre narrativa, algo que a Bolaño le sobraba.

Los protagonistas de esta novela, en principio, son Ulises Lima y Arturo Belano, poetas fundadores del movimiento realvisceralista. Y digo en principio porque Lima, Belano y los realvisceralistas representan en la novela muchas cosas. Para empezar Arturo Belano, poeta chileno exiliado en México desde muy joven, es el alter ego del autor, en tanto que Ulises Lima es el de Mario Santiago Papasquiaro, amigo de Bolaño y compañero en el movimiento vanguardista de poesía mexicana conocido en los 70’ como infrarrealismo, que a su vez está representado en la novela como realvisceralismo. Cualquiera con una conexión a internet puede ir comparando las andanzas de Belano y Lima con el derrotero biográfico de Bolaño y Papasquiaro a medida que lee la novela, pronto se dará cuenta de ese componente autobiográfico. Pero además de Lima y Belano, hay retratados en la novela un puñado de personajes secundarios, cuyas vidas también se pueden entrever a medida que la narración avanza, que funcionan como representantes de las vanguardias literarias de los 70’ en una Latinoamérica azotada por las dictaduras y en pleno proceso de renovación artística. El grupo de poetas realvisceralistas son jóvenes con estéticas y pensamientos disímiles a quienes los une, tal vez, sólo las circunstancias y el momento histórico.

La novela empieza con el diario del joven García Madero a fines de 1975, momento en el cuál este personaje se une a los realvisceralistas y conoce a Lima y Belano. Esta primera parte se centra en las andanzas de este joven escritor, en la ruptura con sus tradiciones y en su despertar sexual. A medida que avanza su narración, va conociendo a los poetas vanguardistas y empiezan a aparecer las siluetas de Belano y Lima. Esta primera parte crece en intensidad y se corta en el punto más alto, cuando García Madero se ve obligado a huir de unos delincuentes que quieren matarlo junto a Belano, Lima y una chica.

La segunda parte, que es el corazón de la novela, está compuesta por decenas de testimonios fragmentarios entre 1975 y 1996, de gente que se cruza con Lima y Belano a lo largo de sus vidas y van delineando la de estos protagonistas. A veces aparecen en México, otras veces en Barcelona, Roma, París, Valencia, Israel, Estados Unidos, África… cientos de lugares por los que van pasando Belano y Lima. A medida que se completan las vidas de estos dos misteriosos personajes, empieza a surgir otra figura: la de Cesárea Tinajero, una poeta vanguardista mexicana de los años 20’ desaparecida a cuya búsqueda estuvieron abocados a mediados de los 70’ Lima y Belano. Los distintos testimonios escritos en estilos diversos, además de dar cuenta de los devenires de Lima y Belano en los años que siguen a esa noche del 75’, son pequeñas narraciones de la vida misma de estos distintos personajes que van dando una semblanza de distintas épocas, distintos lugares y distintos ámbitos literarios y artísticos de la última parte del siglo XX. En eso Los Detectives Salvajes funciona como Rayuela, se puede abrir una página al azar y leer cada testimonio como un cuento autónomo, o empezar por un lugar y seguir por otro. Es decir: es posible romper la linealidad de la lectura, aunque la narración, según mi punto de vista, avanza en forma tradicional.

La tercera parte es la continuación del diario de García Madero tras la huída del DF con destino a Sonora, en el año nuevo de 1976. A esta altura se han acumulado hábilmente una cantidad suficiente de enigmas y tensiones a resolver: ¿Qué pasó con Lima y Belano en Sonora? ¿Qué pasó con Cesárea Tinajero? ¿Cómo termina la persecución iniciada al final de la primera parte?… y otro puñado de preguntas menores que seguramente el lector se irá haciendo a medida que lea el libro. Si se develan o no estos enigmas es algo que deberá descubrir cada uno, en ese sentido la novela funciona como un policial, es también una forma de hacer avanzar la narración y de que no pierda la tensión necesaria en una novela de largo aliento.

Además de esta estructura, estos personajes y los múltiples argumentos, evidentes en el texto, hay muchísimos puntos en los que se apoya la novela y que hacen posible varias relecturas, supongo que por eso hay tantas miradas sobre esta novela. El que haya leído además 2666, esa enorme obra maestra póstuma de Bolaño, notará un sinnúmero de paralelismos y contrastes con LDS. Esta es una novela sobre poetas, aquella sobre novelistas, pero en ambas hay un escritor misterioso cuya búsqueda es motor de la novela. Ambas son corales y transcurren en México y en Europa, pero 2666 va de Europa a México y LDS hace el camino inverso. De esta manera podríamos encontrar múltiples relaciones entre ambos libros (aunque también con otros textos de Bolaño), inclusive algunos personajes y fragmentos coincidentes.

Se han hecho muchas lecturas respecto de si es una parodia un homenaje o una semblanza de las vanguardias literarias latinoamericanas de los 70’ y del boom latinoamericano, respecto del paso de Bolaño de poeta vanguardista y revolucionario latino a novelista tradicional español, mimado por las editoriales, respecto de si es o no un “carpetazo histórico” a Rayuela de Cortázar, respecto de si es o no una mirada irónica sobre la candidez y la ingenuidad de aquellos movimientos poéticos juveniles y el proceso de maduración de sus actores, respecto de si el encuentro en la novela de Lima con Octavio Paz representa una reconciliación o una claudicación de la vanguardia, y respecto de un sinfín de cuestiones. Todas estas controversias y miradas no hacen más que reafirmar que se trata de un clásico y que, como tal, admite muchísimas lecturas.

En resúmen: sin dudas LDS es una de las últimas grandes novelas del siglo XX, de alguna manera, busca resumir la historia y el derrotero posterior de las vanguardias literarias latinoamericanas de los 70’ (y también de algunos movimientos que no son precisamente “vanguardias”) y reclama más de una lectura. Además está muy bien escrita y asegura el goce en la lectura de casi cualquier tipo de lector.
Más que recomendada, se trata de una lectura casi imprescindible.

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