Lecturas: Las Cosas

Las cosas es la primera novela de Georges Perec, y tal vez la mejor manera de introducirse en su literatura, ya que a pesar de ser la menos experimental de sus obras, pueden percibirse algunos de los elementos y procedimientos que utilizará posteriormente en su novela más reconocida: La vida, instrucciones de uso.

Las primeras ocho o diez páginas de este libro consisten en una especie de inventario de objetos, conductas, sensaciones y colores minuciosamente descritos en tiempo condicional (HABRÍA una mesa de roble, el sol del atardecer INUNDARÍA las habitaciones, LEERÍAN en un sillón mullido, etc.), lo que crea la sensación de deseo e imposibilidad. Los dueños de esos deseos son Sylvie y Jérôme, una joven pareja parisina que sueña con una vida de lujos y riquezas. Sus aspiraciones, su ideal de realización y sus esperanzas están depositadas exclusivamente en lo material. Ya es casi un lugar común calificar a esta novela como una radiografía escrupulosa de los anhelos de la clase media en la sociedad de consumo, y sin duda lo es, pero sorprende su vigencia casi 50 años después de haber sido escrita y además presagia el sinsentido y el nihilismo que se apoderó de las vidas de las clases acomodadas en las sociedades occidentales durante las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI.

Sylvie y Jérôme tienen empleos precarios y temporales en la industria de la publicidad que empezaba, por ese entonces, a ser el motor del deseo y de la sociedad de consumo. Esa precariedad laboral y la negativa a comprometerse en empleos fijos de jornada completa es lo que paradójicamente obtura la posibilidad de realizar sus deseos. La dicotomía sigue siendo válida: libertad o riqueza, sin la riqueza esos deseos artificiales devienen en frustración, pero para obtener riqueza es necesario resignar libertad, en cuyo caso no se dispone de tiempo para disfrutar esa riqueza, el planteo es tan simple y básico como eso.
La joven pareja vive en un departamento muy chico, en donde los objetos se acumulan y tornan asfixiante el ambiente; pasan su tiempo libre visitando zonas comerciales de artículos de lujo, leyendo periódicos progresistas, yendo al cine y juntándose a cenar con un grupo de amigos que vive como ellos. No hay sexo, no hay proyectos de hijos, no hay relaciones familiares, todo gira en torno a las ambiciones materiales, a esos deseos artificiales, la vida se ordena en relación a las cosas.

En la segunda parte del libro, los amigos del matrimonio empiezan a resignar esa libertad a cambio de la comodidad material que le ofrece un empleo fijo, de a poco Jérôme y su esposa se van quedando solos y entonces deciden mudarse a Túnez, en donde Sylvie consigue un trabajo universitario que les permite sobrevivir dignamente. Deciden alejarse de todo aquello que motiva deseos espurios y vivir una vida retirada de los grandes centros urbanos, creen que eso curará sus frustraciones. Pero ahí tampoco encuentran su camino, sus proyectos se diluyen de a poco, lejos de París, todo se vuelve borroso e irreal, entonces deciden volver a Francia, conseguir un empleo fijo como sus amigos y resignarse a una vida gris y monótona pero más cómoda desde lo material, es decir: a la vida burguesa que tanto parecían aborrecer. El final del libro está narrado en tiempo futuro como contraste del potencial del comienzo.

Casi toda la novela consiste en la enumeración de objetos y situaciones, lo que le otorga un tono distante y casi frío, a priori parece un texto destinado a aburrir, sin embargo Perec logra, con oficio y talento literario, cierto magnetismo seductor y es casi imposible para el lector despegarse del texto.

“Las cosas” es una novelita hermosa, que alcanza por momentos registros poéticos admirables que resisten muy bien la traducción al español. Confirma, además, el viejo axioma literario que dice que para hacer buena literatura no hacen falta argumentos sorprendentes o personajes singulares, en este sentido es una lección de estilo y de procedimientos literarios. Es el mejor libro para introducirse en Perec, pero puede ser, por momentos, un espejo cruelmente realista y vigente de nuestras propias vidas.

Mendoza, Abril de 2016

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