Diario de un mal año (5)
10/07/2017 – Lunes
Empezó el receso invernal para los escolares, no me molesta quedarme con mi hijo todo el día, de hecho me produce más incomodidad llevarlo y traerlo de la escuela diariamente. Me lo llevo a lo de mis padres por la mañana y paso el día ahí, sin entrar a internet, sin tocar la computadora, sin usar el teléfono más que para mandar un par de mensajes, leyendo un poco, mirando televisión, acompañando a mi madre. Voy a la panadería de Gualberto Godoy, el cielo gris sobre las calles de Dorrego me provoca nostalgia de la época universitaria, de lo que podría denominar, con algunas reservas, “mi juventud”.
Llego a casa a última hora de la tarde. Grasso, en un breve intercambio virtual por el chat, me dice que desconfía de la gente que no puede leer y escribir sola, creo que da en el clavo. Esa imposibilidad, esa necesidad de colectivizar el deseo, esa devoción por lo tribal, generalmente atenta contra la lectura, cercena su potencial, ni hablar de la escritura. No creo que esté mal sociabilizar ciertas experiencias, pero antes viene la lectura. Cuando la prioridad es la organización de mítines y eventos literarios yo también, como Grasso, desconfío.
Paradójicamente, mientras más chica es la ciudad, menos posibilidades existen de estar solo; en las grandes metrópolis el anonimato está garantizado y con éste la soledad. Pero Mendoza es, todavía, una ciudad chica, demasiado chica.
11/07/2017 – Martes
Engancho en la tele a Samid, el carnicero que se hizo famoso por fajar en vivo a Mauro Viale, disertando desde el mercado de Liniers. Habla de ciertas oscilaciones en los precios del ganado, dice algo así: «Ayer los precios bajaron porque nadie vino a comprar, por eso hoy los productores trajeron muchas menos cabezas, por los bajos precios; pero como son pocas cabezas el precio ha subido y se vende mucho menos. Mañana, con estos precios, se va a llenar de nuevo de cabezas y nadie va a comprar, los precios van a bajar, así no se puede…»
En la carrera de economía, creo que en segundo o tercer año, nos explicaron algo que se llamaba Modelo de la Telaraña, era un modelo que procuraba interpretar la dinámica de ajuste al punto de equilibrio en determinados mercados, dependiendo de las elasticidades de las curvas de oferta y demanda podía ser un ajuste convergente o divergente. Los ejemplos que ponían los profesores eran de convergencia, pero nadie se animaba a explicar bien y con ejemplos la divergencia. Desde la ignorancia absoluta de este modelo, Samid dio una explicación brillante de ajuste divergente. Hay de vosotros burócratas académicos. Habéis despreciado siempre la experiencia simple y la percepción pura, cuántas horas de estudio nos hubieseis ahorrado aplicando el sentido común.
12/07/2017 – Miércoles
Por la noche termino de releer El Castillo, de Kafka. Creo que ya mencioné que lo había leído por primera vez hace mucho tiempo. Lo había leído de manera seguramente ingenua, incómoda, aquella fue una lectura impuesta inocentemente con la intención de “haberlo leído” más que de hacer la experiencia. No sé si ahora lo leí “bien”, pero al menos esta vez lo disfruté. Cualquier exégesis sobre esta novela está de más, ya se ha dicho y escrito mucho sobre ella, poco se puede agregar. Pero creo que hay que tomar ciertas precauciones antes de leerla; básicamente, como con toda obra canonizada y consagrada, hay que olvidar o suspender el prestigio que la precede, para poder establecer una mirada crítica y un diálogo con el texto. En segundo lugar creo que es mejor evitar lecturas alegóricas, se ha intentado hacer de El Castillo una enorme metáfora de la burocracia estatal, de la religión, de la justicia divina y no sé de cuantas cosas más, son lecturas risibles, patéticas y, sobre todo, limitadas; ese abordaje reclama una búsqueda inútil de significados simbólicos en cada personaje, escena o diálogo, y esa búsqueda opaca el texto. Salvados esos obstáculos sólo se requiere paciencia, tiempo y paciencia para que cada lector descubra su propio castillo.
13/07/2017 – Jueves
Temprano a la mañana me entero que Guillermo Antich recibió una mención en la primera edición del concurso nacional de poesía de la Editorial Municipal de Rosario. Me alegro sinceramente por Antich, es un escritor joven de Mendoza con mucho talento y merece la mención. Concursó con su libro de poemas La Cautiva que me pasó hace un tiempo, un buen libro, con buenos textos y ciertos desbordes narrativos que son característicos de sus poemas. Seguramente lo publicarán.
Es bastante curioso, por no decir preocupante lo que pasa con muchos de los mejores escritores contemporáneos de Mendoza: Antich seguramente será editado en Rosario, a Taglia le publicaron El Río Imaginario en la misma ciudad, Darío Zangrandi publicó su último libro, El Apocalipsis, con la editorial Fadel&Fadel que es de un mendocino pero distribuye en Buenos Aires y no se consigue en Mendoza, Javier Piccolo acaba de publicar su segundo libro Teoría del Derrame con la editorial sanjuanina El Andamio, Marcelo Padilla se auto-editó no sólo su reciente Crónicas Tribales, si no también Poemas Peronistas (2015); lo mismo hizo Pablo Arabena con Trizarra (2015) y El Verano del Átomo (2016) en ediciones artesanales y de circulación limitada. La única editorial de la provincia con poder de fuego la tiene el estado provincial y parece estar apuntando sus cañones hacia el siglo pasado, hacia lugares más cómodos. De ahí en más la misma discusión de siempre: la ausencia de proyectos editoriales sólidos en la provincia. Triste. ¿Triste?
14/07/2017 – Viernes
Aprovecho el día soleado y cálido para llevar a mi hijo a disfrutar de sus vacaciones de invierno. Es cuestión de finanzas: algunos llevan a los niños de viaje, otros al cine, nosotros nos conformamos con plaza y hamburguesas. Antes paso por la Alameda a buscar un libro que le pedí a Taglia. Me quedo charlando con él un rato mientras mi hijo juega en la explanada que hay en San Martín y Córdoba. Llega un tipo con una caja de libros en un taxi y se los vende a los libreros, satisfecho con lo recaudado decide regalar los que le quedan, me tocan dos, uno de Arturo Cancela y otro de Heinlein. Me llama la atención un perro vestido con una especie de remera deportiva verde, les ladra a algunas personas, a la mayoría las ignora, me dice Taglia que el perro no es de nadie, simplemente está ahí, el que le puso la remera verde es uno de los libreros. Después, me cuenta de algunos personajes singulares que suelen merodear por ahí igual que el perro y de las situaciones grotescas que protagonizan, hay todo un universo en ese Paseo Alameda, un buen cronista tiene material para diez buenos textos ahí.
Pasamos por Kingo de calle Las Heras y está lleno, caminamos hasta la sucursal de Patricias y Rivadavia, también lleno, entonces cruzamos a la plaza Independencia. Mientras mi hijo se entretiene en unos juegos nuevos que han puesto yo aprovecho para sentarme al sol a leer tranquilo, no hay nada como leer al sol en invierno. Se nos pasa el tiempo y cruzamos a comer a las 3 de la tarde. En Kingo todavía hay cola, terminamos almorzando a las 4 en Mr. Dog de Patricias y Colón, volvemos a casa algo cansados, caminando despacio, buscando veredas en donde todavía haya sol.
Más tarde me entero por internet que Gastón Moyano ha ganado el Premio Vendimia en la categoría poesía con su libro La Parte de la Prima, lo leí el año pasado y me pareció extraordinario; como están las cosas, el premio puede ser una provocación a cierta corrección política sobreactuada que parecía haberse apoderado de Mendoza. Es un premio muy bien otorgado.
Ayer Antich en Rosario, hoy Moyano en Mendoza, es la consagración de lo que Grasso alguna vez llamó generación asfáltica. Son buenas noticias, ambas me ponen muy contento a pesar de los días abrumadores y difíciles que vengo transitando.
15/06/2017 – Sábado
Paso la tarde en la Alameda, y vuelvo a casa cuando el sol declina y el aire se empieza a enfriar. Camino por San Martín sin pensar en nada. Cenamos temprano y nos entretenemos viendo TV. Después me pongo a mirar por YouTube la adaptación de El Castillo que hizo Michael Haneke en 1997 para la TV austríaca. La versión es bastante fiel a la novela, incluso en los diálogos y el texto que narra la voz en off. Hay algunos saltos, algunas elipsis que le dan al film un perfil algo fragmentario que queda muy bien. La película dura dos horas y termina como la novela: de manera abrupta, en mitad de una frase. Me gusta mucho, de hecho casi no me doy cuenta de la duración. No sé cómo funcionará la película prescindiendo del libro, pero no decepciona a sus lectores. Terminé la novela hace unos días, pero no puedo soltarla, he estado leyendo los apéndices y releyendo fragmentos, el impulso de mirar la película responde a esa dificultad. Me ha pasado otras veces, hay libros que cuesta dejar atrás.
Por otro lado me cuesta decidir con qué libro seguir, la lista de pendientes se ha ido agrandando con recomendaciones, hallazgos y planes de relectura, durante los años que trabajé con editoriales mi biblioteca creció a una velocidad mucho mayor que mi ritmo de lecturas. He incorporado con entusiasmo algunos libros y los he postergado, siempre con la esperanza de que respondan a las expectativas que deposité en ellos. La clave, pienso, es dejar atrás también esa esperanza. En eso, después de todo, consiste la libertad, en perder las esperanzas.
16/07/2017 – Domingo
Me levanto temprano y me preparo el mate. El frío y una fina capa de nieve en los techos humedecen el silencio y la serenidad de la mañana dominical. Leo superficialmente los diarios en internet, un candidato pretende convertirse en “una alternativa progresista” para el electorado. Ah, el progresismo, ese pasatiempo reaccionario y conservador de pequeño-burgués urbano con sentimiento de culpa, que pretende hacernos cómplices de tragedias con las que nada tenemos que ver. Dios nos libre del progresismo argentino.
Por la tarde me pongo a buscar trabajo entre los avisos de internet: ZonaJobs, Bumeram, Postularse, CompuTrabajo, Linkedin…, mando currículum sin demasiada esperanza, sólo para sentir la tranquilidad de “haber hecho algo” para salir del desempleo. Nunca conseguí un empleo con esa estrategia, a lo sumo un par de entrevistas, pero no conozco otra manera de buscar y realmente necesito trabajar, por mi salud financiera y mental.
Mandar currículums para encontrar trabajo, mandar historias clínicas por mail para conseguir pareja, ¿qué diferencia hay?