Diario de un mal año (7)

Diario de un mal año (7)

24/7/2017 – Lunes

Empieza la semana y retomo los trámites bancarios, es algo de nunca acabar, como si cada vez que uno está por llegar le corriesen la meta unos centímetros, una experiencia realmente frustrante.

Me quedo toda la tarde en casa, demorando el final de Los Siete Locos. ¿Por qué esta novela conserva tanta vigencia 88 años después de su publicación? Entre otras cosas porque la decadencia y el fracaso de sus personajes son equiparables a la decadencia y el fracaso de la clase media argentina. Erdosain con su angustia existencial, con sus miserias y sus frustraciones, con su resentimiento y su vocación autodestructiva funciona como símbolo de esa clase media; pero esa es solo mi lectura, en realidad tiene razón Sarlo: no es una novela de claves, es una puesta en escena estrictamente ficcional.
A fuerza de repetir tonterías, se suelen instalar estupideces como verdades, por ejemplo esa muletilla que cada tanto se escucha o se lee sobre que Arlt escribía mal, ja! ¿Así que Arlt escribía mal? me pregunto qué sería, entonces escribir bien.

Por la noche me voy a comer un asado con algunos amigos, lo hacemos en modalidad a la canasta: todos llevamos carne y vinos aceptables. La pasamos muy bien mientras duran las provisiones etílicas, pero en un momento, entrada la noche, se vacían las botellas y a alguien se le ocurre ir a comprar más. Juntamos algo de dinero entre todos y conseguimos una damajuana repleta de un brebaje espantoso y áspero que me cuesta tragar. No sé si por el cansancio o por el efecto del espantoso vino de la damajuana empiezan a caer dormidos todos y nos retiramos tardísimo con Bustamante, en taxi, sosteniendo conversaciones literarias de borrachos insomnes.

25/07/2017 – Martes

Feriado en Mendoza en conmemoración de Santiago apóstol, una fiesta religiosa importada de España. En el resto del país sigue la vida normal, pero acá hay calles vacías, comercios cerrados y esas cosas tan dominicales que humedecen mi percepción con una pátina de nostalgia.
Me quedo en casa todo el día combatiendo con café y mate los efectos devastadores de la damajuana de anoche. No es resaca, no siento náuseas, malestar estomacal, ni dolor de cabeza; es una combinación de cansancio físico atroz con una angustia oscura y vertiginosa. Nada nuevo, nada preocupante, son tiempos difíciles, sólo eso.
Me pongo a leer las pocas páginas que me quedan de Los Siete Locos y se me acaba rápido, inmediatamente agarro Los Lanzallamas y sigo un rato más hasta que empieza a oscurecer.
Pongo la televisión y me quedo mirando la nueva versión de Polémica en el Bar de cuya existencia no estaba enterado. Dejo un rato el programa, me parece patético: Mauro Viale, Chiche Gelblung, Mariano Iúdica y otros ex Tinelli’s boys caídos en desgracia, es casi hipnótico por lo truculento, tiene su mérito juntar tanta sordidez en un mismo programa, aunque el Grupo América lo viene haciendo bastante bien últimamente en todas sus señales. Después me da vergüenza ajena y cambio de canal.

26/07/2017 – Miércoles

Se cumplen hoy 75 años del fallecimiento de Arlt, por casualidad el aniversario me encuentra leyendo el binomio Los Siete Locos / Los Lanzallamas. Busco en los medios alguna referencia y lo único que hay es una nota gris en Infobae que anuncia la inauguración de una muestra fotográfica conmemorativa. La fecha coincide con otro fallecimiento célebre ocurrido en 1952, diez años después que el de Arlt: el de Eva Duarte de Perón que, lógicamente, eclipsa un poco la figura del autor de El Juguete Rabioso. No son vidas paralelas, pero tienen cosas en común: ambos fueron “sujetos malditos” para las elites (literarias, políticas), los dos murieron jóvenes y, sin embargo, lograron trascender, dejar algo que perdura. Hay una anécdota que narra Israel Zeitlin, recogida en el libro Buenos Aires, ciudad secreta de Germinal Nogués, en la que se encuentran por casualidad en un café de calle Corrientes el periodista Arlt y la joven actriz Eva Duarte (antes de ser la esposa de Perón), en medio de un acceso de tos Eva dice en broma “Me voy a morir pronto” y Arlt le responde: “No te aflijás, pebeta. Yo que parezco un caballo, me voy a morir antes que vos. ¿Cuánto querés apostar?” No sé cuánto tendrá de verídica la escena, pero me gustaría que fuese cierta.
Buscando más información sobre esta doble efeméride encuentro el descubrimiento reciente que hizo un tal Marcial Luna: Arlt vivió en la ciudad de Azul, Provincia de Buenos Aires durante un tiempo y trabajó allí como periodista. Fue en 1927, un año antes de empezar a escribir sus aguasfuertes para el diario El Mundo. Al parecer llegó a la localidad bonaerense buscando, como muchos porteños, algo de paz, escapar de la asfixia que imponía la metrópolis que ya era Buenos Aires. Empezó a trabajar para el diario El Régimen de esa ciudad, en donde escribió sólo cinco artículos. Si los datos son verídicos ahí estarían las primeras aguasfuertes de Arlt, ya que antes de eso sólo cubría hechos policiales para el diario Crítica. Pero hay un dato curioso: el primer artículo que salió en El Régimen se titula Impresiones de un porteño en el Azul, ¿qué día apareció publicado? el 26 de julio de 1927. Cosas del destino.

27/07/2017 – Jueves

Me junto a tomar un café con Sabrina Barrego, una escritora de General Alvear que está de visita en la ciudad. Charlamos de sus textos y de textos de otros escritores mendocinos, de la ausencia de industria editorial, del centro, de Alvear y de cosas en general. Hablando sobre algunos episodios anecdóticos me comenta que “está todo muy raro”, me detengo en esa frase porque no es la primera persona a la que se la he escuchado últimamente, varios amigos perciben un clima extraño en la ciudad, yo también tengo esa sensación, no puedo explicar con exactitud de donde proviene ese extrañamiento, pero las cosas han cambiado bastante en los últimos dos años. Hay una especie de desborde de la violencia, una radicalización del pensamiento que atraviesa los discursos, los comportamientos y el uso del espacio público, me doy cuenta de que esos son sólo síntomas de algo más amplio, pero no logro establecer con claridad de qué se trata. Lo fácil es relacionar el “cambio de época” con el cambio de gobierno provincial a fines de 2015, pero sé que el fenómeno excede a las prácticas estatales. El control de la calle se ha endurecido, es cierto, pero también se han endurecido las posturas y las conductas de ciertos grupos, hay una tendencia hacia la fragmentación, a la confrontación violenta, la dinámica en la forma de relacionarse ha mutado.  Probablemente mi percepción tenga que ver con ciertos cambios, con ciertos espacios que se han perdido, con ciertos proyectos que han naufragado y con la improductividad de ciertas experiencias colectivas.
En última instancia podría atribuir esta impresión a un cambio lógico en mi representación subjetiva del mundo debido a la edad o a circunstancias personales, pero el hecho de ser varios los que hemos percibido esta especie de quiebre me hace pensar en algo que está pasando en esta ciudad, algo que me excede, algo que no sé qué es, pero no es bueno.

28/07/2017 – Viernes

Titular del diario El País: «São Paulo captura a su ladrón ilustrado». Se trata de un muchacho de 18 años que fue detenido en una biblioteca municipal. Habiendo notado la desaparición de algunos libros, la institución había decidido instalar cámaras de vigilancia, así lo vieron sustrayendo ejemplares y lo apresaron. Cuando la policía fue a la casa del chico a confiscar más ejemplares se encontraron con 384 libros robados de distintas bibliotecas del estado. Parece que el joven paulista había terminado la secundaria y no podía ir a la universidad por falta de recursos, tampoco conseguía trabajo, entonces decidió dedicar el tiempo a la lectura y no tuvo mejor idea que saquear bibliotecas públicas para conseguir el material. Según narra el artículo de El País alguien le preguntó al muchacho qué hacía con tantos libros que no había devuelto, pero tampoco había vendido, él contestó: “Sobre todo los leía”.
En el último párrafo de la nota dice que la policía confiscó todos los ejemplares, pero desde que se conoció la noticia hay un flujo constante de personas que pasan por la casa del muchacho para regalarle libros. Acá está lo sorprendente, la actividad de leer goza en la sociedad de cierto prestigio que atenúa la culpabilidad del ladrón de libros. Me pregunto qué pasaría con un fanático de pintura expresionista que robara un museo para tener las pinturas en su casa, o con un aficionado a la ópera que extinguiese su sed melómana saqueando disquerías. Seguramente, además de terminar presos, nadie se acercaría a sus casas a llevarles cuadros y discos.
En cambio los aficionados a la lectura gozan de cierta simpatía e indulgencia, le generan ternura a la gente, el tonto de la familia que se queda en su habitación leyendo. Y, en vez de condenarlos por robar libros (porque vamos, ¿quién no ha robado algún libro alguna vez?), les parece simpático, como una travesura infantil, aunque tengan 40 años.
Supongo que ese humilde prestigio de la voracidad lectora tiene que ver con la idea de que leer es bueno, nos lo dicen desde chicos, nos hablan de los beneficios de la lectura, se diseñan programas gubernamentales de promoción de la lectura en jóvenes y niños, nos dan libros aún antes de saber leer, nos incentivan el hábito, nos empujan a una afición sin saber bien porqué. Seguramente es bueno, sí, pero lo que no nos dicen es que, más allá de ciertos límites, se trata también de una afición peligrosa, una actividad cuyo ejercicio excesivo puede volvernos neuróticos, antisociales, escépticos y, sobre todo pobres, muy pobres. Eso habría que avisarle al joven brasilero, él está a tiempo, está bien que le regalen libros pero también hay que alertarlo, después que haga lo que quiera.

29/07/2017 – Sábado

Salgo de mi casa a media mañana, a caminar un poco por ahí, cada vez prefiero más el día a la noche para salir, no sé porqué. Camino hacia el norte por San Juan demorando el paso, después de Garibaldi la calle es prácticamente la misma de hace 30 años, las mismas construcciones antiguas, los mismos árboles, las mismas fachadas, es como si ahí el tiempo no hubiese pasado. Hay un par de librerías de usado, la parte de atrás de la vieja galería Tonsa, la esquina de Trento. Más allá comercios en extinción: mercerías, cotillones, un pequeño local de reparaciones eléctricas y algunos cafés de mala muerte.
Escucho una ráfaga de música que sale desde uno de esos locales y los recuerdos vienen de repente; es We Didn’t Start the Fire de Billy Joel, una de las canciones icónicas de mi post-adolescencia. El estribillo pegadizo me queda retumbando todo el día, me sigue gustando mucho, es una canción inteligente. Se grabó en 1989, acá la oímos por primera vez en el 90’, en esa época la música tardaba en llegar. La escuchábamos con un amigo que no volví a ver, tardamos poco tiempo en darnos cuenta de que la letra consistía en la simple acumulación de hechos y personajes históricos, uno atrás de otro; me acuerdo que tratábamos de identificar la estrofa (sin internet era difícil conseguir las letras) que nombraba a Perón:

Roy Cohn, Juan Peron,
Toscanini, Dancron
Dien Bien Phu Falls,
Rock Around the Clock

Después leí que eran referencias históricas correspondientes exclusivamente al periodo que iba desde el nacimiento de Joel (1949) hasta el momento en que se escribió el tema (1989), y el estribillo intentaba refutar una hipótesis que culpaba a la generación del baby boom (1944/1964) de la decadencia del mundo. Entre 1949 y 1963 hay una estrofa por año, las últimas tres estrofas mezclan elementos históricos de 1964 a 1989. Así, la estrofa de Perón, por ejemplo, corresponde a 1954 y la de The Catcher in de Rye al año de su publicación: 1951.
Hace unos años con otro amigo pensamos que habría que hacer algo similar para el periodo 1989/2015, de ser posible para la Argentina, lo intentamos como actividad lúdica, pero nos faltó constancia y abandonamos antes de llegar a 1992, además quedaba mal en español. Creíamos que era una gran idea, pero revisando YouTube veo que no fuimos nada originales, hay muchísimas versiones muy bien logradas, todas en inglés, la que más me gustó llega hasta 2017 y el estribillo cambia un poco, dice We haven’t stopped the fire en lugar de We didn’t star the fire, pero mantiene bien la intensidad de la canción, respeta las rimas y la cantidad de referencias que acumula es impresionante (Pokemon, la oveja Dolly, Bin Laden, el huracán Katrina, Trump, Yahoo…). Evidentemente Billy Joel podría haber seguido reescribiendo esa canción por años y años sin repetirse.

30/07/2017 – Domingo

Día frío y gris otra vez, la mini primavera de los días anteriores me había hecho olvidar que estábamos en invierno. Sigo con escaso interés las noticias sobre el ascenso de Chacarita y sobre la elección en Venezuela en los diarios digitales.
Desde hace un tiempo, al llegar cerca de fin de mes, el sitio de Clarín me tira el mensaje «Llegaste al número máximo de notas gratuitas por mes / Seguí leyendo Clarín sin límite /  Suscribite ahora» cada vez que quiero entrar a una nota. Intuyo que es el primer paso hacia una modalidad de suscripción paga, un primer paso algo rústico ya que borrando las cookies del navegador o abriendo una ventana de incógnito con Chrome se puede seguir accediendo sin problemas, pero supongo que ya diseñarán algo más sofisticado. No tengo nada en contra de cobrar por los contenidos digitales, de hecho estoy suscripto a un par de sitios, pero no creo que haya mucha gente dispuesta a pagar por noticias y editoriales mal escritas, que dicen poco y que envejecen rápido, no porque no se consuman, si no porque se puede encontrar lo mismo gratis y a raudales en la red. Hay experiencias exitosas en la implementación de suscripciones pagas, también hay muchas fallidas, la clave está en ofrecer algo de una calidad muy superior a las toneladas de contenido gratuito que hay en la red y Clarín está lejísimos de eso. El hecho de haber sido uno de los primeros sitios de noticias argentinos en la red ha creado una inercia que nos lleva a todos a consultar su web como autómatas, como quien consulta a Google, se ha instalado y el hecho de tener más visitas que el resto se debe más a esa inercia que a un diferencial de calidad. Lo que ofrece Clarín en la red lo ofrecen también Infobae, Perfil, La Nación o MDZ y gratis, no hay nada exclusivo, las primicias en internet no existen y los análisis políticos de sus editorialistas son sesgados y previsibles. ¿Alguien está dispuesto a pagar $50 mensuales para leer las rudimentarias columnas de Marcelo Bonelli o las burdas operaciones de Julio Blanck? Bueno, alguien debe haber, pero no creo que esos usuarios tarden en dar de baja sus suscripciones. El gran problema corporativo de enamorarse de sí mismo, como Casciari.

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