Diario de un mal año (9)

Diario de un mal año (9)

07/08/2017 – Lunes

Seguramente arrastrado por el clima que genera la fiesta religiosa de San Cayetano, siento la necesidad de buscar trabajo, miro avisos por internet en Mendoza pero también en lugares en los que me gustaría vivir: Tucumán, la Patagonia, Santiago de Chile… Envío sin demasiada esperanza algunos curriculums. Mientras tanto mi hijo mira cosas en YouTube con mi tablet sin hacer caso a la televisión que está prendida transmitiendo noticias que ya son viejas, en el contraste de esa imagen está la clave que los empresarios de medios aún no logran asimilar. No se dan cuenta de que la extinción de ese monstruo está muy cerca, sólo falta que un par de generaciones logren su independencia económica. Anoche Pergolini se le rió en la cara a Majul en una entrevista cuando éste, regodeándose en su mediocridad, ponderaba las virtudes de la televisión en vivo. No los culpo, hay cosas que nunca vamos a terminar de entender quienes crecimos sin conexión a internet.
Por la tarde, básicamente tomo café. El primero lo tomo solo, en un bar de calle San Lorenzo, mientras leo a Arlt. Después me tomo otro con Mario Japaz, el ingeniero que más sabe de economía en Mendoza. Le paso unos libros de Luis Diego Fernández y la novela Norep de Omar Genovese; después charlamos de las contradicciones del progresismo argentino, de internet y de un profesor de economía que tuvimos en común: Francisco Navarro Vilches, apologista de von Mises, Hayek y toda la escuela austríaca, tan útil para aprender economía y tan estéril para gestionar la economía real. Cuando cursé esa materia me aburrí mucho y desprecié sus conceptos, con el tiempo aprendí a valorar la estructura teórica de don Navarro Vilches. Murió hace poco, fue un docente íntegro en un ámbito académico en el que la hipocresía intelectual y las ambiciones burocráticas son lo que predomina.
Después tomo más café en el centro con mi madre, me dice que el domingo, dada la pobreza de la oferta electoral de la provincia, va a hacer por primera vez uso de su derecho a no votar por ser mayor de 70 años, quizás siga su ejemplo.
Seguramente intoxicado por las tres semanas que he pasado leyendo a Arlt, le digo a Grasso que a Mendoza le falta su Los Siete Locos, me dice que aunque apareciese una novela de esa envergadura en Mendoza, la pasaríamos por alto, es muy probable. La actividad literaria es ingrata e injusta, se exalta y se halaga en el presente a autores y libros que serán rápidamente olvidados, mientras se relega y se desprecia a escritores a quienes el tiempo y los lectores canonizarán. Pienso en John Kennedy Toole y la Conjura de los necios, pienso en La Conspiración de los porteros, de Ricardo Colautti, pero sobre todo imagino a Alberto Rodríguez hijo, corrigiendo su República Canalla en la soledad de una pieza en el Barrio Cano, en silencio, lejos de las luces, de espaldas al olvido. Sí, tiene razón Grasso, tal vez la mejor novela mendocina ya haya sido escrita, o quizás se esté escribiendo, lejos del ruido, las autocelebraciones y los fuegos de artificio vendimiales. Probablemente esté a mano, enfrente de nuestras narices, pero el vértigo del exceso nos impide verlo. El tiempo dirá.

08/08/2017 – Martes

Almuerzo con El Guille, con quien sostenemos una amistad de más de 25 años. Vive desde hace mucho tiempo en San Rafael, pero su trabajo lo obliga a viajar todo el tiempo. Me cuenta de esas pequeñas incursiones por la región de Cuyo, de sus viajes por las rutas solitarias del oeste a la madrugada, de largas esperas en los café de estaciones terminales del interior, de los almuerzos solitarios en bares de provincia, del trato con las pequeñas burocracias locales y de los tiempos muertos en cafés con wifi, siempre yéndose, siempre de paso, siempre en la calle, lejos de la asfixia cotidiana de una oscura oficina kafkiana, un poco lo envidio. También hablamos de cómo esos grupos de amigos, fraguados al calor de un pasado común, con el tiempo y las circunstancias personales, devienen en pequeñas estructuras informales con mecánicas particulares, estructuras jerárquicas, relaciones de poder, y roles individuales determinados por el ejercicio de ese poder, un poder siempre tácito pero reconocible; ahhhh, la vieja imposibilidad de estar solo, esa adolescente necesidad de identificarse a partir de la propia tribu. Después, mientras remontamos Colón, charlamos de Boca Juniors, de su presente y de su futuro. Entrada la tarde nos despedimos en una esquina hasta su próxima incursión en esta ciudad tan hostil con los solitarios. El viejo Guille, siempre me alegra un poco el día.
Por la tarde voy al dentista, después de arreglarme una carie y de diseñarme un “programa de mejoras”, charlamos un rato del absurdo sistema de salud argentino. Vuelvo caminando por calle San Lorenzo ya de noche. Recorro a pie esa arteria de principio a fin (entre San Martín y Belgrano) a diario, dos veces por día, de ida y vuelta, para salvar la distancia entre mi casa y la escuela de mi hijo. Me sorprende el contraste: la que de día es una calle bulliciosa, llena de comercios, con un tránsito constante de peatones y congestión de autos, apenas declina el sol se aletarga. Un par de oficinistas tardíos caminando cabizbajos, una mujer apurando el paso con una bolsa de nylon en la mano, la oscuridad apenas amortiguada por la luz pringosa de una vidriera enrejada y del lánguido alumbrado público, un almacén a punto de cerrar, un maxikiosco semivacío y un pequeño local delivery de pizzas son las únicas señales de vida. Nueve de la noche, toque de queda.

09/08/2017 – Miércoles

Paso la mañana buscando y leyendo trabajos sobre criptomonedas. La charla con Japaz suscitó mi curiosidad. Me interesa básicamente entender las consecuencias de su uso masivo. La cantidad de material académico es sorprendente, ya hay modelos teóricos que desarrollan estructuras monetarias alternativas. Básicamente la oferta monetaria ampliada (M2 en adelante) pasa a ser una variable endógena de cualquier modelo macro, deja de ser controlada por los bancos centrales. ¿Cuáles serían las consecuencias políticas del uso masivo de criptomonedas? ¿Qué pasaría si los estados pierden la potestad de controlar las ofertas monetarias de sus respectivos países? Probablemente se acabarían la política monetaria, la política cambiaria y la posibilidad de regular los mercados financieros, es decir: menos instrumentos de control, menos herramientas de política económica y probablemente límites a la capacidad de establecer políticas fiscales. Estados más débiles, con menos capacidad de controlar y fijar reglas, el sueño de la escuela austríaca.
Al volver con mi hijo de la escuela paso por una librería para comprarle un cuaderno que nos han pedido, pregunto el precio de los crayones (en mi época se decía lápices de grasa, pero ahora son crayones) y el señor que me atiende despliega toda una variedad de productos y me explica las ventajas de cada uno, lo hace con un entusiasmo tal que termino comprando una cajita de 12 crayones a $23. Nunca me atrajo el dibujo de niño, pero últimamente me dan ganas de dibujar, obviamente no sé hacerlo, pero supongo que no importa mucho. Mientras caminamos de vuelta fantaseo con la idea de robarle los crayones al niño y ponerme a pintar cuando nadie me vea, tal vez lo haga, seguramente el entusiasmo durará lo que tarde en llegar la frustración.

10/08/2017 – Jueves

Termino con Los Lanzallamas. En teoría este libro completa la serie iniciada por Los 7 Locos, es su continuación, cierra la historia. Sin embargo, se podría decir que se trata de un texto accesorio, en el sentido que Los 7 Locos se sostiene por sí sola, no necesita de Los Lanzallamas para completarse, en cambio Los Lanzallamas no logra esa autonomía, sin Los 7 Locos pierde fuerza. Dicho de otra manera: leer Los 7 locos, aún prescindiendo de Los Lanzallamas es una gran experiencia, leer Los Lanzallamas sin antes haber leído Los 7 locos es perderse algo. No obstante, a pesar de esta dependencia, es una gran novela, inclusive tiene momentos tanto o más brillantes que los de su antecesora: el monólogo de Elsa en el convento, el diálogo de Hipólita con el Astrólogo, el compromiso de Erdosain con La Bizca, y los monólogos interiores atravesados por la angustia de algunos personajes. Son momentos geniales, que complementan lo que empezó en Los 7 locos. Además el prólogo de Arlt a esta novela es uno de los grandes fragmentos de la literatura argentina, está aquello de la literatura como «cross a la mandíbula» y la famosa sentencia arltiana que sigue siendo universal:

«En realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches.»

Me pasé tres semanas leyendo únicamente a Roberto Arlt, alterné los capítulos de estas novelas con textos de Aguasfuertes Porteñas (indudablemente todo el material que después Arlt trabaja en sus novelas está en esas crónicas urbanas) y con algunos de sus cuentos, tengo ganas de más, pero es tiempo de seguir adelante. Gracias de nuevo don Roberto, usted fue muy buena compañía en este triste y extraño invierno, ya nos volveremos a encontrar, espero que pronto.

11/08/2017 – Viernes

Gastón Ortiz Bandes me manda una reseña excelente que escribió sobre Black Out, el último libro de María Moreno, para subir a la Revista Panero, estaba destinada a las páginas culturales del diario Los Andes, pero por razones de espacio no la pudieron publicar. Una lástima que siempre falte espacio en los medios para este tipo de textos. La ausencia de buenos suplementos culturales en los diarios de Mendoza es notable, antes había algunos que se dejaban leer, ahora hay apenas intentos tibios, aproximaciones, textos cortitos y, en algún diario digital, copy/paste de Ñ. Poco espacio, nada interesante. ¿Por qué? Supongo que porque no existe algo que más o menos se parezca al periodismo cultural, o quizás porque no hay lectores para esa clase de periodismo.
Después voy hasta la terminal a acompañar a un amigo a tomar un colectivo. La vieja terminal de Mendoza, con sus bares de mala muerte, los túneles hediondos que llevan a la calle Alem, los pequeños locales de cosas innecesarias, las boleterías, sus pasillos sucios, siempre transitados por perdedores y trasnochados. En San Luis, en Tucumán y en Neuquén lograron transformar sus terminales de colectivos en algo parecido a un pequeño aeropuerto, aquí varias veces hicieron reformas para tratar de modernizarla, de cambiarle la cara, pero no hay caso, no han logrado modificar demasiado su estética proletaria y tan de los 60’, espero que dejen de intentarlo, a mí me gusta así, un poco lumpen, un poco anacrónica.

12/08/2017 – Sábado

Me voy a visitar a Bustamante, camino hasta Godoy Cruz atravesando oblicuamente el barrio Bombal. Busco entibiarme con los rayos del sol que atraviesan las ramas desnudas de los árboles, es una linda siesta invernal. Con Bustamante tomamos mates y charlamos de algunos escritores mendocinos contemporáneos, de sus textos (muchos de ellos buenos textos) y de su potencial, pero también de sus pequeñas mezquindades y de cierto narcisismo que les dificulta tomar en serio a sus pares y desarrollar proyectos que no fracasen. Vuelvo caminando de noche, bordeando las vías ferroviarias por las que circula un trole que se hace pasar por tren.
En internet encuentro una larga crítica de la obra de Tolstoi, el tipo que escribe le da para que tenga al pobre Lev Nikoláievich, dice que es infantil, aburrido y, encima, ruso. Después justifica todos sus calificativos alegando que él no pudo con Guerra y Paz ni con Anna Karenina. El viejo truco de universalizar nuestras limitaciones particulares para emitir juicios de valor categóricos.

13/08/2017 – Domingo

Camino hasta la escuela para votar en la gran encuesta nacional legislativa. Voy lo suficientemente temprano como para no hacer cola, y lo suficientemente tarde como para no clavarme ante la ausencia probable de algún presidente de mesa. Las cuatro cuadras que me separan de la escuela están desiertas, algunos comercios han abierto pero están vacíos y sólo en las inmediaciones del edificio escolar se nota algo de movimiento. Durante los últimos días he escuchado muchas veces que entre el 15% y el 20% de los votos se decide en el cuarto oscuro, me percato de que estoy dentro de ese porcentaje de la población, siempre es sorprendente verse comprendido dentro de una estadística. Ya en el aula y con el sobre en la mano, dudo un poco y me decido a votar dentro de la única interna real que hay.
Después paso toda la tarde con molestias estomacales que me obligan a reemplazar el mate con té. Tomo varios mientras sigo los resultados electorales por televisión. Me quedo hasta tarde leyendo un poco y espiando cada tanto la evolución del recuento. En las redes sociales y en la televisión la gente parece sorprendida por los resultados, algunos están decepcionados y otros festejan. Como muchos de ellos se han politizado sin entender mucho de política, leen los resultados en términos de ganar o perder, se cargan entre ellos, se insultan, se acusan, lanzan advertencias, se odian, como en un partido de fútbol. Este país es un enorme equívoco, la gran llanura de los chistes.

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