Diario de un mal año (19)
16/10/2017 – Lunes
Feriado primaveral, cálido y luminoso. Me despierto temprano, supongo que por inercia, y trato de volver a dormir, como no lo consigo me levanto y preparo el mate. Leo Black Out de María Moreno, me gusta, está muy bien escrito y es entretenido, su naturaleza fragmentaria y heterogénea habilita una lectura no lineal, prescindiendo de la disposición material de las páginas, una libertad cuya sola posibilidad me entusiasma a pesar de que no utilizarla. Hay anécdotas, hay fragmentos de diarios, hay retratos de época, hay pequeños relatos autobiográficos, hay semblanzas de algunos personajes extintos de la literatura (Claudio Uriarte, C.E. Feiling, Miguel Briante, Norberto Soares, Jorge Di Paola), y el alcohol, los bares y la noche siempre presentes, rozando los textos con referencias tangenciales o bien atravesando directamente las tramas. Supongo que por eso el libro fue leído como autobiografía etílica, pero hay mucho más que eso, de hecho lo más interesante que encuentro en el libro no tiene que ver con la relación entre la narradora y el alcohol. Probablemente cierta crítica cultural haya sido demasiado entusiasta en las apologías de Black Out, haberlo señalado como libro del año es algo exagerado, hay libros mejores, mucho mejores de Moreno, pero este también es interesante.
Por la tarde voy a casa de mis padres, en la biblioteca están casi todos los números de la revista Primera Plana entre 1965 y 1973, busco entre ellas las críticas literarias de Soares a las cuales hace referencia Moreno en su libro, pero como casi ninguna reseña está firmada no logro identificar las suyas. De todas maneras me quedo leyendo esas revistas, la densidad y complejidad de los textos no tiene nada que envidiarle a cualquier artículo de crítica cultural especializado, me pregunto si sería posible hoy una revista con ese espesor intelectual, con esa cantidad de textos, ¿alguien la leería? Encuentro también curiosidades como las listas de los 10 libros más vendidos de la semana, en un ranking figuran La vuelta al día en ochenta mundos de Cortázar, y Cien Años de Soledad, de García Márquez a la cabeza, después otros libros menos conocidos y, probablemente, olvidados. En la crítica musical la mayoría son discos de jazz y algunas sinfonías, poco y nada de rock nacional. Anoto libros y discos para buscar después. También encontré unas ediciones facsimilares de la revista Martín Fierro de la década del 20’, con críticas a los libros nuevos de Girondo y un joven Borges entre otros además de una llamativa y simpática publicidad de la novedad literaria del momento: Don Segundo Sombra. Así se me pasa la tarde, en la máquina del tiempo que funciona en ese estante de la biblioteca de mi padre. Maravilloso.
17/10/2017 – Martes
La semana arranca tarde pero movida. Tuve que hacer faltar a mi hijo a la escuela, no hice tiempo de llevarlo. Por la mañana trámites médicos en el centro y al mediodía paso un par de horas en el edificio del FUESMEN que, al menos, tiene un bufete mucho más decente que otras clínicas y bastante más barato que cualquier bar del centro. Ahí espero, espero y leo otra vez el librito de Ludovico Zapata En la Escollera, es un libro inteligente, un artefacto que desde la palabra pone a funcionar un artefacto cinematográfico, aún sin pantalla. A primera vista parece ser el guión de documental de Zapata, de hecho la portada del libro aclara bajo el título que se trata de un cortometraje, sin embargo al entrar en el discurso y las imágenes que lo acompañan empiezo a dudar. Por un lado el autor habla de sí en tercera persona, y por otro lado se mezclan las imágenes que va creando el texto con las fotografías y explicaciones concretas sobre el propio cortometraje, como si fuese un aparato recursivo, una serpiente que se enrosca sobre sí. Al terminar me queda la impresión de que este objeto alcanza su máxima expresión en la lectura, con lo cual presentarlo como el plan o el borrador de un documental es una astucia, el documental, de existir, será otra cosa, el texto, como tal se sostiene. Es la misma impresión que me dejó Peripecias del No de Luis Chitarroni, que en teoría son los apuntes, los borradores, de una novela malograda, una novela que de ser, hubiese sido otra cosa. Como sea, cuando termino y vuelvo a los pasillos de la institución médica, con sus salas de espera, sus batas blancas, sus enormes ascensores y toda esa estética hospitalaria, me voy imaginando todo ese panorama filmado en 8mm, en blanco y negro, y con una voz en off que podría ser la de Ludovico Zapata.
Por la tarde la noticia, la que todos intuían y nadie quería escuchar, se materializa y se desparrama con la velocidad de la luz por medios y redes, inmediatamente todo se organiza en torno a la muerte. Versiones y reversiones del morbo colectivo.
Hay Cadáveres.
18/10/2017 – Miércoles
Después de un par de semanas me llega un mail que no es spam, es de un conocido que me pide un favor. Otro favor: que le actualice un par de números con el tipo de cambio actual. Para entender lo boludo que me siento hay que retroceder un poco en el tiempo. Hace unos 4 años, recién llegado a Mendoza, el tipo me contactó para que lo ayudase con un proyecto que tenía, una idea de un negocio, una empresa de servicios, proyecto para el cual tenía ciertos contactos y algunos pesos ahorrados, pero necesitaba financiamiento fuerte de algún socio o entidad. Sólo tenía eso, contactos y una idea esbozada en términos muy vagos en unas 8 páginas mal redactadas. Necesitaba poner eso en números, es decir: armar un modelo, calcular costos, medir el mercado, estudiar la competencia, proyectar un flujo de caja, etc. Y después escribir todo eso. Con la promesa de una futura participación laboral en el proyecto, accedí a ayudarlo, gratis, y sí: un boludo. Nos juntamos una tarde en un bar del centro y le di algunas pautas que a mi entender podían funcionar. Al mes me escribió para juntarnos de nuevo, no sabía manejar Excel, por lo que le ayudé a armar un flujo simple para que lo fuese completando. Durante las siguientes semanas me escribió y llamó varias veces y le fui agregando cosas al proyecto, no me molestaba porque tampoco tenía mucho que hacer, quedó algo decente como para arrancar. Desde entonces cada uno o dos meses me escribe o me llama y, como hoy, me adjunta lo que ya había hecho yo, me aporta datos que van tornando complejo el modelo de evaluación y me pide que incluya en ese modelo la nueva información. Por supuesto que voy guardando todo. Hoy, cuando abrí la carpeta que tengo con datos de la inversión, precios, presupuestos, condiciones de financiamiento, convenios laborales, estudios de mercado, etc., me di cuenta de que casi todo lo que tiene se lo he hecho yo, es un modelo que funciona bastante bien, un archivo de 40 planillas de aproximadamente 12 megabytes y un plan de negocios en Word que se va actualizando con esa planilla. No hay nada que no haya hecho, un trabajo que se cobra $20.000 o $30.000 y que lleva un mes yo lo he cobrado a $0,00 por goteo en 5 años. Contesté el mail con alguna excusa, desde luego no pienso seguir haciendo el papel de boludo, pero el daño ya está hecho. Es un garrón no tener trabajo, peor es trabajar gratis, pero trabajar gratis y no darte cuenta ya es demasiado. Lamentablemente pasé por las tres etapas.
Sigo con Black Out. Subrayo: «Yo, como todos, comencé a beber para encontrar el placer y terminé bebiendo, como algunos, para no sufrir.» (p. 246)
19/10/2017 – Jueves
Otra vez las circunstancias y la imprevisibilidad del transporte público de esta provincia me obligan a caminar un par de veces, ida y vuelta, entre Dorrego y la Escuela Quintana. Terminé de saldar una vieja deuda con el banco Galicia, se originó en parte por ingenuidad mía y en parte por la voracidad del banco. Trabajé en relación de dependencia hasta 2013, me depositaban el sueldo en la sucursal del Galicia de Avenida Córdoba casi Junín, cuando volví a Mendoza tenía todos mis ahorros en esa cuenta por lo que seguí utilizando la caja de ahorro. Al principio no hubo problemas, pero cuando se me acabó el dinero dejé la cuenta abierta y, como ya había dejado de ser una cuenta sueldo, se empezaron a acumular comisiones, comisiones por servicios que nunca utilicé, así sin previo aviso. Al tiempo vendieron la deuda a un fideicomiso de esos que compran paquetes de pequeños saldos difíciles de cobrar y ahí me empezaron a llamar, nunca les hice caso hasta que mi esposa aplicó para un crédito hipotecario y saltó mi nombre en el famoso y temido VERAZ. Entonces decidí saldar la deuda y hoy terminé de hacerlo. Es lo que pasa cuando uno no tiene un trabajo fijo, se endeuda y después hay que remar, desahorra. No siento, como creí que me sucedería, alivio por mí ni rencor contra el banco, son cosas que pasan en Argentina, el único país del mundo en donde la rentabilidad de los bancos proviene de ese tipo de comisiones absurdas y no de la actividad bancaria propiamente dicha (prestar a una tasa y tomar prestado a otra). Ahora puedo aplicar a un crédito hipotecario al que de todas maneras no califico por ser desempleado, pero si consigo trabajo tomaré uno, compraré una casa que vi en la calle Mitre, le lustraré las persianas que están bastante maltratadas, y empezaré a rezar para que la próxima crisis licue una vez más todas las deudas hipotecarias del país. Cosas que pasan, claro, cuando uno se acostumbra a vivir con la mierda hasta el cuello, hasta un lecho de rosas apesta.
Grasso me dice que cada vez encuentra más razones para leer y menos para escribir, cruzo esa impresión con el argumento de Beckett que me recordó el otro día mi amiga MM: llegado un punto leer y escribir devienen en actividades casi incompatibles. Entonces, de ser así: ¿Leer o escribir? he ahí la cuestión. Por supuesto que es una dicotomía artificial y extrema, no conozco buenos escritores que no hayan leído mucho; tampoco conozco buenos lectores que no hayan sentido la tentación de escribir. Pero llegado un punto puede tener razón Beckett y tal vez sea necesario decidir. Otra cita que también me pasó MM: «… no leer es algo así como un mutismo pasivo, escribir es el verdadero modo de no leer y de vengarse de haber leído tanto.» (Macedonio Fernández).
20/10/2017 – Viernes
Sigo cerrando lecturas abiertas hace tiempo, liquidé Las Hamacas Voladoras de Miguel Briante, ese primer libro de cuentos que escribió entre los 15 y los 20 años. Son relatos inteligentes, sólidos y bastante entretenidos, el tipo de textos que uno termina de leer e inmediatamente promueven la pregunta ¿cómo hizo este tipo para escribir esto? Más allá de la precocidad de aquel joven escritor de General Belgrano, hay que contextualizar estos relatos escritos y publicados en la época de la experimentación vanguardista cortazariana. A contramano de esas modas generacionales Briante propone una reelaboración del relato borgeano, mestizado con los monólogos interiores de Faulkner y los cambios de punto de vista de narrador de Joyce, tal vez ese tipo de experimentación marginal fue lo que le negó la atención que merecía en su momento, pero el tiempo pone todo en su lugar y hoy, con justicia, su breve pero brillante obra ha sido rescatada, reeditada y, lo más importante, releída con admiración.
Cuando la esquizofrenia se apodera de lo colectivo, lo mejor es resistir la tentación de socializar, mantenerse al margen de la coyuntura, es tiempo de silencio y soledad, de mirar desde afuera cómo se devoran entre ellos, de vincularse individualmente, afectivamente. Quedarse afuera no siempre es malo.
21/10/2017 – Sábado
Los últimos días desnudaron, una vez más, el costado más miserable de nosotros, de esta sociedad argentina modelo 2017. Un cadáver disparó la locura, políticos oportunistas buscando un votito, periodistas inescrupulosos rifando su decencia por una primicia fugaz, y millones de idiotas útiles con algo para decir, glosando la muerte, danzando alrededor de un cadáver, cultivando firmemente esa pasión antropofágica. Miserables de todos los colores políticos y no políticos, todo el coro de anti: los antikirchneristas, los antimacristas, los antisistema, los antimapuche, los antiestado, los anticomunistas, los antiperiodismo, los antiabortistas, los antisemitas, los antiliberales…, todos unidos todos por la misma vocación necrológica, exponiendo su precariedad ideológica con ilustrado odio. Una sociedad que no deja de producir lo que después denuncia padecer. De eso pretendo quedarme afuera, a veces lo consigo, a veces soy parte de la murga.
Salgo a la tarde templada del sábado, camino sin rumbo por el centro hasta que encuentro un bar vacío y con buena luz, me pido una cerveza ¾ y me pongo a leer tranquilo mientras la tomo acompañada de maníes pelados. Después camino hasta la Alameda y me quedo charlando con Taglia toda la tarde a la sombra de un árbol tomando unas cervezas, le canjeo un par de libros que ya no voy a leer por otros de poesía, los libros de poesía rinden más porque a ellos vuelvo una y otra vez. Vuelvo a casa de noche, en plena veda etílica, por suerte mi esposa consiguió cervezas antes del toque de queda. Después nada: libros, TV, YouTube, todo muy tranquilo.
22/10/2017 – Domingo
Elecciones de verdad, no como las de agosto que fueron una farsa. Voy temprano, escuela casi desierta, mesa 60 vacía, hago rápido lo que tengo que hacer y vuelvo a casa a aprovechar lo mejor que puedo el resto de la mañana. Después visita dominical de rigor a Dorrego y vuelta a casa a la peor hora del domingo.
Si los resultados de estas elecciones terminan siendo los que a esta hora parecen consolidarse (en Argentina nunca hay certeza de nada), podemos estar frente a una nueva hegemonía o frente a una burbuja, me inclino por lo segundo. Veamos: desempleo alto, crecimiento de la actividad desparejo y concentrado, consumo de alimentos estancado, salarios creciendo menos que la inflación y abrupta suba de las tarifas de servicios públicos, si con ese panorama poco alentador el gobierno, además de ganar en todo el país, mejora su performance electoral respecto de 2015 se podría pensar en términos de consolidación de una hegemonía. De hecho los candidatos ganadores hablan como si ese caudal de votos fuese el genuino apoyo social a sus políticas, creo que se equivocan. Habría que hacer una encuesta, aunque las encuestas cada vez sirven menos, pero debe haber alguna manera de medir cuánto del voto a Cambiemos es un voto antikirchnerista, yo creo que es una proporción bastante grande, gente que quiere que el kirchnerismo termine de morir a cualquier costo. Mi hipótesis es que gran parte de los votantes de Cambiemos no cree en el discurso edulcorado de autoayuda para gerentes que sostiene el gobierno, tampoco cree que esté mejorando nada, ni que este gobierno lo vaya a mejorar, pero lo vota porque enfrente sigue apareciendo Cristina, vota contra ella, no a favor de alguien. La pregunta es, si efectivamente este es el final del kirchnerismo (cosa que dudo), ¿a dónde irán a parar todos esos votos anti más adelante? Por ahí es hora de armar un partido y ganar las elecciones.