Diario de un mal año (20)

Diario de un mal año (20)

23/10/2017 – Lunes

El peronismo mendocino ayer comprobó que lo de 2015 no fue un accidente, le dieron una paliza en casi todos los distritos e incluso salió tercero detrás del Partido Intransigente del pintoresco Ramón en los departamentos de Capital, Godoy Cruz, Guaymallén y Luján. Esa distribución territorial resulta mucho más alarmante que el escaso 25% final. Por un lado los viejos caciques territoriales y los referentes de liderazgos caducos fueron incapaces de ir más allá de la rosca y las propias ambiciones, pero ellos ya fueron, tienen sus carguitos y sólo buscaban eso. Sin embargo lo que podría venir no es menos preocupante. Estuve leyendo algunas cosas que escribieron muchos dirigentes (muchos ya con carguitos también), referentes y militantes “jóvenes” del peronismo vernáculo en relación a los resultados electorales: “electorado zombi”, “sociedad lobotomizada”, “tienen caca en la cabeza”, “votaron contra ellos mismos”, “burguesitos facistas sin consciencia de clase”, “ya se van a arrepentir”, “un pueblo que vota por globos”…, y cosas por el estilo. El desencanto es entendible, pero hay que recordar que esos mismos zombis lobotomizados con caca en sus cabezas que disfrutan votando contra ellos mismos, hace 6 años le dieron el 54% de los votos al peronismo y probablemente en unos años vuelvan a votarlo, los tiempos cambian. Tal vez esté ahí el germen de la derrota, en esa mirada arrogante de la nueva camada de militantes y dirigentes “jóvenes”, más allá de que por decoro lo expresen públicamente o no, están convencidos de ser intelectualmente superiores y políticamente más lúcidos que el resto de la sociedad, de tener la posta, de que hay visiones correctas e incorrectas del mundo, y esa mirada paternalista y condescendiente (que por supuesto están lejos de justificar con sus precarios argumentos y su dudosa formación política) no funciona, más bien los reduce a una expresión testimonial y minoritaria que puede disputarle votos al FIT. Quizás el peronismo “joven”, al menos en Mendoza, haya perdido dos años y mucha energía tratando de explicar cosas, tratando de hacer docencia, de representar por la fuerza los intereses de quienes no quieren ser sus representados, de hacerse ver, de hacer oír cosas que la gente sabe y en este momento juzga secundarias, tal vez haya perdido mucho tiempo hablando en vez de escuchar. Y eso es peligroso, porque militar no es ir a un centro cultural partidario a convencer a los convencidos, ni a las reuniones para organizar planes de lucha, ni prenderse a todas las marchas y cantar fuerte «Vamo’ a volveeeee«, ni juntarse con compañeros a adoctrinarse endogámicamente en algún bar, eso es el folklore, la consecuencia, no está mal, pero no es lo esencial. Militar consiste en muchas otras cosas, pero la militancia básicamente empieza por escuchar mucho, sobre todo al que votó otras opciones, y en base a eso trabajar, reinventarse. Tal vez sea tiempo de callarse un poco la boca y escuchar, pero escuchar en serio a los otros, con humildad, bajarse del pedestal y escuchar en vez de decirle al resto de los mendocinos lo terriblemente boludos que son, porque de eso a repartir panfletos disfrazados de fantasma en la boca del subte hay muy poco, y por experiencia se sabe: ni los panfletos, ni los fantasmas, generan demasiadas adhesiones.
Por la tarde tomamos café con Terraza en el centro, charlamos de política y de literatura, me dice que Gianuzzi es el opuesto, el contrario de Viel Temperley, poéticamente hablando, por supuesto, es probable, me gusta esa comparación, debería leer de nuevo a Gianuzzi cuando termine con Viel.

24/10/2017 – Martes

Me junto un rato por la tarde con Bustamante, comentamos sobre los espacios que se han ido perdiendo en Mendoza: Pájaros, el Cuarto Propio, La Libre, la Oh…, espacios colectivos muchos de los cuales no llegué a conocer pero que significaron mucho para gran parte de una generación, espacios que marcaron la geografía de una época, tal vez ese mapa pueda leerse en La Preguerra de Grasso. Las nuevas propuestas, los nuevos espacios físicos no han logrado reemplazar a esos espacios como lugar de encuentro, al menos no del todo. Tal vez el nuevo sitio de convergencia colectiva sea Facebook, las redes sociales, esos lugares virtuales en donde todos buscamos inconscientemente ser queridos, reconocidos, elogiados, legitimados. ¿Es eso? ¿O es simplemente que estamos envejeciendo? A lo mejor las generaciones futuras ya no necesitarán salir a la calle para encontrarse, ni una referencia geográfica para juntarse; a lo mejor en esos puntos de encuentro colectivo sólo buscamos eso, afecto, elogios, reconocimiento, que de a poco se sustituye con el placebo de los “Me gusta”. Hablamos de eso, de los proyectos editoriales, de los hijos, no mucho más.
Terminé Black Out, el libro de María Moreno, está bien qué se yo, tal vez tenía demasiadas expectativas puestas en esa lectura, lo habían alabado demasiado y por eso me decepcionó un poco, pero vale la pena, es un libro fragmentario, un ensamble astuto de algunos textos reciclados que ya se habían publicado con algunos nuevos. Subrayé, llegando al final, algo que me pareció iluminador en relación a ciertas adicciones: «El desenfreno es una negociación. Suele ocupar el lugar de algo más insoportable, como el suicidio o la locura. Por eso es común que la cura, al dejar al desnudo al enemigo principal, mate.» (Black Out, María Moreno, p. 403)

25/10/2017 – Miércoles

Pasé la siesta con los dos últimos libros de Viel Temperley Crawl y Hospital Británico, los que le dieron visibilidad y reconocimiento. Son dos libros muy potentes, inigualables, sin dudas, pero me llama la atención que se haga un recorte algo injusto en desmedro del resto de su obra. Forn, en un artículo publicado en Radar, habla de “la normalidad casi anodina” de sus libros anteriores; un escritor prescindible, que suele publicar micro críticas y reseñas en revistas y suplementos, dice en un texto pedante y aburrido que lo previo a Crawl es “malo, predecible y costumbrista (…) parecido a Lugones”; y hay varias lecturas que directamente omiten esos libros previos. Es cierto que no a todos nos gusta lo mismo, pero a mí no me parecen tan malos ni tan anodinos los libros anteriores de Viel, no se puede negar que en todos esos libros ya se vislumbra el delirio místico de Crawl y el desborde epifánico de Hospital Británico. En aquellos sonetitos prolijos y métricos de Poemas con Caballos ya están presentes los temas (el agua, la pampa, el cuerpo, el nadador, el Dios…) con los que Viel trabajará la respiración de nadador en Crawl, y las esquirlas de Humanae Vitae Mia atraviesan 17 años para clavarse en Hospital Británico. Y esa evolución de la cárcel de la métrica al verso libre, de la foto costumbrista a la materialización del lenguaje, puede apreciarse con nitidez a medida que pasan los libros (y los años) a lo largo de la obra de Viel. Hay buenos libros y buenos poemas antes de Crawl, por eso me parece audaz y frívolo despreciarlos.
Después pasé un rato por Leviatán y, mientras el Tupac le vendía libros a alguien, me puse a hojear los Diarios de Kerouac, hice muy mal, ahora lo quiero tener y leer solamente eso, pero carezco de los medios materiales para hacerme con un ejemplar. Necesito conseguir trabajo, para volver a tener una vida normal y para poder comprar ese registro vital de Kerouac. Por la noche me conformo con leer algunos poemas de sus compañeros beats. Algo es algo.

26/10/2017 – Jueves

Otro mal día, de una mala semana, de un mal octubre de un año malo. Por la mañana complicaciones varias, corridas, trámites, médicos, y las vueltas kafkianas de la vida. Hacia la tarde quejas inmobiliarias, complicaciones financieras, incertidumbre y tensión. Esas cosas estresantes que ocurren todas juntas, y la certeza de estar hasta las bolas. ¿Estaré ojeado? ¿Me habrán hecho un trabajo?
Entre medio de todo eso miro de a ratos la TV y los portales de noticias, el tema de la semana es el ex ministro De Vido que cayó preso por temas de corrupción. No se entiende la euforia, la alegría de la gente, mucho menos el morbo de los medios. Fotos filtradas de De Vido esposado, fotos filtradas de las huellas digitales y del registro penitenciario de De Vido, parte médico carcelario de De Vido, qué cenó De Vido en su primer día en la cárcel, cómo está de ánimo Julio De Vido…, ese tipo de cosas. ¿Es necesario? Supongo que sí, a la gente le gusta regodearse en la desgracia ajena, quiere saber detalles de la humillación del otro, al menos eso parece. ¿Qué tipo de satisfacción encontrarán en un tipo preso, por más merecida que tenga la cárcel? Tal vez una satisfacción simbólica, no deja de ser patológica una sociedad que vive más cerca de los símbolos que de la realidad.

27/10/2017 – Viernes

Voy a la feria de ciencias que hay en la escuela de mi hijo, a la sala de 5 le encomendaron una huerta orgánica, cada niño ha sembrado algún vegetal en un cajón de madera lleno de tierra, a mi hijo le tocó rúcula. Lo veo de lejos, al lado de su cajón, explicándole a los maestros que van pasando algo que seguramente le enseñaron de memoria sobre esa planta, desenvolviéndose solo, interactuando por su cuenta con los demás, estableciendo y consolidando su sistema de relaciones con los demás niños. Ya le incomoda un poco que lo abrace delante de sus compañeros, lo entiendo, a mí me pasaba lo mismo, me mantengo al margen como un observador. Me da algo de nostalgia, estoy envejeciendo un poco.
En casa reviso Linkedin, una red social que cada vez entiendo menos, tengo solicitudes de amistad de gente que no conozco, que vive lejos, que habla en otro idioma y trabaja en cosas que no tienen nada que ver con mi profesión ni con mis trabajos anteriores. Antes me entusiasmaba, creía que esa gente me agregaba a su red porque les interesaba mi perfil, que eran portadores de potenciales ofertas laborales, pero con el tiempo me di cuenta de que no, de que son tipos como yo, sin trabajo, sin rumbo, desorientados, que han decidido agregar a todo el mundo a su red para ostentar relaciones o algo así, no sé, gente al pedo supongo. No sé bien para qué sirve Linkedin, para conseguir trabajo no.

28/10/2017 – Sábado

Vamos a almorzar con mis padres a Vittorio, acá a la vuelta de casa. Pido menú gourmet: milanesa con papas fritas y huevos fritos, noto algo decepcionado que don Vittorio ha recurrido al ardid de achicar las porciones para no aumentar los precios, la milanesa es notablemente más finita y de menores dimensiones que hace un par de meses, las papas también son menos abundantes, el huevo no, el huevo es igual: clara en los costados, yema al medio. Después volvemos a casa, mi esposa lleva al niño a andar en bicicleta y yo decido quedarme leyendo adentro del departamento a pesar de la tarde cálida y soleada que me tienta con ir a visitar a mis amigos libreros a la alameda, idea que descarto rápidamente más por pereza que por retraimiento.
Cuando el sol empieza a esconderse mi esposa me llama por teléfono para que vaya a cenar a lo de Maciel y Edu porque ella está ahí. No tengo muchas ganas, pero son de esos pocos amigos que están, que siguen en las malas y que hay que cuidar, además hace mucho que no los veo. Salgo a la calle ya de noche, ha bajado el zonda y están todas las veredas llenas de hojas y esas moras blancas que embadurnan las suelas con algo pegajoso. Camino por esa zona que los fines de semana parece sobrarle a la Avenida San Martín, entre Vicente Zapata y Morón, está todo oscuro y desierto, los comercios cerrados con sus vidrieras apagadas y el sonido de las hojas arrastradas por el viento completan la escena fantasmal y apocalíptica de la avenida silenciosa. La noche del sábado, la caminata solitaria, la cadencia del viento en la copa de los árboles y una tristeza brumosa e indefinida que me acompaña desde la tarde, me provocan la impresión de estar adentro del tango Garúa, sólo falta el frío y la lluvia. Después doblo por Capital de Fragata Moyano hacia el oeste, paso por el Cine Selectro primero, por el reducto del peronismo glam después y llego a lo de mis amigos. Comemos pizza, charlamos un rato, tomamos cervezas y logro disipar un poco esa sensación de melancolía tanguera que traje de la calle. Volvemos a casa temprano y, después de acostar al niño, nos ponemos a ver Mindhunter en Netflix, parece buena, pero no logramos ir más allá del primer capítulo sin dormirnos.

29/10/2017 – Domingo

Paso la mañana leyendo blogs viejos, algunos siguen en pie, otros son piezas de museo abandonadas, hay un puñado de otros más nuevos. Me siguen gustando los mismos que leía en la época de auge de esa plataforma: Días de Darcy de Fander, otro sin título de una tal Ciruela, El infierno de nuestro descontento de Vero que acaba de reactivarse, Resacas de Luc que postea poco pero es uno de los primeros, y otros así de lecturas y cosas rutinarias, que no aspiran a mucho más que al registro urgente, o al ejercicio cotidiano. Había una especie de cofradía implícita en la época de oro de los blogs, muchos de nosotros establecimos relaciones que muchas veces devinieron en amistad. Era una época de exposición, en muchos casos el blog funcionaba como escaparate del narcisismo, no solo literario. Entonces vinieron las redes sociales, primero Twitter, después Facebook y después toda la catarata de espacios 2.0 fueron transformándose en vidrieras, desplazaron de esa función al blog que, curiosamente, se transformó en refugio contra la visibilidad masiva. Ironías del destino: antes escribíamos en los blogs para que otros nos leyesen, hoy volvemos a ellos buscando la tranquilidad de que nos lean 5 o 6 amigos, no muchos más.
Primer fin de semana de fútbol para ricos, por suerte no sufro abstinencia. ¿Para qué vemos fútbol? Por el resultado, por los goles, por aburrimiento. Los goles y el resultado son accesibles inmediatamente (por ahora) a través de internet, de manera que los miro por ahí, me ahorro los 80 minutos restantes y combato el aburrimiento del domingo leyendo un poco y viendo otras cosas en YouTube, creo que hice negocio. De todas maneras siempre quedará la opción de la radio, en donde hasta el partido más aburrido del mundo parece el duelo deportivo del siglo.
La imagen de cabecera es la obra sin título de Maurizio Cattelan (2001). Esta otra de las cabras la subieron a Twitter, no sé quién sacó la foto, pero me parece un buen retrato de época.

Un comentario

  1. Se agradece la mención. El huevo y yo seguimos igual: clara por afuera, pero con un centro impreciso, denso. Qué se puede hacer con esa yema salvo mover las yemas. Salud!

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