Diario de un mal año (21)

Diario de un mal año (21)

30/10/2017 – Lunes

Salgo temprano con el niño a cuestas para lidiar con el sistema de salud, algo a lo que no termino de acostumbrarme y que se me representa como una especie de abismo. Cada contacto con lo medicinal es un pequeño agujero negro que aloja cosas desagradables. Mi vida se ha convertido en un desierto salpicado de esos agujeros negros. Cada trámite, cada visita a los médicos de mis padres, cada estudio es una instancia, la suma define mi calendario semanal. Entre abismo y abismo sólo la espera del próximo abismo, la nada, atravesada por las circunstancias: mi desempleo ya crónico, los problemas financieros y las obligaciones de la casa; a veces aparecen problemas que complican todo: un gasto imprevisto, la inquilina quejándose de una gotera, la psicopedagoga de mi hijo…, esas cosas. Así empieza el lunes, lo supero rápido y tomo café en la calle Amigorena. Después lo de siempre: el almuerzo, la mochila del niño, las peleas por el horario, la caminata lenta por San Lorenzo hasta la escuela y las cavilaciones idiotas de la siesta.
Después de unos meses en los que leer novelas largas era casi una necesidad, he pasado, sin solución de continuidad, a la lectura fragmentaria y salteada, crónicas, diarios, relatos, pero sobre todo poesía. En una época no podía leer mucha poesía, a veces me aburría, a veces me exasperaba, no podía disfrutarla, hasta que dejé de tratar de entender, me liberé de la cárcel de la razón y ahí sí empezó a tener sentido, ahora la lectura de poemas es la única imprescindible. Tengo varios libros de Poesías Completas, a veces los agarro y me quedo en un libro o en una etapa específica del autor; otras veces, como con Viel, sigo el orden cronológico de la poesía completa para ver la evolución de la escritura. Ahora me puse a leer a Joaquín Giannuzzi a causa de un comentario de Gonzalo Terraza, tengo el libro gordo con su Obra Completa en Ediciones del Dock, agarré directamente Las condiciones de la época de 1967, su tercer libro, uno de los que más me gusta. Con Giannuzzi no es necesario prestar atención a esa evolución histórica, hay cambios de un libro al otro, claro, pero es un poeta sólido desde el principio, blindado contra el paso del tiempo. Su poesía es pareja, sin altibajos hasta el final, es como si hubiese tenido todo claro desde el principio. Este libro lo canjeé directamente por Mil Mesetas de Deleuze en la edición de Pre-Textos, un gran libro, difícil de conseguir, un filósofo que disfruté y sufrí mucho, que en algún momento sentí indispensable pero que no voy a volver a leer. En cambio a la poesía de Giannuzzi siempre vuelvo y seguiré volviendo.

31/10/2017 – Martes

Mi trabajo de investigación universitario (mal llamado tesis) trataba de la evolución del déficit fiscal en Argentina entre 1950 y 2001, la terminé en 2003 pero me pareció que el fin de la convertibilidad era un buen punto de corte. Investigué más que nada las fuentes de financiamiento de ese déficit y los impactos de su uso, pero en ese trabajo ya se podía ver con claridad que la estructura impositiva argentina necesita una reforma profunda. Por esa razón esperaba con cierta ansiedad los anuncios del ministro Dujovne al respecto. En Mendoza todos, inclusive los periodistas que operan para el gobierno, enfurecieron por un impuesto al vino que incluye el proyecto. Sé que me gano el repudio de mis con-provincianos, y entiendo que en términos de la economía de la región es una industria importante, pero que el vino no tribute como el resto de las bebidas alcohólicas no deja de ser un privilegio sectorial. Si en este país hasta la leche paga impuestos, ¿porqué no el vino? Al margen de ese impacto local, la reforma tributaria termina decepcionándome, es puro humo, pequeñas bajas compensadas con subas, no cambia nada de fondo y se compran problemas al pedo (como el del vino).
Día áspero, difícil. Camino mucho, demasiado, para cumplir ciertos horarios no laborales pero obligatorios, a veces extraño el auto a disposición 365 x 24. La situación en general y las circunstancias puntuales logran irritarme bastante y termino por esparcir mi bronca en todas direcciones, salpicando a propios y extraños.
Por la noche logro relajarme e incluso revertir un poco el mal humor gracias al excelente partido entre Lanús y River. Después leo un poco y nos quedamos hasta tarde charlando con mi esposa. Terminó octubre, normalmente diría que el año está perdido, pero por alguna razón inexplicable creo que todavía pueden pasar algunas cosas buenas.

01/11/2017 – Miércoles

Por la mañana me llegan de Buenos Aires libros (una combinación de alma caritativa y Mercado Libre) que contribuyen a empezar el día con un poco más de entusiasmo que lo normal. Pasa por el departamento Bustamante y me acompaña caminando a llevar al niño a la escuela antes de partir hacia Chile. Nos quedamos en un banco de la Plaza Italia charlando un poco de algunos proyectos editoriales y fumando. Después me junto con amigos de la secundaria en Beirut, un bar que está en la esquina del departamento y tiene buena cerveza, charlamos un rato de fútbol, de política y de gente. Más tarde voy a buscar a mi hijo a la escuela, como es demasiado temprano me siento en una piedra en la esquina y me cuelgo mirando Twitter en el teléfono hasta diez minutos después del horario de salida. De locos, llego tan temprano que termino llegando tarde.
Leo con placer Las Condiciones de la época de Giannuzzi, quedo atorado en el sexto poema del libro, no porque represente alguna dificultad, si no por la necesidad de releerlo varias veces, como queriendo metabolizarlo de algún modo, me parece maravilloso, lo transcribo:

Este momento
Y por ejemplo tomo este momento,
cuando acurrucando mi edad junto a la mesa,
las moscas entran por la ventana
para girar aquí con una finalidad estricta;
cuando hasta mis zapatos tienen
más sentido de la existencia que yo.
Cuando la tarde, la costumbre de la humedad,
se instalan con su olor fracasado;
cuando esta confusión espiritual
de poder elegir entre afeitarme o ahorcarme
me llena de estupor el cerebro.
Envenenado a solas con los dientes rotos,
sin belleza por fuera ni por dentro,
cuando la frustración se nota hasta en mis uñas;
un individuo seco, tabacoso y argentino,
procurando instalar una fe
en algún retroceso de su batalla mental.
Pero me pagarán todo esto, lo juro,
dondequiera que me encuentre,
adelante o detrás de mis razones,
dentro o fuera del ataúd.

Giannuzzi publicó este poema cuando tenía más o menos 43 años, mi edad actual, quizás por eso siento como si esas palabras hablaran por mí. Tanto escribir para saber qué escribo (Pablo Grasso dixit), tanto balbuceo en este registro inútil, tanto buscar qué palabras ponerle a las circunstancias, para que Giannuzzi lo resuelva en 132 palabras escritas hace 48 años. Por algo él fue un gran poeta y yo apenas su lector.

02/11/2017 – Jueves

Anduve toda la tarde de aquí para allá, llevando y trayendo, pero sobre todo esperando, en esos tiempos muertos en un par de bares y salas de espera terminé Poesía Beat, la selección de Gandolfo de poemas de Kerouac, Ferlinghetti, Ginsberg y Corso. Tardé bastante en leerla, dejé pasar tiempo entre poeta y poeta. Lo de Kerouac está bien, hay dos o tres poemas buenos, igual son mejores sus novelas. Corso no me gusta, es una poesía ingenua, llana, algunos poemas son panfletarios, otros no dicen nada, no es el tipo de poesía que disfruto, pero vale como muestra. Ginsberg es, a mi entender, el mejor poeta de ese movimiento, el heredero de una tradición, en algunos de sus poemas están las huellas de Whitman, de Blake y de Williams Carlos Williams, las traducciones de Gandolfo son muy superiores a otras que he leído, sobre todo la de Aullido. A Ferlinghetti, casi no lo había leído, me da la sensación de que su estética y algunos temas lo acercan un poco a Corso, pero tiene más astucia para tratarlos y más talento para encadenar los versos y usar la repetición que provee de ese ritmo beat a los textos. Es un buen libro, Ginsberg, Ferlinghetti, el prólogo y las traducciones de Gandolfo lo justifican, lo demás es relleno.
Esa devoción que tienen algunos por figurar en el contexto de la vida del resto ante la imposibilidad de ser intérpretes de sus propias vidas…, no sé, me resulta incomprensible.

03/11/2017 – Viernes

Dejo al niño en el centro con mi madre para evitarle el tedio de la espera en una gris oficina pública. Entro temprano, tipo 9, a OSEP, espero sentado en un banco sin respaldo, me distraigo escuchando los reclamos, las quejas y la ira de los afiliados sometidos al kafkiano mecanismo del sistema de salud. Espero poco más de una hora y media y salgo con lo único que fui a buscar: una autorización que se materializa en dos sellos y una firma. Me vuelvo a juntar con mi madre y mi hijo, tomamos café en el centro y vuelvo con el tiempo justo para darle de comer y llevarlo a la escuela. Toda una mañana perdida por dos sellos y una firma.
Voy terminando casi todos los libros empezados y, como no sé con qué reemplazarlos, leo cualquier cosa al azar, leo por leer, por costumbre, por aburrimiento. Poemas sueltos, fragmentos de libros que agarro y vuelvo a dejar, partes de los diarios de Kafka, aguasfuertes cortas de Arlt, cosas así, mezcladas, sin objetivo, sin método, puro hábito, pura inercia.
Por la noche voy a una reunión con ex compañeros de la secundaria, a muchos de ellos no los veo desde hace años, con otros pocos me junto seguido aunque sea un rato en el centro. Todo transcurre armoniosamente, nadie se regodea mucho en la anécdota inútil que suele ser eje de ese tipo de reuniones, lo cuál agradezco. Me entero ahí mismo que tener una tortuga como mascota se ha vuelto sumamente difícil por ciertas regulaciones. No se me habría ocurrido nunca adoptar una tortuga, pero ahora, a la luz de esta nueva información, lo apunto como objetivo a futuro: quiero tener una tortuga que acompañe a la familia por varias generaciones. ¿Se puede tener tortugas en un departamento? También charlamos de otras cosas, de otras personas ausentes y comemos una excelente paella. Vuelvo a casa pasadas las dos, el exceso de Campari seguramente me va a pasar factura.

04/11/2017 – Sábado

Ya no puedo dormir hasta tarde, el reloj bilógico me lo impide a pesar del exceso de alcohol de la noche, supongo que son cuestiones de la edad, la cosa es que antes de las 11 estoy levantado con un hachazo en la cabeza. Me pongo a mirar uno de esos canales con documentales de la naturaleza. Engancho el programa de un tipo que se dedica a cuidar a dos osos jóvenes, los tiene en un enorme bosque atravesado por un arroyo y cercado con alambres, ahí los cuida y les enseña a cazar, a pescar y a procurarse alimentos por sí mismos porque, al parecer, tiene intenciones de liberarlos. El hombre es un tipo de unos 55 años, alto, gordo y de constitución robusta, tiene barba y pelo largo, no me extrañaría que sus amigos lo apodaran “El Oso”. ¿Será que nos terminamos pareciendo a las cosas que hacemos? ¿O más bien deberíamos dedicarnos a cosas que se nos parecen? Después viene otro programa interesante sobre unas mujeres que rescatan pit-bulls abandonados por sus dueños, pero esas mujeres no se parecen nada a sus perros.
Sigo con Giannuzzi; casi todos los libros de poesía tienen cuatro, cinco, a lo sumo diez poemas muy altos y el resto del montón, en La condiciones de la época es al revés: todos los poemas son buenos y sólo conté dos que podría considerar relleno o del montón, el resto son todos fabulosos. Como todos los grandes escritores, Giannuzzi tiene la capacidad de contagiar, su escepticismo respecto de la realidad concreta y esa mirada cáustica de las cosas se me impregna. Salgo a la calle para ir a Dorrego, camino percibiendo todo el paisaje con una extraña desconfianza, pero no deja de ser una sensación agradable. Paso la tarde en lo de mis padres, tomando café y charlando con mi madre de cosas importantes y no tanto. Cuando pego la vuelta, al atardecer, esa extrañeza se ha esfumado. Después de cenar me pongo de nuevo a leer, pero me vence el sueño y me voy a acostar temprano. Tal como lo supuse: lo del Campari el viernes no fue gratis.

05/11/2017 – Domingo

Paso el día adentro del departamento, leyendo mientras espero el partido. De a poco retomo un ritmo de lectura un poco más ambicioso, metódico. Empiezo desde el principio y linealmente La Soledad del Lector de David Markson, un libro que jamás leí de corrido pero que abordé varias veces en forma salteada y que cometí el error de no comprar en el año 2012, cuando salió en español por La Bestia Equilátera. Recuerdo haber leído, con curiosidad e interés, algunos pequeños fragmentos: anécdotas, citas y episodios de la vida de escritores y artistas de todas las épocas, pero me pareció solamente eso, una colección arbitraria y simpática de fragmentos que no valía mucho la pena. Sin embargo cuando caí en la cuenta de que entre esas citas y anécdotas había párrafos que iban esbozando algo parecido a una novela, era demasiado tarde, ya no podía darme el lujo de pagar por el libro. Ahora, en la versión digital que conseguí gracias a un amigo, empecé a leerlo de corrido y me parece maravilloso. No sé si hay trama, argumento o algo parecido, simplemente se van mezclando en el mar de fragmentos algunos bosquejos de esa novela recursiva, autorreferencial, en donde el autor se pregunta sobre los personajes o sobre su propia estrategia narrativa, y mientras tanto El Lector (que es un personaje) va rescatando, como si fuesen utensilios neutros e inofensivos, esas pequeñas curiosidades sobre libros, música, autores y personajes de la historia del arte universal. Dado que ese conjunto se parece mucho a una colección de subrayados, casi todo es potencialmente subrayable, rescato algunas cosas, por ejemplo:

«A poco de empezada la historia, Robinson Crusoe nada totalmente desnudo hasta los restos de su barco.
En el mismísimo párrafo Defoe le hace llenarse los bolsillos de galletas.
»
(La soledad del Lector, David Markson, p.15)
(Me tomé el trabajo de buscar la escena, es totalmente cierto, va sin ropas pero con sus bolsillos llenos de galletas, no creo que muchos se hayan dado cuenta.)

Resignado a no poder ver el partido entre River y Boca, me pongo a escucharlo por radio vía internet, mientras tanto busco algún streaming pirata para verlo. Encuentro uno que se ve bastante bien, de a ratos se corta, pero no mucho. La transmisión tiene casi dos minutos de retraso respecto de los tiempos de la radio y, como el tipo del departamento de abajo lo está escuchando a todo volumen, no me queda otro remedio que cerrar las ventanas. Es el único partido de la dichosa Superliga por el que hubiese pagado, por suerte ya pasó.
Después lo de siempre: el domingo, la caída del sol, la depresión, la posterior resignación nocturna, la cena, la TV, la cama, el miedo…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s