Diario de un mal año (24)

Diario de un mal año (24)

20/11/2017 – Lunes

Feriado, nadie se acuerda porqué, yo tampoco, lo busco en Google: Día de la Soberanía por la batalla de Vuelta de Obligado, en 1845. Llego a una nota de la semana pasada en Infobae, es una encuesta según la cual el 40% de la gente relaciona al peronismo con la corrupción, el robo y la decadencia argentina. Una medida bastante aproximada, cerca del 40% de la sociedad es antiperonista, seguramente debe haber una medida similar de peronistas y el típico 20% que nunca sabe, nunca contesta y termina definiendo las elecciones.
Salgo al mediodía a liquidar diligencias menores, después voy hasta lo de mis padres a dejar dinero y vuelvo a la siesta a casa. Planeo mirar una película cubana que me recomendó hace unos días Grasso, pero me entretengo primero con Kung-Fu Panda, después con Ralph el demoledor y más tarde con Olimpo – Godoy Cruz, de manera que paso toda la tarde sentado en el sillón enfrente de la televisión. De a ratos leo a Francis Ponge en la antología que sacó Gog&Magog. Tomo mates. Sólo eso, intento relajarme, abandonarme a la levedad y el silencio parasitario de este falso domingo.
Busco una novela para leer, estuve un rato largo hojeando la Trilogía de Auschwitz de Primo Levi con la idea de empezar el primer libro: Si esto es el hombre, pero lo recuerdo profundamente triste y, como dije, prefiero una ficción ágil y lineal. Tras coquetear con Chronic City de Jonathhan Lethem y Libertad de Jonathan Franzen, termino decidiéndome por Hospital Posadas de Jorge Consiglio, porque hace bastante que lo postergo, porque es argentino y porque es más portable que los otros. No es lineal, pero sí ágil, entretenido y rabiosamente narrativo, lo cual me viene bien para mañana que amenaza con largas horas en la sala de espera de OSEP.

21/11/2017 – Martes

Llego a las 9:30 a la puerta de OSEP, a la sede renovada de calle José Vicente Zapata. La cola para sacar número llega a la calle. Adentro es todo un caos, gente sentada en las filas de sillas mirando a las pantalla de los números, gente caminando entre esas sillas, gente queriendo entrar a oficinas privadas, gente que va, gente que viene, gente parada, gente en sillas de ruedas, gente enojada, gente desorientada… Me preparo para pasar la mañana ahí. Después de obtener mi número chequeo: tengo el 113 y van por el 68. Salgo a fumar, vuelvo a entrar, consigo una silla, saco el libro de Ponge, antes de abrirlo miro a las pantallas y el número que corresponde a lo que necesito autorizar ya va por el 90. Veinticinco minutos después estoy afuera con todo el trámite listo, y sin haber llegado a leer dos páginas del libro. Impresionante la eficiencia que hay tras esa desorganización aparente.
Paso el resto del día leyendo y jugando con mi hijo que otra vez está sin clases por jornadas docentes.
Consiglio: Hospital Posadas está bien, no es una obra maestra pero me gusta. Dicen que el mundo es un reflejo de nuestra propia mirada, Consiglio logra construir un mundo a la altura de la mirada que tiene su personaje principal: un mundo gris, monótono, abúlico, como él. Hay tres narraciones, o mejor dicho, tres épocas distintas que narra el mismo protagonista: los 70’, los 80’ y el presente en donde se ve una clara influencia de La Novela Luminosa de Levrero. Es justamente el tipo de novela que esperaba leer: entretenida, etérea, realista, un poco melancólica, y muy porteña.
Ponge: Taglia, que habla y lee francés perfectamente, me dijo a modo de advertencia que la traducción tenía ciertas fallas, yo no alcanzo a notarlo pero las notas del traductor dan cuenta de las dificultades con los juegos de palabras que usa Ponge, de todas maneras las constantes y extensas notas al pie (que deben justificar el título de Antología Crítica) me rompen las pelotas y rápidamente las abandono. Ponge es un escritor preocupado por el lenguaje, la naturaleza y la intención de su literatura está en el contenido mismo de algunos de sus textos, se niega a que las palabras pasen desapercibidas, a que sean un mero intermediario, se preocupa de dotarlas de contundencia y de potencia. Siguiendo a Mallarmé, busca hacer ruido con las palabras: «El lenguaje se rehúsa sólo a una cosa, hacer tan poco ruido como el silencio.» (“Notas de un poema”, en Antología Crítica, Francis Ponge, Gog&Magog, 2016). Naturalmente con escritores así, como sucede con Joyce o con Lezama Lima, las traducciones son apenas aproximaciones a sus textos. De todas maneras me gusta.

22/11/2017 – Miércoles

Busco en Mercado Libre la novela de Marcelo Cohen Donde yo no estaba que salió por Norma en 2006. La encuentro a un precio excesivo que no pienso pagar. Editorial Norma decidió en 2010 o 2011 dejar de editar literatura y concentrarse en libros escolares e infantiles. En la Feria del Libro de Buenos Aires de ese año había una mesa en el stand de esa editorial con toda la colección La otra orilla, entre los que estaba el libro de Cohen. Uno de los primeros días pregunté el precio del libro y no me alcanzaba el dinero para comprarlo, como era el único ejemplar le pregunté a un vendedor que conocía de ferias anteriores si había más y me dijo que sí, que me quedara tranquilo. Al día siguiente fui a buscarlo y no estaba más, cuando le pregunté al mismo vendedor me dijo que en el depósito de la editorial habían por lo menos 300 ejemplares más pero que no los dejaban saldarlos porque la empresa había decidido vender los libros como papel, no sin antes molerlos con unas máquinas de picar, para que no tuviesen valor de reventa. No sé si lo que me dijo el tipo será verdad, pero al libro de Cohen no lo vi nunca más ni en saldo. Hay que ser hijo de puta. Me acordé de la quema de libros del CEAL en Sarandí en 1980, de la quema organizada por Goebbels en 1933 en la Alemania nazi, y de la frase de Heinrich Heine: «Allí donde queman libros, al final también se queman personas.»
Un conocido me mandó por mail un libro suyo de cuentos para que lo lea, lo hice atentamente, me aburrí bastante, se lo dije, creo que se ofendió. No entiendo a la gente, en vez de estar agradecidos de que, habiendo tanto para leer, alguien le dedique un tiempo a sus textos inacabados, se ofenden porque la devolución no es la que esperaban. No es la primera vez que me pasa y es incómodo, lo mejor es no leerles nada, decirles esto es superlativo, deberías ganar el Nobel y dejarlos que sigan su camino creyéndose geniales.

23/11/2017 – Jueves

Llegamos, tal como nos indicaron una semana atrás, a las 8:30 en punto, el hall de la clínica es a esa hora un hervidero de gente. Esperamos un poco, hacemos los trámites y subimos al primer piso en donde le asignan una habitación a mi padre. Hasta el mediodía todo es una tensa y desgastante espera, tomamos café en las maquinitas de abajo, charlamos pavadas, salimos a fumar, volvemos a entrar. El hall está lleno de televisores que alternan videos de concientización sobre el cáncer de próstata con noticias del submarino desaparecido. Trato de leer pero no puedo concentrarme. Finalmente llevan a mi padre a hacerle los estudios después de las 13:30, nos vamos a almorzar a un bodegón de la esquina, es un lugar agradable y barato, su rusticidad se nota cuidadosamente planificada pero la comida es abundante y los mozos amables. Mi madre y mi hermana piden el plato del día, yo prefiero no comer nada, me conformo con café cargado. Volvemos, esperamos hasta que vuelven a llevar a mi padre a la habitación y, más tranquilo vuelvo al bodegón a almorzar, pido milanesa con papas fritas, las acompaño con cerveza artesanal que logra relajarme un poco, me quedo leyendo un rato para aprovechar el aire acondicionado, después me dan ganas de fumar y salgo. El resto de la tarde transcurre sin sobresaltos, una maratón de partes médicos, caminatas hasta la farmacia, relevos, café, llamadas telefónicas, todas esas pequeñas cosas de las esperas en clínicas, sucesión de pequeños tiempos muertos, horas devoradas por los mecanismos imperfectos de todo hospital.
Llega la noche, ceno un par de empanadas y relevo a mi madre que se va a dormir. Es una clínica de cirugías menores, hay pocos internados, el lugar queda rápidamente desierto y las recepcionistas son reemplazadas por un muchacho de seguridad. Me dice que tiene órdenes de cerrar las puertas a las 10 de la noche y después de eso sólo abrirle a las urgencias para la guardia, que si quiero fumar que lo haga ahora. Le hago caso, fumo en la puerta, la calle ha quedado desierta hace rato, es una zona tranquila de la quinta sección, pasan pocos autos y un par de peatones demorados. Cuando vuelvo mi padre está dormido y le han dado el alta a su compañero de habitación, lo que me deja libre una cama. Me acuesto y, para no prender la luz, leo en la tablet un rato. Ha sido un día raro. Antes de las 12 me duermo profundamente.

24/11/2017 – Viernes

Son las 6 de la mañana, empieza a clarear, estoy en la puerta de la clínica fumando. Estoy despierto desde las 4, pasé un rato charlando con el enfermero de la noche, que es un fenómeno, y después con el guardia de seguridad, un chico joven que considera su trabajo como algo transitorio. Cuando bajé a tomar un café de la máquina me quedé charlando con él, rápidamente establecimos esa especie de complicidad transitoria y efímera que sólo se da en las salas de espera y en los hospitales. Me dice que para él al submarino perdido lo bombardeó Corea del Norte, asiento sin pensar demasiado, no sé qué decir. Sale a fumar conmigo, se nos une al rato un señor locuaz y afable que se dedica a la limpieza, nos cuenta que hace unos años le regalaron un perro y se le murió de un infarto por los fuegos artificiales de navidad, que desde entonces milita por la prohibición de la pirotecnia, finjo interés mientras pienso, sin animarme a preguntar, en qué consiste concretamente esa militancia. Amanece y subo de nuevo. Al entrar en la habitación el enfermero está sacándole el suero a mi padre. A las 7 le llevan el desayuno: un té con tres galletas. Antes de las 8 llega el médico, nos da indicaciones y el alta. A las 9 estamos en casa de mis padres de vuelta.
Hospital Posadas me empieza a parecer mejor a medida que avanzo. Alguna vez le leí a Borges que el relato breve era ideal para narrar un episodio, pero la novela básicamente debía desarrollar personajes, es lo que hace Consiglio en la suya, está Cardozo, el cuñado de una ex novia del protagonista, que ha sido parte de alguna fuerza represiva en los 70’ y por alguna razón fue despedido; está Mahler, que es un empresario paranoico y obsesivo; está Javier, un quiosquero hincha de Huracán que alimenta su acervo cultural de cosas que encuentra en internet; la punky es una vecina del protagonista, una joven un poco dark a la que lo único que parece interesarle es la historia de Los Beatles; y está el personaje principal y narrador, un tipo tímido y solitario que sobrelleva la vida como puede vendiendo insumos hospitalarios. Todo está narrado con un estilo sencillo, directo, llano, algo monótono (una monotonía medida y planificada que contribuye a un clima pero no aburre), capítulos cortos formados de párrafos cortos escritos con frases cortas, directas, formalmente prolijas, pero sin ninguna floritura. Al empezar el libro esa forma narrativa me remite a los textos mediocres de ese colectivo indefinido que se llamaba Nueva Narrativa Argentina, fallidos intentos de escribir como Carver en español que daban como resultado algo así como malas traducciones de un mal Carver. Pero Consiglio tiene algunos años más que aquellos ex jóvenes, más experiencia, más oficio, más talento y más ambición narrativa. Con esa simpleza se va construyendo una trama mucho más profunda de lo que aparenta ese estilo parco y despreocupado. Todavía no lo termino, pero creo que se trata de un buen libro.

25/11/2017 – Sábado

Me voy a Dorrego y paso la tarde ahí. Leo, miro TV. Como me aburro me pongo a ver en YouTube una entrevista que le hizo Novaresio a Mario Pergolini, tal vez el tipo que mejor entiende de medios y audiencias digitales. Dice muchas cosas interesantes, habla con datos, con datos que son accesibles a todos, lee mucho mejor que sus colegas dinosaurios el futuro de los contenidos audiovisuales, creo que en el fondo se les caga de risa. Alguna información interesante que destaca:

  • El programa de Tinelli tiene 17 puntos de rating, que es mucho en la TV actual, pero el 70% de ese público son mujeres mayores de 55 años, dejó hace tiempo de ser un programa joven, nunca aprendió a segmentar audiencias.
  • Hay gente dispuesta a producir contenidos de calidad y subirlos a YouTube por muchísimo menos dinero que las estrellas de TV, si los dinosaurios no se adaptan y se niegan a cobrar menos por los contenidos que ofrecen, habrá alguien dispuesto a hacerlo, incluso mejor, incluso gratis. ¿Porqué alguien haría algo gratis? Por narcisismo, el motor de la web 2.0.
  • En Twitter, Facebook, Instagram y en las redes sociales en general, los usuarios proyectan la manera en la que desean ser vistos por los demás, la gente publica fotos de asados, de paisajes, de su familia, de sus gatos, imágenes felices e ideas políticamente correctas, etc. En cambio el espejo verdadero es Google, en la soledad del buscador la gente deja información de sus miedos más profundos, de sus miserias, de sus prejuicios, de sus odios y de sus pasiones inconfesables. En Google quedan las huellas de las búsquedas de información sobre enfermedades, sadomasoquismo, snuff, armas, drogas, suicidios, etc. Ambos tipos de rastros digitales sirven, por supuesto, pero si uno quiere ver lo que realmente desea y teme la gente, hay que ir a Google Trends más que a la Big Data de Facebook.
  • ¿Por qué Twitter llevó a 280 caracteres su límite máximo? Para competir directamente con los portales de noticias. El lector promedio de noticias se conforma con un título, una bajada de 120 caracteres y una imagen o video, no pretende más para informarse, con 140 caracteres no alcanzaba para hacer esto, con 280 sobra.

Abandoné transitoriamente a Ponge y sigo únicamente con la novela de Consiglio, he entrado en el modo lector etéreo: nada complicado, nada que demande demasiado, sólo leer para entretenerme, para escaparme un rato. Encontré una novelita corta de Juan José Hernández de 1971, La ciudad de los sueños, me la recomendó un amigo hace tiempo, la estuve hojeando y me gusta, creo que seguiré con eso, después se verá.

26/11/2017 – Domingo

Por la mañana salimos a desayunar al bar de la esquina, todo va bien hasta el mediodía, me empiezo a sentir molesto del estómago, el malestar y la incomodidad van creciendo, me da fiebre y esa sensación corporal espantosa e fragilidad, como si doliese la piel. Me baño, me acuesto y paso la tarde en la cama, sueño cosas raras: Steve Wonder cantando We are the World en el patio de mi escuela primaria; un viejo compañero de trabajo manejando el premetro; Sebrelli predicando discursos evangelistas en la peatonal de Mendoza; gomas quemadas en la puerta de un edificio…, cosas así, imágenes y escenas absurdas. Me despierto a oscuras y mojado de transpiración. Son las 9 de la noche, fumo en la ventana sin lentes, protegido del mundo por mi propia miopía. Después llega mi esposa con mi hijo y lentamente me acoplo a la rutina de domingo.
Sí, Diario de un mal año es el título de una novela de Coetzee de 2007, y Al oeste de Roma es el título de un libro de John Fante, no sé de qué año es, pero tiene dos nouvelles.

 

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