Diario de un mal año (26)

Diario de un mal año (26)

04/12/2017 – Lunes

Otro día gris, frío y algo lluvioso. Esta vez son nubes espesas y la lluvia intermitente es una garúa molesta, muy parecido al invierno. Me he convertido en una de esas personas que se deprimen por el clima, es espantoso. No me hago drama porque leí por ahí que es un tema neurológico, cuando se pierden los colores al cerebro le cuesta encontrar motivación, o sea que no es algo que pueda controlar. Igual me rompe un poco las pelotas.
Además de buscar trabajo por internet y encargarme de llevar y traer a mi hijo, paso el día leyendo La ciudad de los sueños, única novela del poeta tucumano Juan José Hernández, un librito corto y ameno que intenta poner en contraste la vida de provincias chicas y de Buenos Aires durante los albores del primer peronismo. El libro empieza con una cita de Rubén Darío de donde sale su título: “Y la ciudad de los sueños que vienen será Buenos Aires”. Con ese epígrafe puede resumirse toda la novela, que tampoco es tan larga. En la primera parte se narra la vida de provincias con eje en los intentos de la protagonista (Matilde) por escapar de la chatura y el conservadurismo del Tucumán de los 40’. Juega las fichas a una vieja amistad de su adolescencia que vive en Buenos Aires y a quien la alta sociedad tucumana desprecia por haberse casado con un hombre mayor y divorciado. En la segunda parte Matilde llega a una Buenos Aires que reclama un precio alto a los que vienen del interior y consigue, gracias a su amiga, un empleo en una de esas revistas de moda y eventos sociales. La estrategia narrativa es el pastiche: hay fragmentos del diario de Matilde, pequeñas y precisas descripciones, notas de sociales, pequeños monólogos interiores, diálogos parciales entre personajes, cartas, y todas esas cosas que remiten un poco a Puig, aunque Hernández se apoya más en su oficio de poeta que en el folletín y el cine, hay pasajes y descripciones admirables desde el punto de vista poético. El cruce de discursos y registros va trazando una semblanza de época que no ignora el clima social de esos años. De fondo está el contraste entre el avance del peronismo y la decadencia de las últimas oligarquías provinciales, y la creciente figura de Eva Duarte como destinataria de odio y admiración. No es nada original, nada que no se haya escrito, pero es una novelita interesante que coquetea con el costumbrismo y con la narración socio política indirecta.

05/12/2017 – Martes

Menos gris, menos frío. Busco sin éxito en YouTube un video que había encontrado hace unos años, una especie de experimento social en donde un tipo subía a un subte colmado de gente y le pedía el asiento a cualquier persona, a mujeres, hombres, viejos, jóvenes, embarazadas, lisiados, a todos, sin distinción. No había excusas ni explicaciones, el hombre joven entraba al subte, elegía a cualquiera y sólo le pedía el asiento: “señor(a) me puede dar su asiento”. Lo sorprendente es que más del 70% de la gente cedía su lugar sin pedir explicaciones y sin preguntar nada, algunos otros preguntaban pero lo terminaban cediendo y sólo el 10% se negaba a hacerlo. ¿Qué buscaba demostrar este experimento? Que la mayoría de la gente está dispuesta a dar lo que se le pide siempre y cuando no le implique mayores esfuerzos y no se trate de dinero. Esto buscaba confirmar empíricamente una hipótesis más global y de aplicación más dudosa: la gente no consigue lo que quiere porque no lo solicita, le cuesta pedir cosas sin dar mayores explicaciones. No estoy de acuerdo, yo todo el tiempo pido cosas y nadie me da pelota, ni mi hijo, nadie, pero el video era gracioso, lástima que no lo encontré, seguiré buscando.
Llevé a mi hijo a la escuela, menos alumnos que la semana pasada, de hecho él era el único de su sala. La maestra me preguntó amablemente si no me lo quería llevar, noté en su voz cierto tono suplicante, su mirada decía: “no me cagues la tarde libre, llevate al niño”. No pude menos que solidarizarme con ella y me lo traje de nuevo a casa. Mejor, me ahorré la caminata ida y vuelta para ir a buscarlo.
Terminé el librito de Juan José Hernández. Es un Puig más lírico, más formal, más poeta, pero los procedimientos narrativos y los temas son similares. Me impresiona cómo toda la novela está impregnada por la sombra de Eva Perón a la que, sin embargo, nunca se nombra más que por alusiones tangenciales y breves. Me gustó bastante, lástima que Hernández no escribió más novelas, trataré de conseguir sus relatos, creo que los sacó Adriana Hidalgo hace poco. También encontré el ejemplar de Villa del Parque de Consiglio, con cierta decepción compruebo que se trata de una colección de relatos y no de una novela. Yo quería leer otra novelita argentina intrascendente. Ya veré qué encuentro.

06/12/2017 – Miércoles

Tuve que hacer cosas por la mañana, como ya no hay ni taxis en Mendoza me tuve que volver caminando más o menos desde Boulogne Sur Mer y Luzuriaga hasta el centro. Al llegar a casa grata sorpresa: me trajeron de Buenos Aires los Diarios de Jack Kerouac, que sacó hace un tiempo Editores Argentinos en un libro voluminoso y bien editado, con imágenes y una letra de tamaño justo. Había intentado comprarlo hace unas semanas en Leviatán pero se me adelantó Gastón Moyano y se llevó el único ejemplar que había, como en Mendoza no hay otras librerías de verdad me fue imposible conseguirlo, por eso lo encargué a Buenos Aires. Me vino con algún descuento y con un libro de arriba: El Camino Total de Salvador Benesdra.
Hoy directamente opté por no llevar al niño a la escuela, es el penúltimo día y no quiero ir otra vez al pedo como ayer. Durante la siesta me recuesto en el sillón y dormito un poco mientras él se entretiene con la tablet. Después nos vamos caminando a buscar los informes de la psicopedagoga que tiene el consultorio en el Bombal Sur, bien adentro, bien en la loma del orto. Agarramos San Martín derecho hasta 25 de mayo y de ahí subimos casi hasta Beltrán. A la vuelta chequeo todo en Google Maps, entre la mañana y la tarde caminé casi 8 kilómetros. Demasiado.
Me voy un rato a Leviatán, en donde, además del Tupac, están Gonzalo Terraza y Gastón O. Bandes. Más tarde llegan Gastón Moyano y Eduardo Nicolás, más conocido como El Pequeño Nipón. Referencias a Kerouac, a sus diarios y a otros de sus libros, en la librería hay una edición usada y en tapa dura de Visiones de Cody, no pregunto el precio para no tentarme, para no frustrarme. La tarde se vuelve noche y terminamos tomando una cerveza en un kiosco porque no conseguimos mesa en Pardo.

07/12/2017 – Jueves

Ayer Terraza me había hablado muy bien de una película – documental de Martín Carmona que se llama La Juntidad Espeluznante y que fue exhibida a fines de los 90’ y principios de este milenio. Terraza remató la recomendación con un lamento: no está por ningún lado. La busqué en YouTube y, efectivamente, sólo hay fragmentos y cosas así, pero justamente ayer (oh, la casualidad) subieron una entrevista medio pedorra a Carmona en donde se linkea la película completa en la plataforma Veoh. Se trata de un artefacto memorable que tiene testimonios de Néstor Sánchez, Leónidas Lamborghini y Ricardo Zelarayán entre otros, y se propone explorar cierto clima cultural de los setenta. Como el servidor de Veoh está montado sobre una tecnología arcaica, el video se corta a cada rato y a veces no vuelve a arrancar, es difícil verla de corrido. Por eso invierto parte de mi valiosísimo tiempo en explorar el código a ver si engancho el archivo. Finalmente logro bajar el video en formato mp4 con una calidad aceptable. Debería subirlo a YouTube para que sea más accesible y así contribuir desinteresadamente al bien común. En cuanto tenga ganas lo haré, mientras tanto acá está el link.

Acabo de tomar una de esas grandes, severas decisiones de la vida —no presentar mi manuscrito de P&C a ningún editor hasta que lo haya completado, con sus 380.000 extrañas palabras. Esto significa siete meses de ascética oscuridad y trabajo— aunque la duda ya no sea mi demonio, ahora solo hay tristeza.

Así empieza la primera entrada de Diarios 1947 – 1954 de Jack Kerouac. Lo hojeo ansioso y leo maravillado algunos registros al azar. Kerouac consignaba regularmente en esos diarios la cantidad de palabras escritas (nótese que en esa época no había Microsoft Word y había que contarlas a mano). La cita corresponde a la época de escritura de El Pueblo y la Ciudad (de ahí el P&C), su primera novela a la que, aparentemente, ya le había fijado una ambiciosa meta de 380.000 palabras. Pero además de contar palabras Kerouac anotaba infinidad de cosas más interesantes entre las que se puede reconocer al gran escritor de On the Road. Dejo el libro a mano, lo postergo por un par de semanas, pero le dedicaré todo el verano. Probablemente también relea En el Camino.
Paso la tarde tomando cerveza artesanal en el bar de la esquina, conversando con un viejo amigo que vive en España y vino unos días de visita. Coincidimos en que este país no tiene ningún futuro, lo cual es anecdótico para él, que rajó a tiempo de Argentina, y dramático para mí, que no le encuentro la salida. También me cuenta una sórdida experiencia que tuvo en Kenia cuando le alquilaron un departamento que ya estaba ocupado por millones de cucarachas. Un episodio tragicómico, bastante literario, bastante kafkiano, un buen escritor haría un gran relato con eso. También charlamos sobre su trabajo, sobre Big Data y sobre los hijos. Entrada la noche nos despedimos hasta el año que viene.

08/12/2017 – Viernes

Con los Diarios de Kerouac me vino de yapa El Camino Total de Salvador Benesdra editado hace poco por Eterna Cadencia. El subtítulo del libro es sugerente y anticipatorio: “Técnicas no ingenuas de autoayuda para gente en crisis en tiempos de cambio”. ¿Un libro de autoayuda? ¿Eterna Cadencia editando un libro de autoayuda? ¿Benesdra, autor de El Traductor, una de las novelas argentinas más geniales del siglo XX, escribiendo autoayuda? La curiosidad vence al prejuicio y empiezo a leer el libro con interés. El tedioso e intrascendente prólogo de Fabián Casas hace tambalear un poco mi entusiasmo, pero sigo porque eso me pasa siempre con Casas, hace buenas recomendaciones pero por motivos equivocados, lo suyo es más la poesía que la crítica cultural. Volviendo a Benesdra, ya en la introducción la cosa mejora bastante. Empieza destruyendo algunos de los pilares sobre los que se ha construido toda la autoayuda desde Carnegie hasta hoy: el pensamiento positivo, la autoestima y la regla contra el desánimo. Por ejemplo:

«Del mismo modo, no hay frase más usada en un libro de autoayuda que el famoso “no se desanime”, lo que es el colmo de la paradoja, ya que ninguna persona que esté en condiciones de seguir este precepto leería un libro de autoayuda» (pag. 17).

Y así con el resto de los fundamentos comunes a cualquier otro método de autoayuda. Después sigue con una larga pero interesante exposición que se extiende durante el resto de esa introducción, el capítulo 1 y el capítulo 2 sobre la meditación y el zen, del que tomará más adelante algunas técnicas, aunque no todas. Los capítulos 3 y 4 están dedicados al dolor, sus orígenes neurológicos y sus consecuencias psíquicas, los opiáceos naturales y artificiales con sus funciones analgésicas y el modo en que el cerebro reacciona ante el dolor. Todo apoyado por datos duros surgidos de investigaciones científicas. Hasta aquí no hay mucha diferencia con cualquier otro libro de divulgación científica, salvo que Benesdra tiene una escritura muy superior a cualquiera de esos divulgadores. A esta altura y desde mis prejuicios, me pregunto qué hago leyendo autoayuda. Si me fumé los peores libros de Palahniuk y Bret Easton Ellis sólo por ser los autores de Asfixia y American Psycho porqué no hacerlo con el autor de El Traductor. Se lo debo.

09/12/2017 – Sábado

Desde la anécdota de las cucarachas en Mombasa que me detalló y amplió el jueves Cristian, he empezado a prestar más atención al tránsito de insectos por algunas zonas del departamento. Con los calores de las últimas semanas la población parece haber aumentado. Por eso dedicamos la mañana a combatirlas con un veneno que mi esposa compró en el local de San Juan y Don Bosco. Corremos la heladera y encontramos la colonia más grande, las fumigamos y limpiamos, algunas logran huir y las rocío con insecticida en aerosol. Después nidos más pequeños al lado del lavarropas, en algunos rincones y adentro del mecanismo de la aspiradora. El holocausto nos lleva casi toda la mañana. Después me voy a almorzar a Dorrego con mis padres.
Vuelvo a la siesta, a paso lento y buscando el resguardo de la sombra. Por WhatsApp llegan tibios proyectos de un asado a la noche que rápidamente se frustra por falta de lugar y quorum. Salgo un rato a tomar un helado con mi hijo a la heladería Lomoro de la esquina y después paso el resto de la tarde en casa, ordenando un poco, leyendo y combatiendo ejércitos residuales de cucarachas que, arrasadas sus colonias, se dedican a deambular por la casa. Mientras tanto miro de reojo la final de la Copa Argentina por TV.
Días intrascendentes que avanzan hacia la nada. Cavilando sobre esto llego a la conclusión cómoda e irresponsable de que no tengo las herramientas adecuadas para construir una vida medianamente interesante. Es como si en el reparto universal me hubiese tocado un destornillador y una corbata para que me arregle como pueda. Y aquí estoy, después de 40 y pico de años, buscando todavía en dónde están los tornillos de la corbata.

10/12/2017- Domingo

Me levanto temprano y voy a comprar facturas. Después desayuno mirando las redes sociales, los diarios no, ¿para qué? A las fotos de comidas, jardines, familias sonrientes y vinos caros, se han sumado las previsibles imágenes estivales de piletas cristalinas con reposeras y bebidas tropicales, lo que despierta todos mis instintos asesinos. ¿Qué necesidad hay de refregarnos en la cara a quienes nos estamos cagando de calor y de angustia sus felicidades artificiales? Hijos de puta, ojalá que el día de máximo calor se les rompa el aire acondicionado junto con la bomba de agua de la pileta y mueran calcinados.
Paso el resto del día en casa, leyendo y buscando cosas en internet, con este calor mejor evitar la calle. En su libro Benesdra recomienda no resistirse al dolor, separar el sufrimiento del dolor, entregarse a este último, dejar de luchar, porque esa lucha, esa resistencia a lo inevitable es lo que prolonga el sufrimiento. No es la primera vez que leo eso, pero me gusta cómo lo plantea Benesdra, me gusta la idea: aceptar que todo se derrumbe, entregarse al dolor, abrazar el dolor, concentrarse en el dolor, convertirse en el dolor. No dice cómo se hace, tampoco sé si quiero hacer eso, pero suena apropiado y convincente, está muy bien escrito.
Más tarde angustia dominical, perplejidades varias que no vienen al caso, y ciertos titubeos. Necesito una novela o colección de relatos que me ayude a llegar a fin de año, en la mira: Responso de Saer, Pálido Fuego de Nabokov, Momentos de la vida de un fauno de Arno Schmidt, En el camino de Kerouac, Libertad de Jonathan Franzen, entre varios otros, la mayoría libros que ya leí. Lo de siempre con los libros.

«Si pudieras salir de tus penas y salieras de tus penas, ¿sabrías adónde ir fuera de tus penas?» (Antonio Porchia, Voces.)

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