Diario de un mal año (35)

Diario de un mal año (35)

05/02/2018 – Lunes

Mañana calurosa que preanuncia un día infernal. Camino hacia el centro y vuelvo con mi hijo parando para descansar. Después leo en el jardín mientras mi hijo riega el pasto. Bien, el tema de Patria, la primer nouvelle de Sepulcros de Vaqueros, parece más complejo de lo que creí, ahora no estoy seguro de que Patricia Arancibia sea efectivamente una víctima política de la dictadura de Pinochet, creo que es más bien la hija de una familia aristócrata, pero no sé bien como murió porque no se trata de una narración lineal, es más bien de tipo fragmentaria, con muchos personajes, con muchas historias, muchos narradores, muchos tipos de discurso, etc., muy Bolaño. Hay una parte en donde se habla de un avión que me pareció sacada de Estrella Distante.
Después de la siesta, con 38 grados de temperatura, vamos a lo de Marcelo Padilla. Mi hijo se une a varios chicos del barrio que se bañan en una pelopincho y nos quedamos con el Marcelo charlando de todo un poco: del peronismo mendocino de los 80’, de los hijos, de Rubem Fonseca, de Vila-Matas y de Incardona y su imaginario barrial entre otras cosas. Vuelvo de noche al centro a dejar al niño y después a mi casa en donde, con un enorme esfuerzo, termino de ponerme al día con The Walking Dead que ya aburre un poco de tanto repetirse, si no la terminan de inmediato va a pasar como con Lost, a la que le sobraron 2 temporadas.

06/02/2018 – Martes

Hoy murió Liliana Bodoc, una mendocina que trataba de escribir como Tolkien. Vendía muchos libros, era masiva y eso la convirtió en una especie de prócer contemporánea de las letras provinciales, ya de por sí bastante necesitada de próceres. Leí dos de sus libros, las dos primeras parte de su Saga de los Confines, me aburrieron, me parecieron bastante mediocres, también leí otro fuera de la saga que no terminé por las mismas razones. Pero era simpática, me caía bien a pesar de ciertas poses. Y escribir literatura fantástica en Argentina y en el siglo XXI ya es un mérito. La última vez que apareció fue en unas fotos medias patéticas con funcionarios de cultura provinciales en la feria del libro de La Habana. En Twitter muchos contactos exaltan su figura y su literatura, exagerando, supongo que a propósito, la apología. Me cruzo con un par de exégetas de Bodoc, pero sin demasiada convicción, los 280 caracteres le hicieron perder atractivo a las peleas de ese tipo, argumentar con 140 era todo un desafío, ahora es todo más fácil, por lo tanto menos deseable. En fin, el otro día me enteré de que uno de los puesteros de la Alameda es hermano de Bodoc, en su puesto tiene muchísimos libros de su hermana, pero además también tiene muchos libros buenos.
Por la tarde muere una periodista de TN. Por la noche internaron a mi padre en el Hospital del Carmen. Pasé la noche ahí, en la guardia, viendo algunas escenas curiosas y grotescas que sólo son posibles en las guardias nocturnas de los hospitales. Me quedé dormido en una silla incómoda y me desperté con dolor de cuello. En los últimos años he pasado demasiado tiempo en clínicas y hospitales, mucho más tiempo que el promedio de un individuo de mi edad. Nunca fui por temas de salud míos, siempre por gente cercana. Creo que debería haber estudiado medicina.

07/02/2018 – Miércoles

Emplazado en el corazón de Godoy Cruz, 4 kilómetros al suroeste del centro de la ciudad, el Hospital del Carmen es el hospital más viejo de la provincia. Fundado en 1911 pasó a manos del estado provincial en 1950. Fue varias veces reformado y ampliado, el terremoto de 1985 lo destruyó casi por completo y debieron reconstruirlo prácticamente a nuevo, pasó a ser el hospital de OSEP alrededor de 1992. Son las 6.30 de la mañana, leo todas esas cosas en un panfleto viejo que encontré recorriendo los pabellones desiertos del hospital durante la noche en busca del cafetero que, dicen, deambula por el lugar en la madrugada, un cafetero fantasma, un mito de hospital. Estoy sentado en el patio que precede a la guardia, mi padre sigue ahí, en esa guardia, mientras le hacen estudios y le consiguen cama decente. En esa guardia hay 9 o 10 camas y un montón de gente en camillas y sillas de ruedas obstruyendo la circulación de los pasillos. Hay un olor rancio a baño mezclado con lavandina, ese olor a pis viejo que es común en los baños de algunos bares. Empieza a clarear, he pasado la noche viendo desfilar gente por la guardia, observando todo, metiéndome en lugares prohibidos del hospital, recorriendo el laberinto de pabellones vacíos y silenciosos. Necesito café, me duermo, me duele todo. Creo que sería un buen negocio una cafetería dentro del hospital que funcionase sólo de noche, ahí en el patio aunque sea, de día los comercios de alrededor trabajan bien, pero de noche no hay absolutamente nada, ni para comprar un chicle. A las 7 el hospital empieza a poblarse: pacientes para consultorios externos, trabajadores de limpieza, cambios de guardia, laboratorio, farmacia, y lo más importante: un cafetero ambulante, un tipo grandote y afable con la camiseta de Godoy Cruz. Sentado en una pequeña pared de cemento sobre Joaquín V. González tomo el café con dos tortitas. Más tarde llega mi hermana, me deja el auto y vuelvo a mi casa a bañarme, comer y dormir.
Vuelvo a la tarde en el auto, más o menos lo mismo, pero hay varios negocios abiertos alrededor, lo que me permite algunos recreos con cerveza. A mi padre lo han pasado a una habitación común, que al lado de la guardia parece un Sheraton. Me quedo leyendo a Bolaño toda la tarde al lado de una ventana, después me reemplazan y vuelvo a mi casa a cenar y a mirar la primera temporada de Fear the Walking Dead.

08/02/2018 – Jueves

Con mi padre internado todo se complica, somos pocos, nos turnamos para estar ahí con mi hermana, mi madre, mi cuñado y alguna que otra tía que gentilmente se ha ofrecido a ayudar. No hay mucho que hacer, solamente estar ahí en la habitación, atentos a lo que dicen los médicos y enfermeros. Hoy descanso por la mañana, fueron días ajetreados, hace 48 horas que no veo a mi hijo, perdí el turno para sacar el registro de manejar y una entrevista laboral, con lo que me cuesta conseguirlas (aunque no sirven para nada, siempre me descartan a la primera o segunda ronda). Me quedo en casa tomando mates e intentando retomar mi vida, aunque a veces es difícil hacerlo, tantos cambios en tan poco tiempo ya me hicieron perder la punta del ovillo. Ordené algunas cosas y puse el uTorrent a bajar varios capítulos de Fear the Walking Dead, me sorprende que Speedy ande tan bien, muchísimo mejor que Arlink, tantos años pagándole a Vila su servicio de mierda para no caer en el ADSL y resulta que ahora anda mejor, por lo menos en Dorrego, en promedio la velocidad de bajada es de 950 kb/s, y yo que pensaba que los 450 de Arlink valían la fortuna que pagaba. De todos modos en Mendoza sigue sin haber un buen proveedor de banda ancha, tan notoria es esa ausencia que me sorprende la velocidad un servicio de Telefónica, una de las peores empresas del universo.
Por la tarde voy un rato al hospital, pero vuelvo temprano, me compro una cerveza y me siento en el jardín a leer un rato. Más tarde entro, ceno algunas sobras y me pongo a ver algunos de los capítulos de la serie que bajé. En principio me parece mala, o al menos empieza mal. Las series exitosas, que rápidamente se convierten en algo masivo, tienen comienzos fuertes, movidos: Lost, Breaking Bad, la misma The Walking Dead, la serie empieza con la acción y después, una vez que la acción enganchó al espectador se dedica a tejer la trama y desarrollar personajes. Fear the Walking Dead usa la estrategia inversa: en los primeros capítulos sólo se intenta presentar los personajes, sus contextos, sus relaciones, sus historias y hay poca acción, apenas un par de zombies, no está mal, pero el público al que va destinado la serie (básicamente el público aficionado a The Walking Dead) tras dos capítulos sin que aparezca el apocalipsis zombie, se aburre. En la célebre The Walking Dead, a los 15 minutos Rick ya está matando zombies en tierra arrasada, antes de que el espectador sepa quién es; acá tras casi dos horas solamente han atropellado a uno y hay otro que está mordido y no termina de morir y transformarse. Por lo demás la trama, los personajes y sus historias tampoco son buenos, las actuaciones son regulares y tampoco hay grandes escenas, al menos tras los primeros capítulos. La primera temporada son 6 capítulos, llegaré hasta ahí para ver si le sigo destinando mi valioso ancho de banda a este programa.

09/02/2018 – Viernes

Mañana calma. Voy en auto muy temprano al hospital, casi sin tráfico, llego en menos de 10 minutos, con tiempo para tomar un café. Después paso la mañana ahí, leyendo de a ratos, largos ratos que hacía mucho tiempo no tenía, solamente interrumpido por el personal de limpieza y por la guardia de enfermería que me hace salir un par de veces de la habitación. Termino Patria, la primera nouvelle de Sepulcros de Vaqueros. Me había equivocado, fui demasiado entusiasta por el comienzo de ese texto, lo leí esperando que Bolaño narrase cómo había muerto Patricia Arancibia, pero no, la abandona rápidamente y el relato sigue con fragmentos que no se terminan de unir pero que parecen responder a una trama oculta más compleja. Como siempre hay muchos personajes, en Patria que tal vez sean el germen de sus personajes futuros: el poeta Belano, que aquí aún no se llama Arturo si no Rigoberto, las hermanas Pons que remiten un poco las Garmendia de Estrella Distante, Carlos Ramírez recuerda a Ramírez Hoffman de La literatura nazi en América Latina y una doctora Amalfitano que tal vez se haya transformado en el profesor de 2666, esos y muchos más que seguramente alimentaron otras novelas y relatos. Así Patria parece ser un texto no del todo acabado, un borrador abandonado del que salieron otras historias y otros personajes que terminaron en las novelas y cuentos de Bolaño. Una especie de ejercicio de escritura, y a pesar de ello aquí ya está el fraseo, el ritmo narrativo y la prosa digresiva del mejor Bolaño. No sé si este relato es bueno para empezar con Bolaño, pero quienes ya lleven leídos algunos libros suyos seguramente encontrarán aquí a un viejo amigo y a varios conocidos.
Paso la tarde con mi hijo, a quien no veía desde el martes, trato que las circunstancias y las traiciones no se interpongan entre nosotros. Nos sentamos en el jardín a conversar, a hacer planes, a tejer sueños futuros que quizás yo me crea más que él. Salimos cuando baja el sol, caminamos por este que volvió a ser mi barrio, me cruzo con algunos tipos que supieron ser amigos, buenos amigos, hoy apenas cruzamos un frío Qué tal, así somos los seres humanos, herméticos, orgullosos, la amistad no resiste la distancia ni el tiempo, casi nunca, al menos no todas las amistades, y cada vez es más difícil hacer amigos, por eso nos quedamos solos, cada vez más solos con nuestras miserias y nuestros miedos. Volvemos al anochecer, cenamos y nos acostamos temprano, mañana será un día movido.

10/02/2018 – Sábado

Nos levantamos con mi hijo a las 7 a.m. en punto, desayunamos juntos, le doy los antibióticos y armo la mochila. A las 8:20 salimos en el auto hacia lo de mi hermana. La mañana está más fría que de costumbre y en la calle todavía no hay nadie. Dejo a mi hijo con sus primos y parto hacia el hospital. Como no sé bien cómo ir de la zona de Las Cañas en Dorrego hasta Paso de los Andes, improviso: tras algunos rodeos agarro Moldes derecho, cruzo la Costanera y agarro Balcarce hasta Rivadavia, de ahí Paso de los Andes, Salta y listo. Atravieso las entrañas de Godoy Cruz, todo ha sido pintado de morado, desde que la Franja Morada gobierna la provincia y los municipios grandes muchas cosas se han puesto de ese color. Salvo la zona del Tomba, ahí las paredes son todas azules y blancas, han resistido a la ola morada del tal Tadeo, el mulo que puso Cornejo en su rancho. En el hospital hay menos movimiento que de costumbre, todo tranquilo, me siento a leer la segunda nouvelle de Sepulcros de Vaqueros que da título al libro. Aquí ya hay un Arturo que supongo que será Belano, cuenta su infancia y su partida a México. Es un texto distinto de Patria, aquí hay capítulos largos y bien desarrollados, es menos fragmentario y tiene una prosa más sólida. Al parecer es también más autobiográfico que el anterior. Veremos. Leyendo y tomando mate se pasa la mañana y vuelvo a casa con mi hijo, a pasar la tarde con él después de dormir una merecida y necesaria siesta.
Más tarde vamos hasta el hospital a buscar a mi madre y nos vamos a comer al Subway que está enfrente de la Plaza Godoy Cruz que está muy linda, iluminada y colorida (también llena de detalles morados). Mientras comemos, dos parejas de recién casados bajan de sus autos lustrosos y ornamentados para sacarse fotos en los jardines de la plaza. Son dos parejas jóvenes, joviales, nerviosas, pasé por ahí, me dan ternura y algo de compasión, en términos de probabilidades una de esas dos parejas estará divorciada en menos de 5 años, he perdido la confianza en ese tipo de cosas, me hicieron perderla. Mientras yo sólo quiero llegar a casa y que termine el día, para ellos recién empieza, estuvieron preparando esta noche dos meses, tal vez más. Mientras escribo esto tomando un vaso de vino con soda y mirando en TV El último Boy Scout, ellos deben estar terminando la cena, a punto de bailar y tomar hasta no poder tenerse en pie. Después vendrá la luna de miel y después la inexorable verdad, tal vez los hijos, la rutina, los esfuerzos inútiles por mantener vivas las promesas estúpidas de amor eterno, la resignación, la lenta aceptación del error. Y después el despertar a la verdad, las traiciones, el dolor. Lo pienso en retrospectiva y no los envidio. Prefiero estar acá, solo, un poco derrotado, con el orgullo algo magullado, tomando vino con soda y aporreando sin mucha convicción el teclado el sábado a la noche, mientras los demás duermen y Bruce Willis mata gente en la tele.

11/02/2018 – Domingo

Hoy murió mi padre. No sé si fue un buen padre, no tengo parámetros para evaluarlo. Cumplió con su rol de padre mientras pudo y como pudo. Me dejó cosas buenas: varios recuerdos, el amor por los libros, una biblioteca impresionante que ahora sí siento mía, y algunas enseñanzas que sirvieron. Fue un buen hombre, tuvo buenos amigos que hoy fueron a despedirlo. Supongo que también fue muchas cosas que nunca supe descifrar. Quiero creer que ahora está mejor, tuvo una enfermedad corta pero dura y de algún modo es un alivio que se haya terminado. Estuvieron los amigos, los que siempre están en las malas, los que no pudieron venir también estuvieron a su modo, no se los dije pero ayudaron mucho. Año de pérdidas, año de dolor, año de finales. Mal año.

 

 

 

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