Diario de un mal año (36)

Diario de un mal año (36)

12/02/2018 – Lunes

Desayunamos temprano con mi madre y mi hijo. A pesar de que mi padre pasó las últimas semanas en cama casi todo el día, la sensación de que falta alguien en la mesa es notoria. Después nos vamos un cementerio en donde cremarán lo que quedó de él. Tuve que firmar muchos papeles, cremar gente no es una pavada. Se hace con escribanos y filman todo, firman actas, documentan cosas. Me explicaron que en una época, cuando las cremaciones se hacían en el cementerio de capital (que incomprensiblemente no está en capital si no en Las Heras), metían de a 6 o 7 cuerpos seguidos en el aparato incinerador, se acumulaban las cenizas, después dividían todo en 6 o 7 bultos y les daban uno a cada familia, cuando descubrieron eso se reguló todo para que las cremaciones fuesen por turno, de a una, con escribano, filmación y todo eso. En fin, el crematorio al que llevan a mi padre está en un cementerio privado en Godoy Cruz, bien al oeste, un lindo cementerio verde, con una linda vista a la montaña, una capilla enorme y, desde luego, un crematorio. El cotejo debe atravesar todo el barrio La Estanzuela para llegar a destino. Y hasta ahí nos permiten acompañar el cuerpo. Después de eso todos nos vamos, como después de un entierro. Varios vamos a lo de mi hermana en donde tomamos café con medialunas y tortitas.
Por la tarde, en casa trato de leer algo, pero llega mi hermana de visita y me quedo toda la tarde con ella y mi madre. Después viene mi primo con cuatro litros de cerveza artesanal y cuando todos se van a dormir nos quedamos en el patio charlando hasta las 5 de la mañana, nos bajamos todas las cervezas y dos litros de vino. Hacía tal vez 10 años que no charlaba con él, pero me conoce mucho y yo a él, desde chiquitos somos amigos y nos entendemos bien. Hablamos de anécdotas, de mujeres, de trabajo, de fútbol, de literatura y de gente que conocemos. Le dije que no consigo trabajo porque no soy demasiado bueno en nada, me dijo que soy bueno dando consejos sobre ciertas cosas, pero creo que nadie paga por eso.

13/02/2018 – Martes

Martes 13, no te cases ni te embarques, decía mi abuela, como no tengo pensado hacer ninguna de las dos cosas me quedo tranquilo. Feriado otra vez, no hay mucho para hacer. No tengo ganas de ponerme a leer, asique paso la mañana paseando por el barrio con mi hijo y buscando un kiosco abierto para comprar cigarrillos. Después comemos milanesas y me acuesto a dormir un rato de siesta.
Por la tarde empezamos a recibir mensajes y llamadas de gente que se entera de todo por los avisos fúnebres del diario. Después viene mi hermana con algunos sobrinos y nos ponemos con el más grande a jugar al Agar.io, un juego on-line que consiste en acumular masa e ir devorando al más chico a la vez que se intenta no ser devorado por el más grande, como en la vida real. Cae la noche, cenamos con mi hijo y mi madre, miramos tele, no hay mucho más que registrar. Por fin terminó el feriado largo, ahora viene una semana movida, pero quizás eso necesitemos ahora, movimiento.

14/02/2018 – Miércoles

Por la mañana trámites, sin mi padre hay menos cosas que hacer en las clínicas y las obras sociales, lo cual no deja de ser un alivio, pero ahora tengo que hacer todo lo que tenga que ver con pensiones, certificados, seguros, bancos, reintegros, etc. El centro es un infierno, los dos días feriados hacen que todo se haya acumulado y la gente ha salido en masa a los cajeros y reparticiones. Para colmo algún retardado mental ha decidido cortar Peltier y Pedro Molina al mismo tiempo, de manera que la única manera de ir hacia el este termina siendo Don Bosco, la calle más angosta del centro; además están cortadas Patricias Mendocinas y 9 de Julio, o sea que la única manera de ir hacia el sur es por San Martín, cualquier retardado mental sin secundaria completa haría una mejor planificación urbana que los tipos de Ciudad Suárez, pero bueno, ponen flores en las plazas y la gente los vota. Alcanzo a hacer algunas cosas, después tomo un taxi y tardo casi el doble de lo que me demoro caminando hasta Dorrego. Almuerzo. Siesta.
Retomo la lectura de Bolaño, la segunda nouvelle de Sepulcro de Vaqueros me gusta mucho, es una de esas narraciones de Bolaño que parecen escritas con descuido, sin planificación, sin prestar mucha atención a la disposición temporal, el tipo de texto que parece fácil de escribir, pero es una trampa, ya se sabe, es difícil escribir así y dar esa sensación de precariedad. Creo que aquí ya está más definido el Bolaño de Los Detectives Salvajes o de 2666. A la tarde dejo al niño con su madre y me voy a la farmacia y después a vagar por el centro. Termino en Leviatán, le recomiendo a Terraza una novela de Phillip Roth que encontramos entre unas pilas de usados, después me dan ganas de leerla de nuevo, se llama La Conjura contra América, una especie de ficción distópica, una novela histórica y política en donde un presidente antisemita gobierna U.S.A. a mediados de los 40, y en lugar de combatir a los nazis durante la segunda guerra, empieza a firmar acuerdos con Hitler y a perseguir judíos americanos, creo que era así, debería volver a leerla. Pero esa novela, junto con la Trilogía Americana son los mejores libros que leí de Roth.
Vuelvo a casa por la noche, gente visitando a mi madre. Salgo de nuevo, tomo una lata de cerveza sentado en una esquina, pensando, mirando autos, saludando a los vecinos, me siento parte del paisaje barrial. Vuelvo a casa a las 11, caliento ravioles y como tarde, mirando porquerías en TV. Hoy mi hermana compró un auto, me gustó mucho, me dieron ganas de tener uno igual, estoy a años luz de conseguir el dinero para comprar algo así. Necesito trabajo. Necesito una utopía, un cénit, algún blanco al que apuntar. Y dinero.

15/02/2018 – Jueves

Calor y sol por la mañana, después de un enero templado, en febrero parece haber despertado el verano mendocino con toda su furia. Leo poco y nada por la mañana en casa. En Twitter encuentro una foto en la que se ve un pasacalles enfrente de un edificio con la leyenda: «Ivana soy puto, casate con otro», letras grandes rojas y negras sobre un fondo blanco, me causa gracia, pienso en la tal Ivana, pobre, le podrían haber avisado por Whatsapp o de alguna forma más discreta. Después leo en un diario que la foto es de una calle de Telew, aparentemente fue una broma que hicieron los amigos del novio de Ivana, lindos pibes.
Por la noche voy a un asado con algunos compañeros de la secundaria. Es un grupo que se junta casi todos los jueves, a veces me invitan pero no voy casi nunca. Al llegar encuentro a cuatro o cinco de mis viejos compañeros acompañados por dos salteños que aparentemente son enólogos o productores vitivinícolas o algo relacionado con el vino, dos hermanos. Al principio muy simpáticos, después uno toma confianza y empieza a juzgar a la gente por lo que toma o cómo toma. Si le ponés soda al vino está mal. Si tomás cerveza que no sea artesanal está mal. Si le ponés hielo al whisky está mal. Me empieza a hinchar un poco las pelotas eso. Además medio como que la charla empezó a girar en torno al vino, a la gastronomía y a esas cosas frívolas que pertenecen al campo de la experiencia pero que son sumamente aburridas como tema de conversación. Hubo una degustación de whiskys raros, eso estuvo bien. Uno de los salteños dijo que uno de los whiskys estaba muy bien porque tenía buen cuerpo en boca, tuve ganas de hacer un chiste de mal gusto. En un momento uno de los presentes se levanto y dijo que se iba porque los temas eran muy pelotudos y se estaba aburriendo, que prefería hablar de fútbol y cosas así, más terrenales, menos esnob, fue lo más sensato que escuché en la noche. Me levanté y me vine a casa con él. La próxima me quedo viendo Netflix.

16/02/2018 – Viernes

Otra vez trámites por la mañana: boletas atrasadas, cajeros, certificaciones…, en todos lados colas largas. Otra vez el centro es un infierno de gente tratando de resolver lo que dejaron pendiente para irse vacaciones. El calor y los cortes de calles por obras mal planificadas no ayudan mucho. Vuelvo caminando por San Martín, paso por un bar a saludar a mi amigo Guille que hace mucho no veo, tomo un café con él y sigo viaje. Después paso el resto de la mañana lidiando con la burocracia fúnebre, un poco más amable que la burocracia médica, pero igual de inútil e inexplicable. Almuerzo tarde, solo con mi hijo, puchero.
Por la tarde, cuando vuelvo del centro, me siento en el jardín y sigo un rato con Bolaño hasta que empiezo a quedarme sin luz y se levanta un viento cálido intenso que no es zonda pero tampoco parece ser el que anticipa una tormenta.
Antes de irme a dormir miro un par de capítulos más de Fear The Walking Dead. Casi al llegar al final de la primera temporada empieza a ponerse interesante. Creo haberlo mencionado, es mucho más narrativa y de menos acción que The Walking Dead, aquí aparecen pocos zombies y el argumento parece un poco más complejo, pero en el fondo es lo mismo que todas esas series en las que la humanidad enfrenta un apocalipsis: el verdadero enemigo termina siendo humano.

17/02/2018 – Sábado

Vamos con mi hermana a buscar las cenizas de mi padre, los certificados de defunción y de cremación y otros papeles necesarios para empezar a hacer trámites, sucesiones y todo eso. Nos dan todo en una bolsa con la publicidad del cementerio privado de Godoy Cruz, lo cual me resulta un poco macabro. De ahí vamos a una iglesia de la Quinta Sección en donde es posible dejar los restos para que queden ahí, en un lugar especialmente destinado a cenizas. Pagamos, firmamos más papeles y nos dan una urna para las cenizas de dimensiones distintas a la que nos dieron los del cementerio. Por suerte las cenizas vienen en una bolsa sellada, con lo cual hacemos rápidamente y sin problemas el cambio de urna. Por la tarde vamos a la iglesia en donde el párroco improvisa una pequeña ceremonia de 10 minutos para dejar ahí a mi padre. Van varios familiares a acompañarnos y todos se quedan a escuchar misa. Yo salgo a fumar, pero me da un poco de apuro y vuelvo a entrar. Hacía por lo menos 14 años que no escuchaba una misa completa, sigue siendo igual con pequeñas variaciones. La gente que va mucho a misa hace todo en piloto automático, pero realmente son curiosas y ocurrentes algunas partes de la ceremonia. Me entretengo un rato imaginando signos de interrogación al final de cada una de las oraciones, letanías o como se llamen las aseveraciones que todos repiten de memoria. Después salgo y hablo con un primo de fútbol.
Voy con mi madre y mi sobrino a cenar a la esquina de casa, a un restaurante peruano que empezó siendo un tugurio en donde servían picante de gallina y cerveza barata, pero que se puso de moda y ahora trabaja con reservas, tiene mesas con copas distintas para el vino y el agua, se llena de gente y tiene distintos ambientes con aire acondicionado. Los precios subieron un poco, pero siguen siendo buenos, los platos son muy generosos y termino comiendo, además de mi plato, lo que dejan mi sobrino y mi madre. Sigo leyendo poco y nada, no es falta de ganas, es que hay veces que no me alcanza.

18/02/2018- Domingo

Busco a mi hijo y de ahí me voy a comprar leña, pan, tomates, cebollas y a recoger ramas secas de los restos de una poda reciente que hay en una calle de Dorrego. Llego a casa y nos ponemos a hacer el asado del domingo que venimos postergando desde hace varios meses por razones obvias. Me gusta hacer asados, no creo que sea una ciencia, ni creo que se necesite demasiado talento para que salga bien. Solamente hay que comprar buena carne y evitar apurarse para que la carne no se arrebate, lo demás es chamuyo. Vienen mi hermana con mi cuñado y todos los niños y alargan la sobremesa hasta las 6 de la tarde. Durante toda esa sobremesa me baño, duermo una siesta, hablo por teléfono con un amigo, leo algunas páginas de Bolaño y voy al kiosco a comprar cigarrillos. Básicamente en eso consiste el domingo, en alargar la sobremesa para retardar lo más que se pueda la depresión inevitable.
Me escribe una amiga de Europa, me dice que estuvo mirando mis redes sociales y que tal vez las empresas hagan lo mismo y por eso no consigo trabajo. Hace unos años pensé lo mismo y bloqueé todas mis cuentas para que sólo las puedan ver los amigos. Nada cambió, ojalá mi problema fuese solamente el uso que le doy a las redes sociales, creo que es otra cosa, incluso creo que me excede Cualquiera con más de 40 que se quede sin trabajo, es altamente probable que no consiga nunca más un trabajo tradicional en relación de dependencia. Otro amigo, argentino pero que también vive en Europa, se quedó sin trabajo hace dos años y no consigue nada en ningún lado, tiene un MBA, un doctorado, habla tres idiomas y fue gerente en distintas áreas de empresas reputadas. Otro, el hijo de un amigo de mi padre, también 40, vive en Australia y está por volver porque lo despidieron hace 10 meses y tampoco consigue nada, también MBA, también idiomas, también bueno en lo que hace. Sigo buscando igual, sin mucha convicción, de algo hay que vivir. Pensando en estas cosas se me hace de noche, me deprimo bastante y me pongo a ver Banfield – Boca en una web que piratea fútbol argentino.

 

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