Diario de un mal año (40)
«Han dejado de engañarte,
no de quererte.
Y te parece que
han dejado de quererte»
(Antonio Porchia)
12/03/2018 – Lunes
Creo que, por enfocarme excesivamente en el lado miserable de mis circunstancias, no estoy usufructuando bien este territorio (nuevo para mí) que se constituye en la intersección de la flamante soledad, el desempleo habitual y la madurez suficiente para rechazar las ficciones que ofrecen ciertos hábitos nocturnos. O sea: estoy desaprovechando el tiempo, lo desperdicio en libros, películas, series y especulaciones emocionales de cuarta. Debería organizarme un poco y tal vez se me ocurra algo lucrativo. Pero no hoy porque me levanto de muy mal humor. Salgo a hacer compras apurado porque mi hijo debe almorzar temprano, traigo hamburguesas de pollo. Al volver a casa hay una especie de conciliábulo improvisado de señoras de la cuadra, entre quienes se encuentra mi madre, en la vereda de mi casa. El tema: el pericote que anda por la zona, parece que duerme en el árbol de la esquina y va por los cables, todas lo han visto. Las escucho un minuto e intervengo: no es que hayan visto todas el mismo pericote, está lleno de ratas, no sólo esta calle, toda la ciudad está infectada de roedores, lo que pasa es que, como las palomas, se vuelven cada vez más audaces y ya no se esconden tanto. Se escandalizan, debaten un rato y se van juntas a la ferretería a comprar veneno para ratas, después me hacen imprimir una nota para el intendente que, por supuesto, jamás leerá. Más tarde, mientras mi hijo almuerza, leo noticias deportivas en internet.
Por la tarde nada del otro mundo: problemas sanitarios en el departamento de mierda de calle San Juan, los inquilinos se quejan, les mando un plomero; sigo con las mismas lecturas: Céline y Barón Biza más que nada; charlas casuales con un par de amigos en un café del centro, la conversación es demasiado coyuntural para mi estado de ánimo, por eso me aburro, pongo una excusa y me voy. Caminando de vuelta a casa me encuentro a un ex compañero de la facultad con el que estudiamos juntos un par de materias y supimos ser bastante amigos. Compartíamos, además de la carrera y la ingenuidad, el gusto por Tolkien y Homero y cierto fanatismo irracional por Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (eran las épocas de Lobo suelto y Luzbelito). Ahora, me dice, trabaja en un banco o algo así, me da el pésame por mi padre y después intercambiamos números de teléfono para organizar una improbable reunión. Mientras camino de vuelta trato de recordar si alguna vez él trabajó con mi padre, creo que no pero no estoy del todo seguro, son tantos…; en una época mi padre le daba trabajo a muchos de mis amigos y conocidos de la facultad, les daba una mano, los tomaba de pasantes y muchos quedaban efectivos apenas se recibían, de hecho algunos todavía laburan en ese lugar desde hace 20 años, todos amigos que ya ni me saludan si me cruzan por la calle. De manera que mi padre ayudó con el tema de empleo a todo el mundo excepto a mí, que me tuve que ir a Buenos Aires porque aquí lo único que me ayudó a conseguir fueron 3 horas cátedra de mierda en una universidad privada medio pelo que pagaba chirolas. Temas que debería resolver en terapia, supongo, pero mi derrumbe reciente no me dejó ni la obra social. Será más adelante.
13/03/2018 – Martes
Sigo ajeno a casi todo, ermitaño y sin rumbo fijo, pero no importa, me estoy acostumbrando. Podría decirse que el día transcurre tranquilamente, sin demasiados sobresaltos ni contratiempos, todo muy llano, muy previsible, muy aburrido. Dedico la mañana a estar con mi hijo, lo llevo a la escuela y el resto del día lo paso entre lecturas, series e internet.
Libros: básicamente Céline, pero también bastante Barón Biza y un librito de Žižek que se llama Bienvenidos al desierto de lo real y que me gusta bastante. Suelo dividir el Viaje al fin de la noche en 4, primero la etapa de la guerra, que podría leerse paralelo a algunos libros de Jünger; después la etapa de África, que remite invariablemente a El corazón de las tinieblas de Conrad; después el viaje de Bardamu a América que dialoga de algún modo con el América de Kafka; y finalmente la etapa de Bardamu médico de pobres, que es Céline puro. Bueno, llegué a esa cuarta parte, que es la que más me gusta, es cuando Céline se pone más cáustico, más mordaz y más lúcido. La novela de Barón Biza tiene el mérito del desplazamiento, cualquier autor hubiese escrito la truculenta relación entre Eligia y Aarón durante el peronismo, ahí hay mucho material y se nota, pero en cambio elige correrse de ese núcleo narrativo hacia adelante, cuando la historia ya terminó, pero sin perderlo de vista, narrarlo tangencialmente mientras pone en el centro la reconstrucción del rostro de Eligia, todo lo importante parece haber pasado: Aarón ha muerto, Perón ha sido derrocado, Eligia es apenas un despojo de la mujer que supo enfrentar a Evita y la misma Evita ha muerto también. Interesante procedimiento, buen escritor Barón Biza. Y Žižek, bueno, a mí me gusta mucho como escribe el gordo Žižek, me divierte más que muchas novelas de ficción que he leído, después los temas que toca me interesan a veces más a veces menos, pero me entretiene mucho.
Series: Terminé la única temporada disponible de La Casa de Papel, es una de esas típicas películas de golpes maestros bien planificados, pero con un guion engordado (a lo Katchadjian) para que dure 13 capítulos. Ahora bien, el último capítulo de la serie termina con un continuará, y me cuesta creer que la trama de para 13 capítulos más. Ojalá ganen los malos y pierda la policía. Por otro lado empecé Better Caall Saul, el spin-off de Breaking Bad, por ahora está bien.
Internet: Crece mi interés por las cosas que encuentro en mis dos nuevas redes sociales preferidas: Quora y Medium. Ampliaré cuando sepa bien de qué van, pero al menos tienen contenido bastante más interesante que las redes tradicionales (Facebook, Twitter, Instagram, etc.).
14/03/2018 – Miércoles
Las calles de Mendoza son un infierno desde temprano por el Boca – River y justo me toca hacer algunos trámites. Hay micros enormes con populosos contigentes de hinchas por todos lados y autos particulares en exceso dando vueltas turísticas por el centro. Tomo un taxi hasta Anses en calle Eusebio Blanco, vamos a presentar los papeles para tramitar la pensión de mi madre. El local está completamente lleno de gente, pero bien organizado, tardamos 20 minutos en hacer todo gracias al sistema de turnos vía internet y a que tomé precauciones respecto a las fotocopias. Después en el banco Macro demoramos relativamente poco en pedir un certificado de CBU gracias a un hombre obeso que come sánguches y toma té mientras atiende, pero es bastante eficiente y afable. De cualquier manera todo ese ir y venir institucional se lleva la mañana y, después de dejar a mi madre en calle Garibaldi, vuelvo a casa al mediodía un poco exhausto y un poco hinchado las pelotas. Duermo siesta y voy a buscar a mi hijo a la escuela, el ritmo infernal de tránsito hacia el oeste se ha cuadruplicado respecto de la mañana y tardo más de 40 minutos en un viaje que normalmente hago en 15.
Por la noche veo, como siempre en una transmisión pirata por internet, el superclásico más importante de los últimos 40 años. Lo ganó River por varias razones: primero porque tiene un técnico mucho más inteligente que el de Boca. En segundo lugar porque Boca jugó sin número 9, algo imprescindible cuando las cosas no salen bien en el medio, para tener referencia arriba y tirar pelotazos, Boca históricamente jugó con 9, la excentricidad de Tévez en ese lugar es un lujo que podría darse un equipo chico, pero no Boca. Y por último Boca tiene jugadores mediocres que los periodistas deportivos, seguramente obnubilados por algún que otro sobre lleno de billetes, han sobrevalorado en exceso, como Cardona, Pablo Pérez y Barrios, jugadores que no deberían estar en Boca. En definitiva, River lo ganó muy bien y desnudó la mentira que es este equipo de Boca que no está para ningún torneo de jerarquía y mucho menos para la Libertadores. Por suerte en los próximos días no tengo que ir a ninguna escuela, a ninguna oficina y a ningún ámbito en donde se discuta de fútbol, y además no tengo amigos de River. Bastará con dos o tres días sin entrar a las redes sociales, sin leer Olé y sin ver programas deportivos para olvidar rápidamente este mal trago. Por lo demás, como mi vida sigue exactamente igual independientemente del resultado del partido, me da lo mismo, con tal de que no me carguen, todo bien. Por suerte desistí a tiempo de ir a la cancha.
15/03/2018 – Jueves
Hoy a la mañana, además de seguir peleando por mail con los burócratas del arcaico sistema RedBus, que todavía no me devuelven los $100 que me robaron por ingenuo, me anoticié de que se cayó la suscripción a Netflix por la baja de la tarjeta de crédito de mi padre. Como no tengo tarjeta propia y no hay opción de pagar en efectivo o por transferencia, tendré que esperar a encontrar a alguien que me preste la suya. Es una lástima porque vi la primera temporada y parte de la segunda de Better Call Saul y me pareció excelente. La serie es de los mismos guionistas de Breaking Bad, tiene la misma impronta, una estética similar, pero carece del vértigo de Braking Bad, y precisamente esa carencia es lo que la hace mucho mejor, porque permite desarrollar bien a los personajes, profundizar en las tramas y, lo mejor, enfocar ciertas pautas de comportamiento del americano medio del oeste que en la serie principal están, pero pasan desapercibidas. «Quería hacer lo correcto pero ni siquiera sé lo que eso significa», dice hacia el final de la primera temporada Jimmy (el personaje principal que después llegará a ser Saul Goldman), creo que ahí está el núcleo de tensión de la historia, en el dilema moral del camino difícil dentro de un sistema plagado de corrupción e hipocresía versus los atajos por fuera de la ley. Pero en la serie también se narran las historias de otros personajes de Braking Bad como Tuco Salamanca y Mike Ehrmantraut, de esa manera funciona un poco como spin-off y un poco como precuela de la historia de Walter White. Espero poder piratear los capítulos que me quedan pendientes o conseguir una suscripción nueva a Netflix porque me parece que es una serie inteligente y bien hecha. Mientras tanto me conformaré con algunas cosas interesantes que fui encontrando en YouTube.
Me mantuve todo el día alejado de cualquier lugar físico y virtual en donde pueda cruzarme con hinchas de River, pero sobre todo de las redes sociales, restricción que mantendré hasta el lunes. Por otro lado, hablando de restricciones, como parte de la enésima batalla que emprendo contra el tabaquismo, empecé a fumar de nuevo cigarrillos armados, pero el tabaco con gusto a mango que compré es bastante feo, y además no tiene gusto a mango, mañana veré si consigo algo mejor. Después de dejar el niño en la escuela me junté a almorzar con dos compañeros de secundaria y a la tarde fui a visitar a otro amigo a Las Heras como parte de mi rehabilitación social. Leí de a ratos a Céline y también un libro sobre riesgo financiero bastante interesante que descargué de internet. También busqué trabajo, pero, como siempre, no encontré nada. Ese tema me tiene mal, ya no sé bien qué, ni cómo, ni dónde buscar. No es que me interese mucho el estigma social de ser desempleado y vivir con la madre a los 40 largos, pero necesito ganar algo de dinero de alguna manera.
16/03/2018 – Viernes
Leo en un libro de Nassim Taleb que, según el lingüista israelí Guy Deutscher, los griegos antiguos tenían un vocabulario bastante reducido en comparación con el nuestro, por ejemplo tenían palabras para denominar sólo un puñado de colores, es decir: veían los colores tal como los vemos nosotros, pero habían colores que no tenían nombres. De ahí que en los textos fundamentales de la cultura occidental, como por ejemplo La Odisea, no aparezca jamás el color azul; por eso Omero hace frecuentes referencias al mar de color vino oscuro. Dato curioso pero carente de cualquier utilidad práctica, como casi toda la información que acumulo últimamente en mi cerebro.
Por la tarde voy hasta Leviatán, llego tipo 6 y no hay nadie, me dice el Tupac que el día viene flojo, ni una venta en toda la tarde, en broma le digo que eso es porque no estaba yo, que ahora va a ver. A las 7 de la tarde la librería está tan repleta de gente que debo salir para dejar lugar a los clientes, me hizo acordar a los días más movidos de la Feria del Libro de B.A., cuando teníamos que preocuparnos más en que no nos robaran libros del stand que de vender. Después de una hora larga de movimiento continuo tomamos una cerveza y fumamos en la puerta. El Tupac me muestra una edición vieja de Paradiso muy linda, la hojeo al azar y me dan ganas de leer a Lezama Lima, pero ya tengo demasiados frentes abiertos (es decir demasiados libros empezados); también me enseña un libro de salmos hebreos que se llama Tehilim y, además de estar al revés (es decir de pasar las hojas de derecha a izquierda), está en español y en hebreo con fonética, tapa dura, buen gramaje del papel, bien encuadernado, un libro muy lindo. Según mi amigo Andrés, a quien le envío una foto del libro por whatsapp, los editores son el equivalente al Opus Dei de la religión judía, me dice me fije bien que en la última hoja debe haber un cupón con un descuento del 50% para una circuncisión, supongo que es una broma pero de cualquier manera busco el cupón y compruebo, con algo de decepción, que no está. Después de cerrar la librería caminamos por San Juan hacia el sur, hacemos una parada para tomar una cerveza en el kiosco que está en Vicente Zapata y San Juan, al lado del colegio de la Misericordia. Al rato de estar ahí pasan caminando Grasso, Zangrandi, Sabrina Barrego, Taglia, Agustina Gramajo, Gabi Jiménez, Juan Montaño y un par más de personas que no conozco. Se quedan con nosotros y pedimos más cerveza. Charlo un rato con Taglia, cruzo algunas palabras con Grasso y con Montaño, y después parto caminando a mi casa. Tras liquidar los restos de tarta de atún que hay en la heladera, engancho El Padrino en TV y la miro casi completa por quincuagésima vez mientras tomo vino con soda y envío un poema viejo de Bolaño a grupos de whatsapp.
17/03/2018 – Sábado
Sábado cálido, primaveral, tranquilo. Me levanto temprano y paso la mañana leyendo El desierto y su semilla, la novela autobiográfica de Jorge Baron Biza, me gusta porque desarrolla toda la narración sobre una superficie hiperrealista, se dedica todo el tiempo a describir acciones y paisajes sin meter reflexiones, opiniones, no hay lugar para la subjetividad, únicamente cuando el narrador cita los textos de Aarón entran algunas opiniones políticas, el resto es una narración dura, que se desliza sin apuro por la superficie del mundo que rodea al protagonista: paisajes urbanos, habitaciones, los colores y las texturas del rostro deforme de su madre, explicaciones de médicos y enfermeras, algunos encuentros furtivos en Milán, todo en el mismo registro, en el mismo nivel, despojado de emociones, me gusta eso, creo que hay un mérito en darle el mismo status a todo lo que se narra, claro que no siempre funciona, pero en esta novela sí.
Después de almorzar saco el auto, paso a buscar a Terraza y vamos a la Alameda. Después de dar varias vueltas al pedo para estacionar, llegamos a un cantero a la sombra en donde están Taglia, Agustina Gramajo y Pablo Arabena. Conversamos un rato mientras tomamos unas cervezas frescas. Le comento a Arabena lo que leí ayer acerca de la inexistencia de la palabra “azul” en la antigüedad y sus consecuencias sobre La Odisea, de la necesidad, ante la escasez de vocabulario en esos tiempos, de apelar a la metáfora, Arabena me dice que la metáfora es el virus de la literatura, creo que tiene razón. La tarde pasa rápido, se va Arabena, después llega el Tupac y más tarde Moyano, pasan las cervezas mientras charlamos de todo un poco. Le dejo a Taglia algunos libros que no pienso leer más: Freire, Fromm, una antología de poesía brasilera, una edición barata de Crimen y Castigo y un par de cosas más, a cambio me traigo una selección de poemas de Ungaretti de Rodolfo Alonso editada en 2009 por Argonauta, y una edición barata de Macbeth traducida por Silvia Santana y comentada por Borges. Sigue pasando gente conocida, tomamos un par de cervezas más y, ya de noche, parto a buscar a mi hijo por la casa de su madre, después hago un par de paradas para comprar cigarrillos, cerveza y algo de fiambre, y me quedo hasta las 2 viendo cosas aleatorias en YouTube.
18/03/2018 – Domingo
Después de un par de días sin asomarme a ninguna noticia leo algunos diarios y entro a las redes sociales, por suerte hay pocas referencias a la vergonzante final del miércoles. Por una mención de Guillermo Belocre en Twitter leo un artículo de un tal Itai Hagman: «Entre 2016 y 2017 el Estado perdió 4.104 millones de dólares a raíz de la quita o baja de retenciones solo al trigo, la soja y el maíz». En realidad es un dato parcial, para ser estrictos (y cuando se habla de números hay que ser estrictos y dejar de lado los juicios de valor y los sesgos ideológicos) lo que “perdió” el fisco por la quita de retenciones al comercio exterior de productos agrícolas, es menos, muchísimo menos de eso, una cifra muy inferior. Es cierto que se dejó de percibir un monto parecido (no ese) en concepto de retenciones, pero gran parte de ese monto se recuperó por el aumento en recaudación de impuesto a las ganancias, algunos impuestos internos y aumento de la producción (sobre todo en trigo). El gobierno no se cansa de cometer errores y tener problemas, pero la eliminación de retenciones no es tan grave como cree el kirchnerista promedio. Ese es el gran problema del kirchnerismo, siempre lo fue, la simplificación excesiva y deliberada de ciertos tópicos a niveles que rozan el absurdo. Este gobierno tiene casi todo para criticar en materia de distribución del ingreso y gestión de las finanzas públicas y la economía en general, pero ese tipo de excesos y cierta sobreactuación opositora, convierte al frepasito de Cristina en una caricatura que cada vez menos gente considera alternativa seria para 2019, pero que sin embargo mantiene un núcleo de adhesiones electorales suficiente como para dividir a la oposición en porciones muy convenientes para Cambiemos. También vi notas sobre una especie de cumbre en San Luis bajo el lema “Hay 2019”, al encuentro estaba convocado todo el peronismo pero en las fotos se ve a Kicillof, el Cuervo Larroque, Sabatella, Boudou, Gabi Cerruti y hasta el bufón Roberto Navarro; un tren fantasma de piantavotos que poco tienen que ver con el peronismo y cuya aparición le debe haber provocado un orgasmo a Durán Barba.
Pasé el día en casa, vinieron mis sobrinos, leí un poco, vi fútbol y tenis. A la noche me refugié de la depresión dominical en la computadora. Estuve leyendo algunos textos sobre literatura y sobre política, me deprimí más. Me está empezando a cansar la sofisticación artificial, la pedantería, el exceso de escrúpulo al pedo en ciertas lecturas, la sobreintelectualización de ciertos temas. También me metí un rato en las redes sociales, la corrección política hiperbólica y coyuntural de alguno de mis amigos también contribuyó a mi depresión, hay gente bastante estúpida que se cree muy astuta, muy perspicaz y muy inteligente por escribir estupideces que pertenecen al campo del más llano sentido común y que guardan un sospechoso parecido con las intervenciones y argumentos de algún panelista progre de Intratables. Tal vez necesitan dotar sus vidas de algo que parezca serio e importante (no los culpo, a mí también me pasa a veces), o tal vez sólo quieran quedar bien con la chica o chico con inquietudes que les gusta, pero terminan dando la imagen penosa de loritos adiestrados para repetir las mismas bobadas.
Ahora es de noche, todos se han ido a dormir, estoy solo y tranquilo, reviso los párrafos precedentes y temo dejar la impresión de que odio bastante a casi todo el mundo, y sí, los domingos no estoy muy cómodo con mi existencia ni con la de la mayoría de los seres humanos que habitan este planeta. Después se me pasa.