Diario de un mal año (44)

Diario de un mal año (44)

09/04/2018 – Lunes

Cumplen años dos amigos, Marcelo Padilla (50) y Andrés O. (44). Saludo a ambos por whatsapp, que es menos impersonal que las redes sociales. Padilla me dice que a veces se siente viejo y a veces no, conozco esa sensación, y eso que todavía no llegué a los 50. De cualquier manera hay todo un tema con los múltiplos de 10 en la edad, es como que va marcando límites vitales y generacionales a los que, aún en contra de nuestra voluntad, nos atenemos. Mi padre siempre me dijo que lo mejor estaba a los 30, para mi madre su mejor época fueron los 20, mucha gente me dijo que la vida empieza realmente a los 40, yo tengo 44, estoy llegando a la mitad de esa vida real y todavía no veo nada, por ahí viene todo superconcentrado en la segunda mitad. Tal vez es más simple: la mejor edad es cuando pasan las mejores cosas, y eso varía de persona a persona. No hay magias ni horóscopos que expliquen la experiencia individual, parece lógico, pero nos cuesta entenderlo.
Paso la tarde en Leviatán con los amigos: Terraza, el Tupac, Ortiz Bandes. Hablamos de Sarlo y Sebrelli, de Viñas y Masotta, de Feinmann y Abraham, de Rozitchner padre y de Rozitchner hijo. Después de leer algunas páginas del libro de Liborio Justo todos parecen personajes menores del siglo XX. Después nos vamos con el Tupac y hablamos de judaísmo y cristianismo, de la malversación de la historia por parte de la iglesia. Vuelvo a casa tarde, caminando por una desolada calle Morón y cavilando sobre la conversación. A mí el cristianismo es algo que sigue pareciéndome maravilloso: un puñado de pescadores delirantes, pobres y analfabetos que terminaron, para bien o para mal, sentando las bases subjetivas de la civilización occidental, ayudados por un eunuco que se cayó unos años después de un caballo y tuvo una alucinación en el desierto, y de un emperador loco que flasheó con los tipos que estaban escondidos en las catacumbas. Si toda la subjetividad de la civilización occidental moderna está signada por una serie azarosa de malos entendidos, ¿con qué autoridad reclamamos cierta lógica para nuestros modestos destinos individuales? Hay algunos libros al respecto, el único que leí y me gustó, se llama El Reino y es de Emmanuel Carrère.

10/04/2018 – Martes

Retomé las Aguasfuertes Porteñas de Arlt, maravilloso libro. Hay un aguafuerte que se llama El Idioma de los Argentinos, en donde Arlt polemiza con las declaraciones a un diario de un tal Monner Sans, que parece ser un filólogo o gramático académico. El artículo, que (¿casualmente?) copia el título a un libro de Borges de 1928, salió en el diario El Mundo en enero de 1930 y está en línea con el famoso prólogo a Los Lanzallamas (1931). Arlt ve una virtud en donde Monner Sans ve una amenaza: en la evolución del lenguaje con la incorporación al habla popular de palabras provenientes del lunfardo, la gauchesca, o el cocoliche.

«Si le hiciéramos caso a la gramática, tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos, y en progresión retrogresiva, llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aque­llos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, ha­blaríamos todavía el idioma de las cavernas.»

Han pasado casi 90 años, el debate sigue vigente y creo que puede extrapolarse a muchas otras áreas humanísticas. Por eso desprecio tanto a los patrulleros del pensamiento, el lenguaje, la moral y los consumos culturales que proliferan en los medios tradicionales de comunicación y, sobre todo, en las redes sociales.
Con tal de no tratar nuevamente con esa especie infrahumana compuesta por los profesionales de la salud, le cambio a mi hermana el lugar: me quedo con sus tres niños más chicos en mi casa a cambio de que ella acompañe a mi madre al médico. Busco antes a mi hijo en la escuela, lo que incrementa en un 25% la cantidad de infantes a mi cargo. Intento organizarlos para que jueguen pero no me dan pelota y se van al patio en donde se organizan solos. Me quedo toda la tarde mirándolos de reojo y leyendo cosas sueltas en internet. En Infobae hay un titular interesante: «Científicos confirman la existencia del alma y aseguran que ésta no muere sino que regresa al universo.», al parecer el alma es información y se encuentra contenida en estructuras llamadas microtúbulos que a su vez están alojadas en las células del cerebro, al morir esos microtúbulos se rompen (en realidad es más complejo, pero pongamos que se rompen) y esa información es liberada pero sigue existiendo y se disipa en el universo. Interesante, si el alma existe materialmente, realmente la podríamos vender.
Por la noche mi hermana se lleva a sus niños y cenamos temprano. Después acuesto a mi hijo y me pongo a ver TV. Como no hay nada dejo en Fantino, hablan de Brasil y de la intervención al PJ, nadie aporta nada que no se haya sabido en el transcurso del día, pura opinión, nada de información. Después viene una entrevista al Caruso Lombardi de la economía: Martín Redrado, en realidad es peor, porque al menos Caruso es entretenido. Apago y me pongo a ver un rato series pirateadas en la computadora.

11/04/2018 – Miércoles

Salgo un poco de la parálisis, logro abandonar por un rato la zona de desasosiego, la angustia es un lujo que no puedo darme eternamente. Empiezo a planear con tiempo mi partida, no creo que sea antes de dos o tres años, pero para que salga hay que ponerse a trabajar ahora a pesar de la incertidumbre y las dificultades. Agarro cajas de libros y fotografío cada uno para intentar venderlos y juntar dinero. Hago lo propio con algunos muebles. Pongo al día mi cuenta de Mercado Libre. Separo cosas invendibles que voy a regalar en cuanto vea a alguien que lo necesite: ropa en buen estado que ya no uso, un TV que compramos en promoción para mirar el mundial 2010, en desuso porque en esta casa hay más televisores que personas, una alfombra, un colchón, un ventilador de los 80’ que aún funciona, cuadros, adornos. A dónde ir y qué hacer es un tema que definiré más adelante, pero por algún lado hay que empezar, alguna semilla hay que plantar.
Me citan en la escuela a una reunión de rutina con la maestra y una psicopedagoga muy lúcida que se llama Gabriela. Charlamos un poco de mi hijo, por supuesto, pero también de las dificultades que tienen hoy los docentes para enseñar. Las curvas de aprendizaje se han diversificado, ya no se puede estandarizar la educación y esperar resultados más o menos homogéneos en los conjuntos de alumnos, arbitrariamente agrupados por edad. Para mi generación el universo era el barrio, la escuela y la casa, no había muchos lugares más en donde producir sentido, con algunas diferencias era para todos más o menos lo mismo; ahora cada niño elige su experiencia, construye su propio universo usando internet, la TV y otras puertas al mundo de las que carecíamos nosotros. Como no se nos ocurren soluciones, tomamos café y diagnosticamos. Después vuelvo a casa y paso la tarde ahí.
Por la noche voy a lo de Marcelo Padilla a festejar su cumpleaños. Paso a buscar a Gastón Ortiz Bandes por el barrio Bancario, en la zona de Godoy Cruz en que San Martín casi se junta con Beltrán. Voy por la costanera, salgo en la zona del Tomba y después bordeo ese arroyo que cruza durante muchísimas cuadras el departamento de este a oeste. Toda esa zona es como si fuese nueva, años sin pasar por ahí. Le digo a Bandes eso y me dice que él no lo ha notado, vive desde siempre ahí y para él está siempre igual. Llegamos a la casa de Padilla en Dorrego y ya hay algunos amigos, después llegan algunos otros. La mayoría militantes peronistas, militantes, como se dice, de base. Los encuentro más tranquilos que la última vez, más dispuestos a la unidad y la reconciliación partidaria, mirando más al futuro que hace un año, cuando todavía eran recientes las heridas de 2015 y los pases de factura no paraban. Son todos jóvenes, inteligentes, racionales, es una lástima que en Mendoza no haya liderazgos que los potencien, el tiempo dirá. Comemos unos choripanes, charlamos, la pasamos bastante bien. Vuelvo a casa temprano, con el tiempo justo para ver el final de Palmeiras – Boca. Después me quedo mirando una película empezada en TV y nada más. No ha sido un mal día, cuando se está en la lona material y moral, uno se acostumbra a conformarse con las migajas que la vida deja caer, pierde la ambición, agradece cosas que para los demás son normales.

12/04/2018 – Jueves

Amanecer frío, sin horizonte a la vista, los rayos del sol clausurados por las nubes, la provincia insípida teñida de gris. Desde mi casa puede verse el logo que tiene en la punta el edificio del hotel Sheraton, en el medio no hay un solo edificio más alto, dicen que por los terremotos, yo creo que esa chatura denota la falta de ambición, la intención de seguir siendo un pueblo crecido, la resistencia a aceptarse como ciudad, el empeño en no abandonar ciertos vicios conservadores. Atravieso el viento frío tratando de recordar la melodía de una canción que escuché ayer en la radio del auto cuando volvía a casa, una canción que podría incorporar a la banda sonora de esta época, pero no me acuerdo ni de quién es. Todas las épocas tienen bandas sonoras, aromas particulares, algún que otro rostro o color, anclas perceptivas se les denomina en PNL, que nos permiten recuperar de la memoria algunos recuerdos. Tal vez las necesitamos.
Hago lo de siempre: busco a mi hijo, paso la mañana con él, le preparo el almuerzo, lo llevo temprano a la escuela y nos quedamos un rato en la Plaza Italia, ahí leo un rato mientras él corretea con otros niños. Tras dejarlo en la escuela vuelvo a Dorrego caminando despacio, almuerzo, duermo una pequeña siesta y después paso la tarde estudiando inglés y leyendo cosas en internet. Anochece temprano, la grisura y el frío hacen que la soledad se torne pesada. Transcurro el día así, pueril y cobardemente, casi sin contacto humano, un poco al margen de la existencia y de las cosas, sin dar ni recibir demasiado, sin mayores dificultades tampoco.
Me dice una amiga que hay una canción de Flaming Lips que lleva el mismo título que el libro de de H.R. Hahn y W.H. Raasch  Helping the Retarded to Know God al que me refería hace unos días, la escucho en YouTube y busco la letra en internet. ¿Tiene algo que ver con el libro? No lo puedo saber, de la letra no se puede deducir demasiado y, además, no he leído el libro, pero supongo que es una referencia irónica al título de éste. Hoy sólo leí a Arlt y a Céline, supongo que por un tiempo será así, me siento cómodo ahí, en el terreno conocido.

13/04/2018 – Viernes

No sé si califica como red social, pero de cualquier manera Medium es una buena alternativa a éstas. Es difícil de definir, es un sitio en donde la gente escribe como en los blogs pero sin tener un blog, y sigue a otros como en las redes sociales tradicionales, pero sin serlo del todo. Hay bastante basura, claro, pero también buen contenido, buenos textos y cosas interesantes, como en toda la red es cuestión de elegir bien y de leer algo de inglés. Hoy leí un artículo sobre los micro-influencers, que vendrían a ser usuarios de redes sociales muy activos, muy específicos en los temas que tocan, pero no necesariamente con una gran cantidad de seguidores y/o amigos en las redes. Cuando los políticos, periodistas y famosos en general descubrieron Twitter, por ejemplo, la red del pajarito celeste explotó y aparecieron usuarios con muchos seguidores a los que las marcas contrataban para promocionar ciertos productos, se les llamó influencers, el mismo fenómeno se repitió en Instagram, Facebook, etc. Bueno ahora han descubierto que la proporción de interacciones de esas cuentas con otros usuarios disminuye a medida que aumenta la cantidad de seguidores, después de los 10.000 seguidores el resto de los usuarios deja de leer al influencer porque siente que empieza a tratar con una especie de celebridad y, salvo por los obsecuentes y chupamedias que siempre existieron y existirán, la mayoría prefiere interactuar con alguien que sienta más íntimo, con quien pueda relacionarse de manera más cercana. A partir de estos datos, las nuevas estrategias de redes de algunas empresas han empezado a utilizar a estos micro-influencers, usuarios con menos seguidores, pero influyentes para sus amigos en alguna red social (YouTube, Instagram, Twitter, Facebook, etc.) en ciertos temas; son más baratos, más leales y, al parecer, mucho más efectivos. La época de los twitstars ha terminado, ya no habrá Kardashians, ni Casciaris, ni Pichots, ni nada de eso. La web 2.0 está transitando sus últimos años de vida, ahora todo se fragmenta, es más difícil construir nuevos imperios y hegemonías y, por lo tanto, ganar sumas siderales de dinero con un par de cuentas, ya nadie tendrá el control, lo que viene será más caótico, más complejo, menos lineal, pero sin dudas mejor. Viene la época de micro-influencers, de micro-redes, micro-comunidades, micro-revoluciones. Vienen, otra vez, tiempos interesantes en internet.
Paso el día tranquilamente, debo ir y venir desde y hacia el centro varias veces al día, pero no aparecen sobresaltos ni sorpresas, nada que valga la pena ser registrado, nada muy distinto a las últimas semanas. Quizás sea mejor así. Por la noche me paso la máquina por la barba y, ya que estoy, sigo con el pelo de la cabeza, lo dejo al ras, pero como soy miope y no tengo buen juego de espejos, me hice un desastre en la nuca que empeoró cuando traté de arreglarlo, supongo que la naturaleza lo arreglará y emparejará.

14/04/2018 – Sábado

Desde hace días el silencio me resulta extraño, como impregnado de un zumbido imperceptible y constante, hoy finalmente encontré la explicación, no al silencio que no necesita ser explicado, pero sí al zumbido. Me levanté a las 8 con el oído derecho totalmente tapado, hice de todo para intentar destaparlo: agua oxigenada, calor, cotonetes…, no hubo caso, cada pequeña maniobra no hacía otra cosa que consolidar la obstrucción. No es que no escuchara nada, pero es incómodo y confuso tener diferentes niveles de volumen en cada oído. Finalmente al mediodía me di por vencido y llamé a la clínica de garganta nariz y oído, me confirmaron que la guardia estaba abierta y, tras dejar al niño con su madre, me fui hasta la calle San Lorenzo. Me atendieron bien y rápido, un enfermero me tiró agua a presión con una jeringa enorme y me destapó no sólo el oído derecho si no también el otro, el que pensé que estaba bien. Después me mostró los tapones cerosos que sacó de cada oído y flotaban en el agua aceitosa que había pasado por mis conductos auditivos, realmente impresionante. También me dieron antibióticos por una posible infección y anti-inflamatorios para el dolor. Tuve que salir con algodones en ambos oídos porque el ruido me resultaba infernal. Se ve que había acumulado con el tiempo, lenta pero continuamente, tanta cera que estaba casi sordo y no me daba cuenta. Volví a casa contento con mis nuevos poderes sensoriales y almorcé bife con papa fritas y ensalada.
Mi amiga Claudia, me escribe por whatsapp desde París, le pido una foto de la Place de Clichy, me dice que ya está volviendo a Suiza, cerca del aeropuerto. Los europeos tienen esa ventaja, pueden ir y venir rápido a ciertos lugares, un poco la envidio, se lo digo, le digo también que tengo ganas de irme a Europa, ella me dice que tiene ganas de venir a la Argentina. Terminamos comparando la decadencia europea con la decadencia argentina. El pasto ajeno siempre parece más verde, me dice Claudia, creo que tiene razón, de todos modos prefiero la decadencia europea a la argentina.
Por la tarde me voy con Terraza a La Alameda, Taglia, con un par de libreros más están haciendo un asado en un rincón entre dos edificaciones y un pino. Allí mismo, en ese rincón con piso de tierra y un surtidor, decidimos fundar de manera simbólica pero inmediata, el Centro Cultural Juanele Ortiz y nos quedamos a acompañar el asado con un par de cervezas y un tinto. Después volvemos a la zona de los puestos de libros y nos quedamos toda la tarde charlando. Al volver a casa veo en YouTube una entrevista a Céline, cuando le preguntan por el Viaje al fin de la Noche, Céline dice que durante toda su vida tuvo que alquilar para vivir y que, como no tenía dinero, pensó que una manera de juntar rápidamente una suma suficiente para comprar una propiedad, era escribir un libro (en esa época, con algo de suerte, se podía ganar dinero escribiendo). ¿Quién iba a decirlo? Una de las mejores novelas de la historia de la literatura universal tiene su origen en la ambición, tan argentina, de abandonar la condición de inquilino.

15/04/2018 – Domingo

Me levanto temprano, pero me aburro mucho. Mis mañanas de domingo no son muy distintas a las del resto de la semana, y sin embargo las vivo de otra manera, como si tuviese muchas obligaciones durante los demás días. Mientras hago tiempo hasta el mediodía leo algunos suplementos literarios de España: “Escándalo sexual en la academia suiza resta credibilidad al Nobel” (como si todavía importara el Nobel de Literatura), “Cada un libro que se vende en España, se piratean tres” (con estos precios no es de extrañar, la industria editorial pudo haber aprendido de la música y el cine, pero prefirió seguir con su modelo caduco de negocios y continúa caminando hacia el abismo), “Se filmará una nueva película basada en «La Madre» de Máximo Gorki (que yo sepa es la cuarta, pero ninguna superó a la primera de  Vsévolod Pudovkin estrenada en 1926).  Sugestiva charla onda TEDx (aunque no es el marco del TEDx) de un antropólogo húngaro, habla de la caducidad de categorías ideológicas como izquierda y derecha, pero de la vigencia de dos visiones del mundo aún más antiguas: una igualitarista, que considera que todos somos iguales, monitos bajados de la misma palmera que tuvimos más o menos suerte de nacer en lugares, épocas y razas determinadas, de ahí vienen las luchas por la justicia y la igualdad; otra visión más elitista según la cual hay razas, civilizaciones y personas predestinadas a sobrevivir a los demás, aquí los privilegios están fundamentados por la naturaleza, no sólo hay que conservarlos, también hay que consolidarlos. De esos dos paradigmas surgen todas las ideologías y luchas ideológicas, a pesar de no reconocernos en una u otra categoría, inconscientemente tenemos alguna de esas dos visiones del mundo inoculadas, todos. Interesante. ¿El nombre del tipo? quisiera poder recordarlo.
Parece que, tras la muerte de mi padre, la sede por defecto de las tradicionales reuniones familiares se ha trasladado a casa de mi hermana. Hacia allá vamos a comer sorrentinos y otras cosas. Volvemos a las 5, me quedo en el patio viendo deshacerse la tarde y luchando contra el derrotismo dominical. Después miro fútbol por la web y me amargo, menos mal que Boca hizo un buen colchón de puntos el semestre pasado y que los de abajo son muy irregulares, porque así no va a ningún lado, y menos mal que la Copa Libertadores se  corta a mitad de año por el mundial de Rusia, porque si no el equipo de Guillermo se queda en octavos. A la noche subo a la biblioteca a buscar un par de libros para la semana, porque se me están acabando Arlt y Céline, pero me distraigo hojeando unas revistas Primera Plana viejísimas y bajo sin nada.
Ya me aburren estos registros, supongo que se nota, estoy ansioso por terminar estas 53 semanas, volver a los garabatos salteados en cuadernos escritos a mano, y usar el blog para otra cosa. Entro esta semana en la cuenta regresiva para cumplir las 53 semanas, espero que después de eso realmente termine el mal año.

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