Diario de un mal año (46)

Diario de un mal año (46)

El gran cansancio de la existencia no es más, tal vez,
que el enorme trabajo que nos tomamos para ser
razonables durante veinte, cuarenta años y más,
para no ser simple y profundamente uno mismo,
es decir: inmundo, atroz y absurdo.

(Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.)

23/04/2018 – Lunes

Me levanto tarde, como a las 10. Es una mañana templada y tranquila, debe ser la calma que precede a la tormenta: me espera una semana brava, una semana en la que de nuevo tengo que enfrentarme contra-reloj con las burocracias médicas, doctores sin doctorados, obras sociales, administrativos de la salud, clínicas, análisis, papeles… Historia conocida pero no por ello menos ingrata. Me tocaron todas juntas, después de esto supongo que vendrán las recompensas, los 7 años de abundancia que siguen a los de miseria. Leo un rato antes de partir con mi hijo a la escuela, vuelvo caminando a casa y me agito un poco, creo que son vestigios de la gripe del fin de semana. Sacrifico la siesta por un rato de lectura. El gran problema con Néstor Sánchez es que pone la vara de la literatura demasiado alta, después de leer sus libros es difícil encontrar algo de ese calibre. Pero como dije, voy a pasar unos meses con sus textos, los voy a leer bien lento, pero alternando con los diarios de Kerouac y con todas esas cosas que me había propuesto.
Salgo por la tarde a empezar con el calvario de la sanidad. Busco unos formularios que debe llenar un médico y autorizar la obra social. Antes de volver a casa me siento a tomar un café en un bar de calle Colón. Trato de leer pero me distraigo con un par de situaciones graciosas. Primero entra una pareja mayor (60 para arriba), pide la carta, cuando se la dan el hombre le dice a la mujer: “Este es el «Ébano», acá se juntan los radicales, vamos a otro lado.”, es cierto, ese es el nombre del bar y ahí suelen juntarse históricamente algunos dirigentes radicales a rosquear, y a veces los militantes de Capital a festejar elecciones. La mujer intenta minimizar el hecho, pero no logra persuadirlo y terminan levantándose, cuando van saliendo alcanzo a escuchar de nuevo al hombre: “no le vamos a dar plata a estos radicales de mierda.” Simpáticos. Después llegan dos chicas con carpetas, se sientan en una mesa detrás de la mía, afuera ya se ha hecho casi de noche y se han encendido los faroles de alumbrado público. Las chicas hablan de cosas triviales, van cambiando de tema al azar, en un momento una le recomienda a otra Crimen y Castigo de Dostoievski, le resume bastante bien el argumento, empiezan a hablar de escritores rusos, la que recomendó el libro parece saber bastante de rusos hasta que, enamorada de su discurso, incluye entre Gorki, Tolstoi y Gogol a Nietzsche y a Kafka. La otra chica la interrumpe, le dice con humildad que esos dos son alemanes o algo así, pero la primera insiste y la convence de que son rusos. Me dan ganas de intervenir, de decirle a la chica que parece menos segura, más débil, que no se deje convencer, que ella tiene razón, pero me contengo. Pago, me levanto y me voy caminando despacio. Ese bar me hizo pasar un buen momento, tengo que ir más seguido.
De noche sobredosis de TV, intercambio de mensajes con amigos porteños y cena frugal. Puse todos los libros de Sánchez a mano y me di cuenta de que me falta Siberia Blues, espero conseguirlo otra vez y a un precio razonable.

24/04/2018 – Martes

A las 7 de la mañana, todavía de noche, suena el despertador y me levanto rápido para enfrentar la semana plagada de obstáculos médicos a los que hice referencia ayer. Desayuno bien, me mentalizo con furia para salir a sortear problemas, que la semana pase rápido, mejor. Pero no pasa nada, me meto la furia en el orto. La buena noticia: por un resfrío le postergaron a mi madre la intervención por dos semanas, la mala: se alarga algo que odio y de cualquier manera deberé enfrentar. Ya fue. Debería aprovechar la mañana y la energía para hacer algo, empiezo bien: busco a mi hijo, me vuelvo a casa y me pongo a trabajar en la logística de un proyecto que está medio verde pero que, si sale, puede empezar a revertir las cosas, más desde lo emocional que desde lo económico. Pero me pincho, a las 11 me relajo, me canso y empiezo a dar vueltas. Paso un rato intercambiando fotomontajes con Terraza por el chat de Facebook, nos estamos volviendo buenos haciendo fotomontajes, hace unos años lo podríamos haber capitalizado, pero ahora cualquiera hace esos engendros en dos o tres clicks. Le doy de comer al niño, lo llevo a la escuela y vuelvo a casa a almorzar y dormir la siesta.
Sigo con interés un debate fuerte en Facebook entre peronistas mendocinos, al parecer la estrategia de Cornejo funcionó, le salió caro a él, porque se quedó sin reelección (y creo que sin futuro político), pero logró dividir. La discusión es La Cámpora sí, versus La Cámpora no, kirchnerismo sí versus kirchnerismo no, peronistas de Perón versus peronistas del minuto 90’. Pura chicana, claro, nada interesante, siempre está el que saca el peronómetro mal calibrado del bolsillo para correr a los demás, una lástima, no hay que entrar en eso. Mientras tanto a nivel nacional Barrionuevo salió a decir que él es la renovación del peronismo, muy gracioso. El trío de la intervención está compuesto por Barrionuevo, Bárbaro y el grotesco Carlos Capoluongo, entre todos suman más de 200 años, pero se dicen la renovación. Terminaron cumpliendo la profecía de Borges: “El peronismo tiene todo el pasado por delante”. Así hay Cambiemos para un rato largo.
Después de buscar a mi hijo en la escuela pasé la mitad de la tarde recorriendo librerías para ver si encontraba Siberia Blues, nadie lo tiene, nadie trae Paradiso a Mendoza, creo que lo voy a pedir por internet, no me gusta no tener ese libro. En Librería Técnica me reconocieron y me reclamaron libros de La Crujía, cuando le expliqué a la señora que hace 5 años que dejé de trabajar en esa editorial que, por cierto, dejó de existir hace tres años, y que me vine a Mendoza, se sorprendió mucho, algunas noticias siguen llegando tarde al interior. Después me voy un rato a Leviatán y nos quedamos charlando un rato ahí con Cuello, Terraza y el Tupac mientras mi hijo corre de un lado a otro espantando a los clientes. Más tarde dejo al niño y vuelvo de noche, cansado y vacío a casa. Hoy no leí nada.

25/04/2018 – Miércoles

Acá siempre hubo perro, vinimos en el 82’, creo que en octubre nos mudamos a la casa aún sin terminar. En el verano del 83’ mi padre trajo un perro que murió de una enfermedad rara a los 8 años. Al toque vino otro, uno negro que trajo mi hermana y duró como 14 o 15 años. Después yo traje otro que duró hasta hace poco, el mejor que tuvimos, un Stafordshire Bull Terrier, 35 kilos de amor, lealtad y músculos en no más de 40 cm. de altura (en 4 patas, claro). Cuando en febrero murió ese perro le dije a mi madre que trajésemos otro, cualquiera, o un gato, mi madre se opuso con argumentos imprecisos como que después de 35 años quería tener un jardín sin caca o que odiaba a los gatos, o cosas así. Ahora no hay caca de perro en el pasto, pero hay caca de rata en los canteros, y yo tuve que pasar la mañana buscando roedores. Si hay algo que mi madre odia aún más que a los gatos es a las ratas, aún así se niega a traer un animal que las mantenga a raya.
En Buenos Aires los panaderos protestaron regalando pan, hace unos meses los chacareros protestaron regalando verdura, antes los tamberos regalaron leche. Con la crisis que vive la industria editorial, y dado que estamos en plena Feria del Libro de Buenos Aires, creo que sería importante que los editores salgan a protestar regalando libros, pero no saldos, ni las cosas que no pudieron vender, libros buenos, agotados, difíciles de conseguir. Y si se puede que lo hagan en Mendoza.
En Salta un tipo se sentó a desayunar en una confitería y enchufó su computadora en un tomacorriente que había ahí. Cuando le trajeron la factura discriminada vio que le cobraron $45 la consumición y $40 más por el uso del enchufe. ¿Está bien que cobre la electricidad? Por ahí sí, con las nuevas tarifas no está para regalarla, pero dos horas de una computadora enchufada consumen $3, a los sumo $4. Cobrale $10 o $15 pero no $40. Ese es el problema del empresario argentino, se cree vivo, traslada los costos multiplicado por 6 o 7, para hacer un mango más. Después se funden y se quejan. O al revés: se quejan para no fundirse y los mantenemos entre todos. Hijos de mil puta.
El día transcurrió como cualquier otro día promedio de mi presente anodino, con algunas dificultades domésticas sin importancia, con lecturas salteadas, con lentejas, viajes en colectivo a la escuela y algo de calor, pero sin nada que valga la pena registrar aquí. Nadie viene, nadie llama, sigo transitando la existencia por la banquina.

26/04/2018 – Jueves

Me levanté sin muchas ganas de nada, también sin angustias y sin rencores, como resignado, en fin, uno de esos días en que me da igual todo. Cuando yo era niño en mi casa había un grabador y cuatro casetes: uno de Los Chalchaleros, otro de Julio Iglesias, otro de Luis Aguilé, y mi preferido: uno con todas las marchas y canciones del Mundial 78’. La portada del casete era una foto aérea en blanco y negro de la cancha de River enmarcada en un recuadro celeste. La canción que más me gustaba era una mala versión en español de Buenos días Argentina de Udo Jürgens. Hoy, buscando ese tema, llegué a una compilación en YouTube de ese disco completo, lo escuché de nuevo, todo muy militar, sí, pero yo me acordé de mi primera infancia en aquel departamento de calle Montevideo 127, frente a la Plaza España, era un departamento chico y, como mi padre dormía la siesta, no podíamos hacer mucho ruido, así fue como empecé a leer libros, porque no se podía hacer otra cosa a la siesta. Pero lo importante es que una cosa llevó a la otra, como siempre pasa en internet, y me puse a buscar todas las canciones de los mundiales desde el 78’ hasta hoy, todas malas, salvo la del 78’ y la del 90’. Y la de Rusia es todavía peor.
Terminé de escribir un larguísimo texto sobre Viaje al fin de la noche, lo releí, corregí algunas cosas, borré otras y lo volví a releer, me pareció aburridísimo, obvio, anacrónico, lo archivé con un montón de otros textos fallidos que nunca más nadie volverá a leer, ni siquiera yo. Ese es mi problema, gasto mi tiempo, mi energía y mis neuronas en cosas absolutamente inútiles, que nadie quiere, que nadie me pidió. Por eso soy pobre. Pero una de las cosas que trataba de hacer era relacionar (arbitraria y caprichosamente, claro) a Céline con Arlt, claramente es improbable que se hayan leído entre sí y por lo tanto las influencias cruzadas son imposibles, pero no puedo dejar de notar en León Robinson, el personaje que se aparece una y otra vez en la vida de Bardamu, rasgos muy arltianos, tiene todo el asco, la deslealtad y la sordidez necesaria para ser uno más en la banda de El Astrólogo o un amigo de Silvio Astier.
Por la tarde fui al oculista a hacer el control de rutina, me hizo receta nueva para lentes, la miopía no me aumenta, pero sí empezó la presbicia, recomienda no operarme hasta los 50. De ahí caminé hasta Leviatán, en donde fui testigo de la venta del único ejemplar que había en Mendoza de Los Sorias, se lo llevó Maxi Quinteros, un poco lo envidio, pero está en buenas manos. Especulamos con el Tupac sobre cuál de todos los escritores locales de nuestra(s) generación(es) sobrevivirá al olvido cuando estemos todos muertos, tengo mi candidato, alguien de quien todavía no hemos leído nada, un testigo mudo que nos mira a todos en silencio y lee mejor que ninguno, alguien de quien nadie espera nada. El Tupac coincide con mi apreciación, decidimos llamarlo por teléfono, pero ninguno de los dos tiene su número, así de invisible es nuestro candidato.
Cansado llego a casa y me quedo mirando a Asís, es inteligente y pícaro, tiene información, pero su marco analítico atrasa 25 años, se quedó en los 90’, por eso pifia siempre los pronósticos. Era mejor cuando escribía novelas el Turco, o cuentos extraordinarios como “Hombre de punta”, ahora vende demasiado humo, como Redrado, Caruso Lombardi y Marcos Peña.

27/04/2018 – Viernes

La gripe desapareció, pero me quedó la congestión y mucha tos, agravada por el cigarrillo. Estoy fumando mucho más de lo habitual. Fumo desde los 14 años, durante los primeros 3 o 4 años fumé cualquier cosa y esporádicamente lo que me convidaban, lo que lograba robar o lo que conseguía con el poco dinero que tenía en el bolsillo. Después empecé con Parisiennes y ya me quedé con esos, de hecho una vez me fui a Brasil (año 2001) con unos amigos y en los últimos días me quedé sin cigarrillos, como ahí no se consigue tabaco negro tuve que comprar rubios y me daban arcadas, entonces fumaba uno o dos por día. Cuando empezaron a subir desmesuradamente los cigarrillos empecé a fumar armados negros, me duró un tiempo, después volví a comprar, pero no pude volver al Parisienne, fumé Phillips Morris como un año, ahora me parecen fuertes y empecé a comprar Marlboro, de los convertibles, cuando no me los banco los transformo en mentolados. Si sigo así voy a terminar fumando Virginia o algo así. Creo que es momento de dejar de fumar, y de paso de dejar de tomar, y de paso de dejar de leer literatura, son vicios caros y hacen mal.
Me junto a tomar un café con un ex compañero de trabajo, hace como 5 años estamos detrás del financiamiento para un proyecto en el que trabajamos mucho. Si sale eso cambia todo, pero es muy difícil, son casi 4 millones de dólares, el rendimiento es alto (32% anual en dólares, ni con LEBACS se logra eso), es un mercado cautivo con altísima demanda y muy poca oferta, y la parte comercial está resuelta; las barreras de entrada, como se las denomina, son altas, pero nosotros tenemos la llave, bah yo no, mi compañero. Cada tanto aparece una punta, algo que promueve pequeñas dosis de optimismo, así hemos ido perfeccionando el proyecto, agregándole cosas, mejorando el modelo de negocios. Pero claro, nosotros no tenemos espalda, necesitamos a un empresario que quiera explotar el proyecto y que salga a pedir financiamiento. Ahora aparecieron unos tipos, una empresa constructora bastante conocida de Mendoza, entonces nos juntamos a ver qué les proponemos. Miramos planos, simulamos escenarios con el Excel, jugamos a que esos números son reales, pero nos falta algo, nos falta confiar, porque en el fondo ninguno de los dos tiene demasiada fe en que esto pueda salir. De todos modos siempre es bueno juntarse un rato con amigos a soñar con algo que nos salve.
Llego a casa de noche, se ha levantado un viento frío y estoy un poco cansado física y moralmente, un poco harto de todo para ser más exacto. Hartazgo que arrastro desde hace más o menos una semana y que ha logrado desplazar a la culpa, la angustia y la tristeza. Miro un rato televisión y después me pongo a leer en el comedor hasta las 2 de la mañana. Se me acabó el whisky.

28/04/2018 – Sábado

Mañana tranquila, paso un buen rato leyendo unos cuentos de Cheever, quería leer otra vez El Nadador, pero me enganché con otros relatos. Después salí a la calle a caminar y a tomar café en algún bar. No llevé teléfono, ni tablet, ni un libro. Solamente me senté en un barcito del centro a mirar a la gente, a pensar un poco en cosas que no llevan a ningún lado. Después volví a mi casa caminando, pensaba ir hasta la alameda, pero no me dieron ganas de ver a nadie y decidí pegar la vuelta.

***

Hoy te encontré en la calle, estabas subiendo a tu auto y nos vimos de casualidad, nos saludamos amablemente, exagerando un poco las formalidades y la amabilidad. Me dijiste entre otras cosas que habías leído parcialmente esta basura que vengo subiendo a internet desde hace varios meses, me dio un poco de vergüenza, pero aprovecho para decirte por acá un par de cosas. Cuando volvía caminando a casa me quedé pensando en esos años que compartimos, toda la frivolidad de los 90’, los boliches de Chacras de Coria, las conversaciones largas por teléfono fijo, las idas a la cancha durante las copas de verano en Mendoza, el olor a paraíso en las calles de Las Heras, la facultad, las fiestas en el comedor universitario, los parciales, los sánguches en el Barloa, la vez que levantamos el cachorro abandonado en la Regalado Olguín, esa amiga tuya que vivía cerca de mi casa y que leía a Pizarnik…, esas cosas. Todo era nuevo en ese entonces, había lugares para descubrir en la ciudad, gente por conocer, experiencias novedosas; ahora es todo tan lento, tan pesado, tan antiguo y gris. Si hubiese tenido un poco de paciencia o tu madurez para encarar el mundo, si me hubiese tomado las cosas más en serio…, probablemente ahora estaría igual: solo, en casa de mi madre, viviendo de arriba, refugiándome en los libros, sin saber bien qué hacer y muy lejos de vos. Pero menos lastimado, más entero, menos humillado seguramente y con menos anclas. Me acordé de esa época y me hizo bien. Esta ciudad, que siempre me pareció demasiado chica, a veces se vuelve gigante. Y la gente…, la gente siempre es otra.

***

Por la tarde salgo a la calle de nuevo, ahora en auto, primero voy al supermercado a comprar cosas para cenar y aprovecho para reponer el whisky que sigue de oferta, después paso a buscar a mi hijo, voy con él a la farmacia y a la carnicería. Leo un rato más a Cheever y empiezo con los diarios de Kerouac mientras el niño ve videos en la computadora. Más tarde me entretengo en la red social Quora, de preguntas y respuestas, una especie de Yahoo Answer mejorado. Contesto con sinceridad algunas preguntas, después en otras pongo cualquier cosa, respondo con una ambigüedad premeditada. Finalmente me decido a probar haciendo una pregunta, pongo: «¿Cómo olvidarla, cómo olvidarla, si se llevó de mi vida lo mejor Hasta el momento de escribir esto no había recibido respuesta. Lástima.

29/04/2018 – Domingo

A las 10 de la mañana suena el despertador y, a pesar de las pocas horas de sueño, me levanto rápido, despierto y visto a mi hijo, preparo el desayuno y tiendo las camas, todo antes de las 11. A esa hora sintonizo el streaming pirata de RivoTV para ver Gimnasia – Boca, la única razón para dormir tan poco un domingo es esa: Boca. Pero la lluvia intensa en la ciudad de La Plata ha obligado a postergar el partido aparentemente hasta el 9 de mayo, me quiero cortar las bolas. Aprovecho entonces la mañana para ordenar algunos archivos de mi computadora, para actualizar mi CV y para buscar trabajo en un sitio de empleos chileno que encontré hace poco. Al mediodía voy hasta la calle Remedios de Escalada a comprar comida en uno de los ya tradicionales parripollos del barrio.
Después de almorzar me pongo a leer los diarios de Kerouac, la introducción de Douglas Brinkley está bastante bien. Ahí se relativiza un poco el mito de la famosa escritura automática de Kerouac, sobre todo con On the Road. Al parecer no es del todo cierto eso de que lo escribió como poseído en un puñado de noches encerrado, eso fue el final, Kerouac llevaba un par de años escribiendo borradores, bosquejando personajes y planificando esa novela, lo cual me parece lógico, primero porque eso encaja más con el escritor obsesivo de los diarios, que cuenta las palabras y especula sobre trama y personajes todo el tiempo; y en segundo lugar porque escribir una obra maestra requiere bastante más trabajo que sacar la esquizofrenia del cajón y vomitarla sobre el papel. Brinkley también habla de las largas caminatas de Kerouac desde su casa en Cross Bay Boulevard y 133rd Avenue hasta Rockaway Park, traté de hacer el camino completo con Google Street View, pero son casi 11 kilómetros (es como ir caminando desde el Casino de Mendoza hasta la cancha de Huracán Las Heras, o como desde Plaza de Mayo hasta Primera Junta derecho por Rivadavia). En fin, pasé toda la tarde con ese libro, casi no me percaté del momento en que se apagó la tarde, hecho que amortiguó bastante la depresión dominical. Revisando un poco para atrás me doy cuenta de que durante este año de registros que termina en unas semanas han predominado Kerouac, Céline y Arlt, o al menos son los autores con los que más me he demorado y que he releído con más atención, mi santísima trinidad del mal año. Nada mal para un año malo.

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