Diario de un mal año (52)

Diario de un mal año (52)

04/06/2018 – Lunes

4 o 5 personas me hablaron y usaron el mismo adjetivo para referirse a los textos de la última semana: oscuros. Releo y sí, me hago cargo, ojalá lo hubiese escrito mejor, ojalá hubiese podido reflejar toda la potencia de esa oscuridad, porque en realidad fue peor de lo que parece. Vengo saliendo de ahí, algunos jirones negros perduran, algunas sombras todavía eclipsan lo real, pero creo que lo peor ya pasó. Nada puede ser en vano, de un viaje a esas profundidades sombrías e infectas uno puede no volver, pero si vuelve será más fuerte, redimido. Hay un libro de Peter Cameron que se llama “Algún día este dolor te será útil”, está bueno, pero ahora me voy a quedar sólo con el título, así como Al oeste de Roma de Fante da título al blog y Diario de un mal año de Coetzee se lo da a esta serie de registros, podría tomar prestado el título de Cameron para ilustrar la semana 51.
Con todo este viaje a las cloacas del alma me olvidé de decir que la semana pasada terminé el libro de Atwood, lectura que emprendí más que nada para no ver la película y la serie sin conocer la raíz de las mismas. Es una especie de trastorno obsesivo, no puedo ver una película basada en algún libro célebre sin antes leer el libro. Así estuve como 4 años guardando Solaris de Tarkovski en DVD, sin verla porque no había leído la novela de Stanislao Lem, cuando por fin leí la novela el disco se había arruinado y tuve que bajar la película en avi. La novela siempre tiene claves adicionales, salvo que sea una adaptación muy libre. ¿Se puede ver Stalker (también de Tarkovski) sin leer Picnic Extraterrestre de los hermanos Strugatski? ¿Es lo mismo ver Apocalypse Now de Coppola sin haber leído El Corazón de las tinieblas de Conrad? Probablemente la respuesta de la mayoría de la gente es , en mi caso no. Pero volviendo a El cuento de la criada, ya dije que es un libro de ciencia ficción con procedimientos clásicos del género, con un tema que ha cobrado actualidad, está bien escrito, tiene algunos valles que aburren un poco, le falta sangre quizás, pero no es malo. El final se deja abierto de manera muy inteligente: la conferencia de un sociólogo, cientos de años después de esa era conservadora y patriarcal en la que transcurre la trama, que explica algunas cosas y cierra algunos interrogantes, aunque no todos. Eso da lugar para secuelas, variaciones y reescrituras que seguramente serán aprovechadas por los productores de la serie en curso. No sé si es uno de esos libros que hay que leer, pero debo reconocer que Atwood ya estaba pensando en algunos tópicos actuales hace más de 30 años, en ese sentido es una precursora y tengo entendido, por referencias biográficas, que eso no es casualidad.
Día tranquilo, anduve por ahí, por la calle, viendo precios de computadoras y visitando amigos. Nada demasiado novedoso. No leí nada hoy, tal vez agarre otra novela o tal vez le meta derecho con lo que queda de los diarios de Kerouac.

05/06/2018 – Martes

Amanece sin nubes, el cielo azul, la mañana diáfana, el aire límpido, pero frío, muy frío. Salgo cuando el sol acaba de salir, en el techo de mi casa la helada ha pintado de blanco las tejas normalmente rojas. El día luminoso ayuda bastante a seguir dejando atrás las tinieblas de la semana pasada, camino fumando y escuchando un disco viejo de Oasis, apuro el paso para entrar en calor, pero a esa hora el calor es apenas una quimera. Busco a mi hijo y lo llevo al oculista, tiene una miopía mínima e incipiente que por ahora no va a causarle problemas, pero teniendo en cuenta mis genes es probable que en el futuro avance, la doctora me dice que se puede minimizar el impacto, prevenir un poco, pero hay que hacer unos estudios. Me da el papel con la orden y salimos del consultorio cuando el sol ya entibiado un poco el aire. En casa le ayudo con la tarea de lengua, le dicto y el escribe, anda bien, entiende la mecánica de la escritura, deletrea, palpa los sonidos y pone la letra correspondiente. Cuando terminamos con la tarea de la escuela (“la naranja es naranja” y estupideces por el estilo) le propongo el dictado de algunas líneas de un poema de Lope de Vega (el de los ratones, el cascabel y el gato), salvo los acentos escribe sin problemas. Me gusta el tipo de relación que entabla con los sonidos, con cada palabra, una relación inevitablemente material, que recupera la reciprocidad absoluta entre signo y sonido. La gente pierde eso con el tiempo, el lenguaje escrito deja de ser algo material cuando lo hacemos inconsciente, se adelgaza, se vuelve transparente, un instrumento intermediario de comunicación, como el habla. Salvo los poetas (algunos poetas), que logran conservar esa relación infantil intensa con el significante, una relación de sorpresa, de goce con el espesor de los sonidos, por eso son poetas, quizás ahí está la clave, en recuperar esa materialidad volviendo a esas primeras etapas de la alfabetización. Ojalá conserves esa sorpresa, esa curiosidad, ese romance con la escritura hijo mío, pero no te lo tomes muy en serio, te puede arruinar si no sabes parar a tiempo. No trates de convertirte en un poeta, la literatura paga mal.
Pasé la tarde tomando café y leyendo a Kerouac (sí, otra vez, retomé los diarios). Entre los diarios de escritura de El Pueblo y la Ciudad y En el Camino, hay una serie de textos sin fecha, textos menos vitales, más subjetivos y morales. Hay un conjunto de Salmos que releo con placer. El sábado pasado le mostré esos textos a Arabena, leyó un pasaje y le gustó mucho, mientras releía las partes que marqué del diario pensé en él, intuyo que va a disfrutar este libro tanto o más que yo si alguna vez lo lee entero.
Intercambié un par de mensajes con el Tupac respecto a algunas lecturas, me habla de la imposibilidad de leer bien con la subjetividad destruida, me gusta esa expresión, creo que es acertada. ¿Qué destruye la subjetividad? El alcohol: sí (lo sé por experiencia propia), las drogas: tal vez, el dolor, la depresión, la banalidad: seguramente, pero además el amor, ciertas pasiones y la radicalización ideológica. Probablemente también el hambre y la miseria. Se puede leer con la subjetividad arruinada, claro que se puede, pero es difícil gozar con la lectura, y si no hay placer, aunque sea esporádico, la lectura no deja nada, es como ver fútbol o pornografía, un entretenimiento frívolo. Por la noche tuve una recaída fugaz en la desesperación y la angustia, pero logré controlar el derrape a tiempo con un poco de música, palo santo y un baño caliente. Qué nocivo es el monólogo interno cuando no le damos dirección, eso y la relación con los otros también son potenciales destructores de la subjetividad.

06/06/2018 – Miércoles

Mañana de trámites y de tenis. Nada para destacar, sólo esperas y caminatas que me dejaron exhausto. El frío, por suerte, aflojó un poco. Las publicidades basadas en el mundial me tienen podrido, y eso que falta una semana, son todas pésimas y se copian unas a otras. Ojalá que llegue rápido agosto, pase todo esto y se reanude la Libertadores. Mientras tanto miro partidos de Roland Garrós mientras leo a Kerouac.
Curioso cartel publicitario en el transporte público firmado por la franja morada, es decir por el gobierno de Mendoza: “Consumir de más, no va más”; hay una hornalla encendida y en un pequeño mensaje en letras chicas se invita al consumo energético responsable. La intención primaria, supongo, es exhortar al ciudadano a cuidar la energía, pero creo que el mensaje, en un nivel más profundo, le dice que se acabó el consumo, difícil no jugar con lo que queda dando vueltas en la cabeza del consumidor: “Consumir no va más”. En Argentina hay claramente un exceso de demanda agregada que (para simplificar) se compone de exportaciones, gasto público, inversión y consumo. Al principio del periodo de gobierno actual el economista radical González Fraga habló de que los altos niveles de consumo de ciertas clases sociales eran una ilusión con la que había que terminar, con lo cual blanqueaba la intención de ajustar la demanda vía consumo, no vía gasto público (ahí hay “gradualismo”), vía consumo. Más tarde, otro suceso trivial (perdón por el rodeo) me hizo pensar en que este país continuará durante mucho tiempo su inexorable camino hacia la decadencia: fui a averiguar precios de notebooks y pregunté por qué habían subido tanto, me dijeron que por la devaluación, pero que los distribuidores habían remarcado 50% a pesar de que la devaluación había sido del 25%, ¿porqué?, porque son vivos. Y ahí está la gran falla del gobierno actual, en creer que la oferta agregada le va a responder. En algún otro país puede ser verdad que favorecer a ciertas empresas genere empleo, crecimiento y el famoso “derrame”, pero en Argentina la corporación empresarial (desde los monstruos hasta el kiosquero del barrio) es más descarada, ineficiente y mediocre aún que la clase política o sindical, por eso ajustar la demanda e incentivar la oferta de manera convencional jamás funciona. El gran problema de este gobierno es no saber eso, y es grave, necesitan leer menos autoayuda y más historia. Y la franja morada de Mendoza, esos muchachos que pasaron casi dos décadas rosqueando en la universidad antes de rasguñar un título, deberían buscar un nuevo publicista.
Por la tarde fui a buscar a mi hijo a la escuela y me cansé un poco más de lo habitual, todavía estaba tratando de intuir porqué cuando empezaron la tos y los escalofríos, llegué a casa lleno del horror y la confusión típicos de la gripe. Otra vez en las garras de la oscuridad, aunque comparadas con las tinieblas de la semana pasada estas parecen el paraíso. ¿Por qué? Porque los grandes dolores de la vida los suelen provocar las relaciones con otros seres humanos, cuando uno está enfermo se retrae en sí mismo, en el cuerpo propio, se va para adentro y esas relaciones pasan al segundo plano, psicológicamente esta gripe es un descanso. Por la noche mocos, dolores musculares y tos mientras miraba capítulos viejos de “El Marginal” en la TV Pública.

07/06/2018 – Jueves

Día dominado por el pavor y la fiebre. Me levanto débil y cansado, los dolores de cuerpo, los escalofríos y la tos no me dejaron dormir. Paso la mañana sentado en el comedor mirando TV de a ratos, sin poder leer por el dolor de cabeza. Llevo a mi hijo a la escuela al mediodía en colectivo y la caminata de vuelta es parecida a una tortura. En casa almuerzo frugalmente y me meto en la cama. Duermo de a ratos y mal, tengo pesadillas espantosas, cosas raras, oscuras, serpentinas ensangrentadas cayendo de un árbol y la convicción de que debo hacer algo con ellas, pero no sé bien qué. Cada tanto me despierto, pero cuando me vuelvo a dormir retomo el mismo sueño. Me duelen los músculos, la piel, la cabeza, tengo un frío espantoso a pesar de estar bajo dos frazadas. Como a las 7 me tomo la temperatura: 39,7°, tomo paracetamol y la fiebre empieza a ceder. Un poco más lúcido llamo al médico, el diagnóstico es algo parecido a la bronquitis, me receta cosas que encargo por teléfono a la farmacia. Odio estar en cama, me levanto a pesar de los dolores y los escalofríos. No logro concentrarme demasiado en nada, me cuesta desplazarme por la casa, leer es imposible, mirar la TV también, me conformo con un poco de música. Ceno poco, me doy un baño caliente y me acuesto otra vez. Nada de lo que me pasó en los últimos meses me parece tan grave como los dolores y las fiebres que me torturaron todo el día, sé que apenas me sienta mejor volveré a rumiar, a darme manija, a morderme la cola y a autoflagelarme, pero ahora, desde la perspectiva febril, esas cosas parecen menores. No hay mal que por bien no venga, dicen.

08/06/2018 – Viernes

Me levanto temprano con algunos vestigios de fiebre y dolor, pero muchísimo mejor que ayer. Ante las prohibiciones de salir, caminar, hacer esfuerzos y tomar frío por 72 horas prescriptas por el médico, la madre de mi hijo lo trae hasta casa. Trato de minimizar el contacto físico con él para no contagiarlo, él se queda en el escritorio con la computadora y yo me encierro en el comedor a ver las semifinales de Roland Garrós. Después me pongo a leer Cartas desde la tierra de Mark Twain, una novelita que salió 52 años después de la muerte del autor porque su hija se opuso terminantemente a su publicación. Me la recomendó una amiga enfáticamente hace un tiempo y ahora debo agradecerle. Es un relato largo, ingenioso y muy divertido, que está construido mediante cartas que el arcángel Satanás (que ha sido desterrado temporalmente del paraíso y ha decidido ir a ver ese curioso invento de dios que es la humanidad) envía a sus colegas Miguel y Gabriel. Las cartas denotan la sorpresa del arcángel ante la imagen que el ser humano ha creado de dios, le causa gracia que recen, que crean que van a ir al paraíso o que se sientan criaturas privilegiadas en las preferencias de dios. En la misma línea de Los Diarios de Adán y Eva, el librito expone con ironía y sarcasmo la mirada de Twain, no sobre la existencia o no de un dios, si no sobre la imagen contradictoria que el hombre ha creado de su dios. No siempre hace falta la excesiva formalidad teórica para exponer una mirada filosófica del mundo, a veces con humor, un poco de imaginación y talento se puede llegar mucho más lejos. Para eso también sirve la literatura.
Por la tarde mi madre tuvo invitados y la casa se llenó de gente. Sin ganas de ver a nadie me recluí en el escritorio a mirar videos de diversa naturaleza en YouTube. De a poco los medicamentos van haciendo efecto y recupero las fuerzas, la lucidez, el deseo.  Siguiendo con el tema de la destrucción de la subjetividad a la que hizo referencia el Tupac unos días atrás, de a poco la mía se va recomponiendo después del viaje depresivo del fin de semana pasado y del malestar físico de esta semana, no sé si de alguna manera ambos se relacionan, pero en todo caso es mejor que estas cosas sucedan todas juntas. Ahora, después de pensar un rato, también me doy cuenta de que todas las promesas firmes y los sólidos propósitos pierden sentido y credibilidad ante la contundencia del deseo, basta un roce de la piel, una mirada o un malentendido para que todos los juramentos se derrumben. Bah, creo.

09/06/2018 – Sábado

Repuesto, pero aún convaleciente según el diagnóstico del médico, me resigno a quedarme en casa todo el día. Mi hijo amaneció con síntomas parecidos a los que tuve hace unos días yo, la madre llamó a otro médico que confirmó lo previsible: lo contagié. Saqué el auto y fui hasta el centro a comprarle los medicamentos por la tarde. Estacioné por ahí y aproveché para caminar un poco por las calles grises y semivacías del centro. Muchos comercios cerrados, basura empujada por el viento en las veredas, una luz lánguida y mezquina resbalando por las paredes, todo en la ciudad me pareció rancio y desagradable. Cuando iba camino a la farmacia vi a un hombre de mediana edad sentado en los escalones de Jesuitas fumando, me pareció conocido pero seguí de largo, cuando volvía había un móvil de la policía y el mismo hombre estaba siendo cacheado contra una pared, me acordé de quién era, un amigo de Taglia que hace un par de semanas nos invitó a tomar cerveza y comer panchos y nos quemó la cabeza hablando todo el tiempo sobre todos los temas posibles. Por cortesía me acerqué a ver qué había pasado, pero el tipo no me reconoció y los policías no se mostraron demasiado amigables, seguí mi camino y desde lejos pude ver cómo lo subían al patrullero. No creo que haya hecho nada, pero acá en Mendoza basta con estar solo en la calle para ser sospechoso de algo. Dejé los medicamentos para mi hijo y volví a casa.
Más tarde vinieron mi hermana y mi primo a visitar a mi madre y estuve un rato con ellos, después me puse a buscar juegos abandonware en internet, son juegos para PC viejos cuyas licencias han sido liberadas por las empresas y se pueden descargar en forma gratuita. Me bajé varios, instalé dos: Black&White que es un juego de estrategia en donde el jugador es el dios de una pequeña civilización primitiva, en su momento fue el mejor juego que había, sigue conservando su encanto, los juegos de antes tenían menos posibilidades gráficas y tal vez por eso tenían mejor curva de aprendizaje, jugabilidad y variantes. El otro que instalé es el S.W.A.T. 4, un shooter tradicional en primera persona de los que me gustaban antes.
Así pasó el sábado, sin lecturas, sin TV, sin nada muy interesante. Estuve pensando bastante en cómo seguir adelante, muchas de las cosas que me interesaban hasta hace un par de semanas dejaron de interesarme, me parecen cosas estúpidas y sin sentido. Tengo que hacer algo que me dé la mayor cantidad de dinero con el menor esfuerzo (en lo posible un trabajo honesto) para poder salir adelante: tener mi propio espacio, reconstruir mis redes de contención afectiva, ofrecerle algo a mi hijo, conocer gente nueva y encontrar, quizás, una dirección clara hacia la que apuntar. Todo lo demás es relleno.

10/06/2018 – Domingo

Me levanté tarde, cerca del mediodía y, mientras desayunaba, recibí un llamado de mi hijo que sigue convaleciente y vomitó las dos tomas de antibióticos que le recetó el médico porque, además de los síntomas gripales, tiene mal el estómago. Decidimos ir a una guardia pediátrica para no quedarnos con la duda y terminamos en el espantoso Hospital Español. Lo que hicimos fue básicamente esperar, primero a que nos atiendan, después los resultados de un isopado y después que nos atiendan otra vez con esos resultados que, dicho sea de paso, fueron negativos. Lo único que hizo el médico fue cortar con los antibióticos, lo demás es tratar de que baje la fiebre, de que se hidrate, de que descanse, etc.
Llegué a casa como a las 5 de la tarde de pésimo humor, guardé el auto y me senté frente a la computadora. Leí un afectuoso mail de una amiga de la que no tenía noticias hace un tiempo (justo la que me recomendó el librito de Twain que estoy terminando) y me mejoró bastante el ánimo, me pasó un link en donde encontrar la controversia Néstor Sánchez – Osvaldo Lamborghini que mencioné hace algunas semanas. También leí un texto de Quintín en su blog La Lectora Provisoria en donde menciona la hiperbólica cobertura mediática del mundial de fútbol que empieza el jueves. En Facebook pura estupidez, las opiniones políticas de algunos, los eventos poéticos de otros, los memes a favor y en contra de la legalización del aborto, las nuevas fotitos de perfil y casi todo lo que vi me pareció espantoso, banal, de mal gusto, incluso el tipo de cosas que a veces pongo yo, nada me parece relevante en este momento, las ideas y opiniones del resto de la gente me importan muy poco, sus actividades, sus mascotas y sus menúes dominicales también, creo que mis días en esa red social tendrían que llegar a su fin.
He entrado en una etapa en la que solo me interesa recomponer como pueda mi vida, mis relaciones con otras personas y seguir adelante. Algo ha cambiado en mí en los últimos 10 días, me doy cuenta, lo siento, pero no podría precisar con exactitud la dirección de ese cambio. Ha habido enormes desilusiones, he cruzado varios límites, se malograron (por suerte a tiempo) algunas esperanzas ingenuas que me llevaban directo a otro tobogán depresivo. Me cansé de esperar, muchas cosas (lo escribí ayer) dejaron de tener sentido para mí, clausuré los proyectos estúpidos que tenía para distraer el tiempo. Es como si algo se hubiese roto y me impulsara a seguir adelante con estoicismo y resignación, dejando atrás cosas que me duele enormemente dejar atrás. Tal vez la enfermedad fue el resultado de esos cambios que se estuvieron operando, o quizás no tuvo nada que ver pero ayudó a cristalizarlos. Hoy vi a mi hijo enfermo, vi su mirada apagada y entendí muchas cosas, con un dolor enorme comprendí que no no tengo derecho a pedirle que sea mi único sostén emocional, que tengo que buscar otras formas de producir sentido, otros seres con quien encontrarme, otras personas en quien confiar, otros caminos que seguir.
No, no fue un buen domingo, no fue tampoco una buena semana (como tampoco este ha sido un buen año), pero algo a empezado a quebrarse.

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