Lecturas: La Maleta

Ahora que se ha puesto de moda hablar de la “literatura del yo”, vale la pena volver la mirada sobre ciertos autores que mucho antes de que existiera ese rótulo hacían literatura a partir de la propia experiencia. Antes se decía “componente autobiográfico”, pero siempre existió ese recurso. Serguéi Dovlátov (1941 – 1990) escribió casi todas sus novelas y narraciones breves en torno a su experiencia vital, y no está nada mal. Quizás La Maleta sea un buen punto de partida para empezar a leer a este singular escritor ruso.

En este libro, a medio camino entre el relato breve, la crónica autobiográfica y la novela, Dovlátov no se preocupa por esconderse detrás de alter-egos o personajes de ficción, no le hace falta, expone su experiencia con nombre propio. En el prólogo de La Maleta se consigna el origen del texto: el autor (narrador-protagonista) emigra de la URRS hacia Nueva York a fines de los 70’ llevando consigo solamente una maleta. Dentro de ella sólo lleva un par de botas, un par de guantes, un par de medias, un gorro, un traje, un cinturón, una camisa y una chaqueta vieja; en el fondo de la maleta hay una foto de Marx y en la tapa una de Brodsky. Marx abajo, Brodsky arriba y en el medio los residuos de su vida anterior, buena metáfora de las épocas de la Guerra Fría.

Cada una de las prendas que contiene la valija le traen al autor un recuerdo, una experiencia, un episodio de su vida en Leningrado. Así, a cada objeto le corresponde un capítulo, un relato. Una camisa le sirve para recordar cómo conoció a su esposa, un cinturón le recuerda un trabajo de guardacárcel, el traje le sirve para evocar sus experiencias como periodista, y así sucesivamente. En el centro de cada uno de los relatos (que están hilvanados por el mismo disparador a modo de novela, pero que pueden leerse en forma independiente) hay una experiencia personal, una vivencia cuya escritura no se detiene en la anécdota insulsa y endogámica, si no que se utiliza para trazar perfiles detallados de singulares personajes y para representar situaciones cotidianas ocurridas bajo el régimen soviético: el mercado negro, la absurda burocracia, la paranoia estatal, las locuras de la disidencia, etc. Hay un mérito en esa forma de narrar, porque ni la denuncia al régimen, ni la consigna política aparecen objetivamente en los relatos, simplemente aparecen como paisaje cotidiano, como contexto de lo central que es la experiencia. De este modo los textos son como postales que van trazando una buena semblanza de la Unión Soviética de post-guerra.

A diferencia del estilo circunspecto, formal y gris de muchos de sus compatriotas, Dovlátov utiliza permanentemente el humor y la ironía en sus narraciones. Un humor cáustico y una ironía ingeniosa, esas son sus credenciales, nada de dramatismos, de tragedias o de espesa melancolía, apenas una pátina de nostalgia circula por algunas de sus páginas. Ahí es donde Dovlátov se aparta de la tradición literaria rusa, copiosa en dramas y tragedias. Leí por ahí que otra de las características de Dovlátov (no sólo de su literatura, sino también de su vida) fue una especie de indiferencia hacia casi todo, inclusive hacia la propia experiencia vital. Estoy de acuerdo, esa indiferencia atraviesa también estos relatos, indiferencia hacia el régimen del cuál era disidente, indiferencia hacia su propia vocación y su profesión, hacia los vínculos afectivos con su esposa, familiares y amigos…, en fin, una indiferencia generalizada que los relatos logran expresar y que, tal vez, le sirven al narrador para tomar distancia y escribir su experiencia con sorna y ecuanimidad. De esta manera las narraciones expresan cierto nihilismo y vacío existencial, pero sin desesperación, como si Dovlátov hubiese aceptado que eso es parte de la vida.

El rechazo u oposición de Dovlátov a la tradición trágica de la literatura rusa se plasma también en su estilo lacónico y en su prosa cristalina. No creo que tuviese demasiadas ambiciones poéticas o demasiada curiosidad por los pliegues del lenguaje, su estilo es bastante llano y coloquial y el foco está puesto en narrar la mayor cantidad posible de experiencias con un mínimo de palabras. Probablemente sus experiencias como periodista en periódicos partidarios hayan dejado una huella en su forma de narrar. De esta manera son textos que fluyen, sin ripios para la lectura, sin digresiones demasiado forzadas y sin más descripciones que las necesarias.

La Maleta, como se consigna más arriba, es una excelente puerta de entrada al universo Dovlátov. Su prosa diáfana, su ritmo ágil y su humor corrosivo convierten sus textos en artefactos literarios accesibles y muy entretenidos para cualquier tipo de lector. Pero no por ello pierden profundidad y complejidad en sus formas o en sus temas. Una muy buena novelita.

Mendoza, Septiembre de 2018

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