Hace unas semanas fui a Buenos Aires a dejar a mi hijo y tuve tiempo de recorrer un poco las librerías de saldo de Corrientes. Con sorpresa encontré una mesa llena de libros de Briante en la colección que sacó Página 12 hace unos años. Como estaban baratos (1x$50 o 3x$100) compré todo lo que había. Venía la novelita Kincón, que quería hace mucho, un libro de ensayos y un par de colecciones de relatos. En el avión de vuelta me dí cuenta de que había un libro que ya tenía y leí hace un tiempo: Las Hamacas Voladoras, primer libro publicado por Briante. Decidí hojearlo mientras volaba. No pude parar hasta terminarlo. Son textos con la virtud de perturbar a quien los lee, de dejarlo grogui.
Briante publicó estos relatos en 1964, cuando tenía apenas 20 años. Tres años antes, con tan solo 17 años, el joven de General Belgrano ya había sido premiado por el cuento Kincón, incluido en este volumen, texto que diez años después sería transformado en una novela.. Para tomar dimensión real no sólo de la precocidad, si no del talento de aquel joven Briante, hay que leer estos relatos en el contexto de los 60′, mientras aquella generación de escritores, encandilados por el Cortázar de Rayuela, se dedicaba a ensayar operaciones vanguardistas, los relatos de Las Hamacas Voladoras proponían, de algún modo revitalizar el relato borgeano reelaborándolo con los monólogos interiores de Joyce y Faulkner o cruzándolo por el cambio de la primera a la tercera persona dentro del mismo texto. Tal vez esta búsqueda de un estilo propio dentro de la tradición borgeana, a contramano de las experimentaciones de moda en esa época, haya dejado durante demasiado tiempo a Briante en el olvido. Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar y, a pesar de haber muerto joven, el legado de Briante ha sido rescatado con justicia.

Las Hamacas Voladoras es un conjunto de relatos escritos con un estilo singular y sorprendente. La reacción inmediata, después de leer cada texto, fue la de preguntarme ¿cómo hizo este tipo para escribir esto? Lejos de las piezas de relojería perfectas del primer Cortázar, o de la sorprendente precisión de Poe, en lugar de trabajar con la elipsis, Briante parece trabajar con el recorte directo, con el ocultamiento, con la fragmentación y ese procedimiento da iguales o mejores resultados que la estrategia clásica de sorprender al lector. Logra un efecto sin aspirar directamente a él. Son cuentos escritos con astucia, que reclaman re-lectura inmediata. Los personajes de estos cuentos parecen moverse de un relato a otro, o al menos su espíritu. Resulta imposible no relacionar al chico que busca a su padre borracho en el bar del pueblo Capítulo Primero con el que debe custodiar más tarde el colegio católico en Otro Héroe o al colimba del último relato. ¿Cómo no identificar el resentimiento del personaje de Kincon con el del muchacho que ayuda a hacer funcionar el mecanismo de Las Hamacas Voladoras? Y sin embargo los relatos funcionan de forma autónoma, son como universos paralelos pero independientes.
Los temas de los textos son la violencia, la soledad y cierto costumbrismo en algunos de ellos, pero tal vez los temas no sean muy importantes en Briante. Son textos potentes que lejos de dejar satisfecho al lector, lo dejan en estado de pregunta, uno termina un texto y, además de preguntarse cómo hizo Briante para escribir eso, se pregunta qué es lo que acaba de pasar. Los textos quedan rebotando en la cabeza de quienes los leen. Y lo más sorprendente es que Briante logró eso con sólo 20 años.
Las Hamacas Voladoras es un libro con relatos a los que, como pasa con los buenos poemas, hay que volver una y otra vez. Y Briante un autor de esos que estuvo afuera, a contramano de su generación, que fue lo suficientemente inteligente como para quedar al margen de las modas literarias de época. Inteligencia que sin dudas se refleja en su escasa pero brillante obra. Otro autor que merece ser leído con atención.